Cuba acusa a Trump de obstaculizar un posible acercamiento de Biden al régimen castrista

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Los expresidentes de Estados Unidos, Barack Obama, y de Cuba, Raúl Castro, durante el proceso de restablecimiento de relaciones entre ambos países en 2015. / ABC.es
“La designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo puede desencadenar sanciones que incluyen restricciones a la ayuda exterior de EE UU y una prohibición de las exportaciones", advirtió Washington. 
Cuba acusa a Trump de obstaculizar un posible acercamiento de Biden al régimen castrista

La presión no cesa ni siquiera en el final de la era Trump. Una de las dictaduras más longevas del mundo busca oxígeno económico y político en la esfera internacional ante el inminente cambio de gobierno en la mayor potencia global. La diplomacia ha sido echada por la borda tras varias maniobras que la Administración de Barack Obama ejecutó para lograr una nueva era en las tensas relaciones que Estados Unidos y Cuba han tenido durante el medio siglo de bloqueo que Washington ha impuesto sobre la isla caribeña. 

Solo bastó la llegada de un nacionalista y proteccionista al poder como Donald Trump para que la Casa Blanca apretara las tuercas sobre la dictadura comunista que por 50 años ha gobernado esa nación. Pero ahora la realidad podría ser muy diferente, aunque el presidente electo de EE UU, Joe Biden, tendrá el reto de caminar sobre un campo minado que Trump le dejará en su eventual reacoplamiento con La Habana, siguiendo los pasos de Obama, de quien el demócrata fue vicepresidente durante ocho años. 


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El régimen de Raúl Castro y su pupilo Miguel Díaz-Canel, el presidente cubano, sigue apelando al discurso victimizador frente a las acciones que tienen lugar en pleno ocaso del Gobierno de Trump, que gasta sus últimos cartuchos en meter máxima presión contra los regímenes que tácitamente declaró como sus enemigos desde que tomó las riendas de Washington 2017; Venezuela, Irán, Rusia, Corea del Norte, China y la propia Cuba, todos satélites del comunismo.

Y sin perder más tiempo en los ocho días que le quedan al frente de la mayor potencia mundial, Trump decidió devolver a Cuba a la lista negra de los países que, según EE UU, patrocinan el terrorismo, donde figuran amenazas bélicas-nucleares como Corea del Norte e Irán. Una acción totalmente contraria a lo que Biden planea hacer en política exterior hacia la isla. 

Pero lo cierto es que Trump busca hacer muy difícil el acercamiento de Washington a La Habana como lo impulsó Obama en 2015 y que el republicano destruyó con su política de sanciones económicas-comerciales contra la isla en los últimos cuatro años.

La Habana se toma muy en serio la medida, le duele y trastoca las bases de un Gobierno que prácticamente está en quiebra, el de Cuba, así como tiene a su población civil en estado de pobreza. Cuba considera esa decisión como “un acto soberbio de un Gobierno desprestigiado, deshonesto y en bancarrota moral”, según expresó este lunes el Ministerio cubano de Relaciones Exteriores. Para la Cancillería cubana, la calificación es “fraudulenta”, “cínica”, “oportunista” y “carente de motivación”, y considera que “su verdadero objetivo es imponer obstáculos adicionales a cualquier perspectiva de recuperación en las relaciones bilaterales entre Cuba y los Estados Unidos”.

El reto de Biden será modificar el marco legal y diseñar otra compleja orden ejecutiva junto al Departamento del Tesoro para desmontar la estructura de sanciones que Trump creó para poner contra las cuerdas al régimen cubano, esto en caso de que el presidente electo busque limar asperezas con La Habana haciendo honor a la estrategia diplomática de su aliado Obama.

“Cuba no es un Estado patrocinador del terrorismo, verdad reconocida por todos. La política oficial y conocida, y la conducta intachable de nuestro país, es el rechazo al terrorismo en todas sus formas y manifestaciones, en particular el terrorismo de Estado”, indicó el Gobierno cubano en un comunicado.

Sin embargo, resulta poco creíble a nivel diplomático ese argumento de La Habana, pues su Gobierno se caracteriza por contar con un sofisticado aparato de contrainteligencia e inteligencia, el misterioso G2 cubano, que suministra al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela a cambio de petróleo para ayudarlo a mantener la cohesión sobre la Fuerza Armada, que a su vez lo sostiene en el poder pese a la crisis económica de esa nación petrolera.

Cuba considera que “la famosa categoría de países patrocinadores del terrorismo (fue Ronald Reagan en 1982 quien metió a la isla en la lista, y Barack Obama el que la sacó en 2015 durante el proceso de restablecimiento de relaciones) es un simple instrumento de difamación para aplicar medidas económicas coercitivas contra naciones que se resistan a doblegarse a los caprichos del imperialismo estadounidense”.

Evidentemente, la Administración Trump busca crear un entramado de mecanismos de presión sobre las empresas y los Gobiernos que mantienen relaciones con Cuba u otros regímenes totalitarios como Rusia y China para evitar que la dictadura castrista se consolide en detrimento de su población, que ha sufrido el desgaste social, económico y humanitario de vivir en condiciones de miseria durante más de medio siglo.

“La designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo puede desencadenar sanciones que incluyen restricciones a la ayuda exterior de Estados Unidos; una prohibición de las exportaciones y ventas de defensa; ciertos controles sobre las exportaciones de artículos; y diversas restricciones financieras y de otro tipo”, según el Departamento de Estado.

Joe Biden no la tendrá fácil si quiere liberar la extrema presión que Trump ha aplicado sobre el Gobierno cubano, cuyos efectos colaterales sobre la población son prácticamente inmediatos. @mundiario

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