Cuarenta años después

Adolfo Suárez planta cara a Tejero en el 23-F
Adolfo Suárez planta cara a Tejero en el 23-F
La recién iniciada Transición parecía herida de muerte. Pasada la medianoche, el rey Juan Carlos compareció en la televisión pública anunciando quedar neutralizada la acción golpista.

El 23 de febrero de 1981 tuvo lugar en España el golpe de Estado más importante de los acontecidos después de la muerte del dictador Franco. Un grupo de militares al mando del Tte. Coronel Antonio Tejero tomó por las armas el Congreso de los Diputados secuestrando a cuantas personas se encontraban allí, incluido el Gobierno de la Nación. 

La recién iniciada Transición parecía herida de muerte. Pasada la medianoche, el rey Juan Carlos compareció en la televisión pública anunciando quedar neutralizada la acción golpista.

La versión oficial hasta ahora vigente rebajó la trascendencia del hecho a la consideración de insignificante, reduciendo a un pequeño grupo de militares nostálgicos la entidad de la asonada. Hubo un juicio en el que se condenó a un pequeño grupo de militares, chivos expiatorios, pero nada se supo de la trama política y civil que acompañó a los insurrectos.

Los historiadores no han conseguido llegar al meollo del asunto, por el secretismo que rodea cuanto concierne al dramático suceso. Así lo pone de manifiesto el profesor Muñoz Bolaños en su reciente estudio El 23-F y los otros golpes de Estado de la Transición. La restricción al principio constitucional de publicidad que ampara la Ley de Secretos Oficiales (1968), impide aún hoy desclasificar las pruebas que demuestren los entresijos de la operación. La CE en su art. 9.3 establece la publicidad de las normas, pues constituye uno de los pilares del Estado de Derecho a diferencia de la época absolutista, en que existían preceptos secretos.

Una sociedad democrática es indigna de tal nombre, cuando se priva a los ciudadanos del conocimiento de hechos execrables, bajo la excusa de proteger de amenazas a la seguridad del Estado, sin explicitar cuáles sean las razones que supuestamente avalan esa protección. ¿De qué o a quién se trata de preservar?    

Miles de personas de todas las ciudades de España fueron relacionadas por los conspiradores en una lista negra de desafectos al pretendido nuevo orden. ¿Cuál era el destino de esos infelices? ¿Secreto de Estado?

En un artículo publicado en La Opinión de A Coruña (25-II-2006), expresé las siguientes dudas aún no despejadas: 

Cómo transcurrieron, minuto a minuto, las subsiguientes horas hasta que el honorable Pujol, y más tarde el Rey, manifestaran haber fracasado el golpe. Qué clase de contactos tuvo el Rey y qué les dijo y dijeron sus interlocutores, durante las aproximadamente siete horas de incertidumbre que padeció el país.

Hay muchas incertidumbres, como el porqué de que el General Gabeiras saludase a su inferior el General Armada como Presidente. O porqué el monárquico ex-General Miláns del Bosch llamó traidor al Rey. 

Quizás si se profundizara en el acontecer de aquellos turbios días, podríamos entender las razones que tuvo el Rey para no acudir, desde el primer momento, a las emisoras de radio y declarar su tajante oposición al golpe. Durante interminables horas, el pueblo quedó sometido al miedo y sin esperanza.

Cabe preguntarse si estamos en una democracia plena: Constitución incumplida en muchas de sus disposiciones; instituciones corrompidas; secretismo y un largo etcétera predican lo contrario. @mundiario

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