¿Qué debe hacer el alcalde de Baralla tras decir lo que dijo del franquismo?

Manuel González Capón, alcalde de Baralla (Lugo), del PP.
Manuel González Capón, alcalde de Baralla (Lugo), del PP.

Ofende que a estas alturas venga un alcalde a resucitar los años negros de la dictadura. Le honra que haya pedido disculpas, pero su partido debería exigirle la dimisión.

¿Qué debe hacer el alcalde de Baralla tras decir lo que dijo del franquismo?

Cuentan que en una de sus estancias en el Hotel Palace de Madrid, Manolete  estaba acompañado de su mozo de espadas y, como el diestro permanecía largo tiempo callado en su sillón, su asistente le dijo: “maestro, que bien se está callao”, a lo que el torero respondió: “mejor se está sin decir ná”.

Rescato esta leyenda urbana que encaja en el perfil del torero a propósito de la diarrea mental que padecen algunos políticos a los que se les calienta la boca y hablan más de lo debido o hablan de lo que no deben hablar hasta ofender a  muchos ciudadanos. Se comportan como unos bocazas que estarían mejor “sin decir ná”.  

Tal es el caso del alcalde lucense de Baralla y diputado provincial que en un pleno municipal, durante un debate de una moción en la que su partido, el PP, solicitaba la condena de los actos violentos de Resistencia Galega y tras reclamar la oposición la condena de cualquier acto violento “incluidos los crímenes de la dictadura”, llegó a afirmar que “quienes fueron condenados a muerte por el franquismo será porque se lo merecían”.

Al este regidor le vendría bien una pequeña inmersión en algunos relatos de las espeluznantes historias de violencia, torturas y humillaciones cometidas durante la guerra y después de la “victoria” de los llamados nacionales. Historiadores y testigos refieren hechos tan tenebrosos como paseos y ajusticiamientos al amanecer o farsas repelentes de juicios sumarísimos a personas cuyo único delito era pensar y creer en otra opción política como forma de organizar la vida colectiva. 

La guerra civil es la historia de una España atrapada en el caos político en la que la división entre izquierdas y derechas alcanzó proporciones sangrientas con formas de violencia de una crueldad extrema por ambos bandos, aunque la historia “en última instancia” la escribieron los vencedores.

Muerto el dictador, el pueblo español, conducido por los políticos de la transición, adoptó la democracia de forma modélica huyendo de un pasado brutal que supo enterrar en silencio entonando con el corazón las palabras de Azaña “paz, piedad, perdón” para cicatrizar las heridas de aquella guerra fratricida y poder convivir en libertad. 

En esas estamos, en convivir en paz, libertad y tolerancia. Por eso ofende tanto que a estas alturas venga un alcalde a resucitar los años negros de la dictadura. Le honra que haya pedido disculpas, pero su partido debería exigirle la dimisión por tamaña pérdida de control verbal, que tendrá un largo recorrido político durante el verano.

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