La cuestión catalana, un problema de memoria histórica

Solo soy una ciudadana preocupada por el ejemplo que estamos dando ante un problema social-político. Hemos llegado a las manos, a los insultos, a las amenazas. ¿Y qué quedará de todo esto? Más odio, más rencor y más nacionalismos. Seamos sensatos, sentémonos y demos una lección de democracia que incluye la Constitución, esa ley fundamental que aboga por una unidad y patria común, porque sí, todos somos españoles. España se constituyó como una sola antes de que muchos de nosotros supiéramos ni tan siquiera hablar. 

Durante semanas hemos estado escuchado inquietantes reflexiones de cantantes, artistas, políticos, pero en su mayoría se refieren al tema de forma bélica, de forma poco dialogante. Exceptuando el caso del gran Serrat, quien ha señalado que este referéndum está tapando otros temas mucho más importantes, como es el caso de la corrupción, los recortes económicos o la situación de desempleo que circunda a España entera.

Bien mirado es un debate sobre poderes, sobre identidades y nacionalismos, cuyo inicio se ve reflejado en la humillación que expresan muchos de los independentistas. No perdamos el tiempo en sandeces ni retrasemos más el encuentro que se debió dar entre el Gobierno y Cataluña en pro de curar una herida colectiva a las instituciones catalanas. No obstante, seamos conscientes de que esta institución tomó dignificación como lengua y cultura desde que en 1979 se instaurara completamente la democracia. 

A día de hoy, a nosotros, los ciudadanos de a pie, los españoles, nos queda esperar a ver cómo acaba este desastre. Qué pena.