Debate electoral dominado por el guión de campaña, sin reflexiones sobre Europa

Debate electoral ante el 28-A. / TVE
Debate electoral ante el 28-A. / TVE

Ninguno de los cuatro candidatos tiene motivos para sentirse demasiado optimista tras el debate ni demasiado pesimista. Lo más relevante es que la verdadera campaña electoral del 28-A comenzó este lunes y donde debe ser: en el debate cara a cara.

Debate electoral dominado por el guión de campaña, sin reflexiones sobre Europa

A estas alturas de la democracia, nada se improvisa. Equipos profesionales acompañan, planifican y analizan cada movimiento de su candidato para maximizar cualidades, minimizar debilidades y rentabilizar los errores de los demás contrincantes.

Los debates no son sino un trámite más donde poco se puede ganar y algo se puede perder. Si además son a varias bandas, como ayer hemos visto con cuatro candidatos, el riesgo se diluye. Sólo candidatos con mucho carisma o poco previsibles podrían abrir caminos más imaginativos e interesantes. No fue el caso y los cuatro varones que aspiran a formar parte del Gobierno, dos como Presidentes y dos como gregarios, siguieron el guión en respuestas, alusiones y réplicas.

Como resultó evidente desde el inicio, cada uno se dirigió al segmento de indecisos que aún puede decantar los resultados. Sánchez, presidencial, sereno y grave, dispuesto a recitar los logros de su gobierno, los proyectos frustrados por la falta de mayoría y la actitud dialogante y posibilista como argumento principal. En la segunda parte Sánchez tuvo momentos más dialécticos confrontando con Casado. Rehuyó comprometerse con Iglesias y recriminó a Rivera por negarse a posibles acuerdos en el futuro. Adelantó el gobierno que pretende: monocolor con independientes, sobreentendiéndose que sostenido bien por Podemos, bien por Ciudadanos. Tuvo especial cuidado en no comprometerse con los nacionalistas e hizo énfasis en los límites del diálogo con Cataluña. Sobre los indultos dejó claro que se analizarán en su momento sin prejuzgar la decisión.

Casado cambió de registro para el debate. Si durante las semanas precedentes mostró hiperactividad no exenta de ocurrencias poco meditadas, ayer exhibió moderación y pragmatismo, tratando de colocar varias promesas electorales, en materia fiscal sobre todo. Luchaba contra la losa de la corrupción que determinó la moción de censura y cuyas consecuencias aún colean en los tribunales. Asumió con claridad una posición de rechazo de lo ocurrido. Abusó de las acusaciones al Presidente y evitó confrontar con Rivera. Su discurso se dirigía a los votantes populares que se han ido a Ciudadanos, exclusivamente.

Iglesias es una sombra de lo que fue. En un lustro ha perdido la frescura e impertinencia iniciales para ser un tacticista poco imaginativo. Es la muleta útil de Sánchez y poco más. Trató de conjurar el riesgo de una coalición de socialistas y ciudadanos que el PSOE no rechaza. Abusó de la retórica constitucional y careció de propuestas audaces a pesar de citar varios problemas reales que evitaron los demás candidatos. Más que nunca fue un compañero de viaje, tal vez inevitable y seguramente prescindible.

Rivera era quien menos arriesgaba y lo demostró. Envuelto en el problema catalán hasta el melodramatismo, contundente en la acusación de connivencia de Sánchez con Torra, certero en la crítica al PP, lenguaraz, gesticulante fue quien mejor aprovechó el tiempo, a la búsqueda del electorado indeciso que puede votar al PP, del que no se diferencia en programa y con quien se comprometió a gobernar bajo la fórmula de gobierno constitucional, un giro semántico para evitar a Vox como parte del Ejecutivo. Por cierto que Casado rehuyó comprometerse pues pondría en juego su propio liderazgo.

Los cuatro candidatos mostraron algunas coincidencias entre sí. Carecen de sentido del humor, un rasgo que escasea en la política, no tienen grandes visiones del país o de la sociedad, tampoco reflexiones sobre Europa a pesar de que estemos en precampaña de las elecciones europeas. Ninguno de ellos tiene motivos para sentirse demasiado optimista tras el debate ni demasiado pesimista. Lo más relevante es que la verdadera campaña electoral comenzó ayer y donde debe ser: en el debate cara a cara.

El debate adoleció de rigidez, algo habitual en ese tipo de debates fuertemente encorsetados por el moderador. Por último cabe señalar que padecemos una ley anacrónica que impide publicar encuestas durante esta semana, debiendo acudir a fuentes tan estrambóticas como el  mercado de la fruta de Andorra para saber lo que dirigentes económicos y políticos pueden seguir conociendo en tiempo real. @mundiario

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