La crisis de España derivada de la corrupción es profunda pero no sistémica

Protesta contra la corrupción. / Twitter
Protesta contra la corrupción. / Twitter

Aunque la corrupción parezca abrumadora, está circunscrita a áreas determinadas. Las Administraciones públicas, la Justicia y las Fuerzas de Seguridad están profesionalizadas, altamente cualificadas y funcionan con honestidad. Por eso no se puede hablar de corrupción sistémica como en otros países.

La crisis de España derivada de la corrupción es profunda pero no sistémica

En 1920, hace casi un siglo, Valle-Inclán publicaba el primero de sus esperpentos, “Luces de Bohemia”, que sería seguido por la trilogía “Martes de Carnaval”. Con una estética que, en sus palabras, continuaba la de Quevedo y Goya, ofrecía una visión grotesca y deformada, como si estuviese reflejada en los espejos del Callejón del Gato, de la podredumbre política y social de la Restauración. La reciente publicación de su obra completa en la benemérita Biblioteca Castro, ofrece la oportunidad de volver sobre unas obras fascinantes.

Quizás hoy no tenemos un autor que refleje de esa forma la profunda crisis de esta época, en la que personajes de sainete, vividores de toda laya, periodistas venales, políticos corruptos y empresarios criados a los pechos del  presupuesto público, se enriquecen a costa del patrimonio público. Tal vez el recientemente fallecido Rafael Chirbes en sus obras “Crematorio” y “En la orilla” es quien mejor ha reflejado algunos aspectos de esa realidad.

Pocas dudas existen sobre la magnitud de la crisis que estamos soportando, de larga existencia aunque sólo el clima social surgido de la crisis económica ha hecho emerger algunos de los escándalos. Crisis moral que se suma a la crisis política que a su vez procede de la crisis económica y de la injusta distribución de las cargas de la misma.

Transparencia Internacional constata que España se encuentra en la peor posición relativa de la historia de esos estudios, a la altura de Botswana. Únicamente Italia, de entre los países del entorno, ofrece resultados similares

El último informe de la organización Transparencia Internacional, constata que España se encuentra en la peor posición relativa de la historia de esos estudios, en el puesto 52 a la altura de Botswana, Bután, etc. Únicamente Italia, de entre los países de nuestro entorno, ofrece resultados similares. Es decir, vamos hacia atrás, a pesar de la incesante propaganda gubernamental.

Presidentes autonómicos, alcaldes, gestores de empresas públicas, empresarios privados de grandes y medianas empresas, personajes de la crónica rosa, directivos de la comunicación, mediadores incalificables, la lista de investigados, enjuiciados o condenados, que día a día ofrece la prensa constituye el Gotha del patio de Monipodio en el que nos vamos transformando como sociedad.

No es fácil que se produzca una reacción superadora de esta etapa. No lo hará el mundo político, que tiene todos los incentivos para mantener el status quo y ninguno para cambiarlo. Sólo un acuerdo transversal podría lograrlo, lo cual es imposible mientras unos y otros atiendan al cortoplacismo del cálculo electoral. No lo harán los partidos nuevos, pues Podemos ya ha demostrado que no está para políticas reformistas sino sólo para espectáculos. Ni lo hará Ciudadanos, carente hasta hoy de una línea clara.

No lo hará el mundo empresarial, alejado de compromisos públicos. Ni lo hará la justicia si no va acompañada de un clima social y político que le de soporte, recursos y respaldo para profundizar en todo aquello que hoy no sabemos, pero ya sospechamos.

Podrían hacerlo los medios de comunicación, aunque previamente deberían de revisar su gran dependencia del poder político y económico. Está bien, por ejemplo, que nos informen de la actividad diaria de Trump, gracias a que allí todos los días el Ejecutivo se somete al escrutinio de la prensa, y no con preguntas amables. Sería conveniente que ese celo informativo se proyectase sobre los poderes de aquí, estatales, autonómicos, locales. Repasando la prensa local española es frecuente ver que algunas autoridades públicas son censuradas a diario y otras jamás, no siendo difícil encontrar en los presupuestos públicos las razones de esa extraña diversidad de criterios.

Sólo la iniciativa ciudadana podrá crear las condiciones que hagan imprescindibles los cambios, forzando el compromiso de los actores citados. Organizaciones cívicas, no dependientes de los partidos, ni financiadas por las instituciones, son las que pueden levantar una bandera de exigencia moral y promover los cambios.

Los demás irán detrás, nunca delante. Ejecutivos, Parlamentos, Comisiones de investigación, tribunas indignadas, no pueden cambiar lo que han contribuido a crear, por acción directa, con normas inadecuadas, o por omisión, renunciando a las facultades de control de las que disponen.

Todos los informes conocidos apuntan en la misma dirección. Aunque la corrupción nos parezca abrumadora, está circunscrita a áreas muy determinadas. Las Administraciones públicas, la Justicia y las Fuerzas de Seguridad están profesionalizadas, altamente cualificadas y funcionan con honestidad y eficacia. Por eso no se puede hablar de corrupción sistémica como en otros países. Lo que necesitamos es reformar las instituciones, democratizar los partidos y hacerlos transparentes, imponer una cultura de la integridad, como piden los expertos.

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