Crespo no revela nada nuevo de aquella época "sobrecogedora"

El 'número dos' de la trama Gürtel, Pablo Crespo1
El 'número dos' de la trama Gürtel, Pablo Crespo.

Dinero procedente de "donaciones" de empresarios y particulares se destinaba a las costosas campañas electorales de entonces y a pagar sobresueldos mensuales a dirigentes y cargos públicos del partido.

Crespo no revela nada nuevo de aquella época "sobrecogedora"

En los años noventa, en la época de Fraga y Cuiña, el Pepedegá se financiaba con dinero negro, como el Partido Popular a nivel nacional. Ese dinero, procedente de "donaciones" de empresarios y particulares, se destinaba a las costosas campañas electorales de entonces y a pagar sobresueldos mensuales a dirigentes y cargos públicos del partido, a los que de ese modo se les compensaba en parte la merma que habían sufrido en sus ingresos al pasar de la actividad privada a la política. Algunos  periodistas también recibían regularmente ciertas cantidades, se entiende que como agradecimiento por los "servicios prestados". Pablo Crespo, el que fuera número tres de los populares gallegos en aquella etapa, hoy en prisión por la Gürtel, ha reiterado ante la Comisión del Congreso de los Diputados que investiga la financiación irregular del PP lo que ya había "revelado" en otras ocasiones, en sede judicial o en entrevistas periodísticas: que aquella fue una etapa en muchos sentidos "sobrecogedora".

La verdad es que Crespo esta vez no aportó nada casi nuevo. Pese a la insistencia de algunos de los diputados que le interrogaron, el lugarteniente de Francisco Correa se esforzó en no ir más allá, temiendo tal vez las consecuencias que para su delicada situación podría acarrearle meterse en camisas de once varas. Aún así, PSOE, En Marea y Benegá han aprovechado para intentar traer de nuevo al debate político gallego un asunto de hace veintitantos años, por el que insisten en reclamar explicaciones a Feijóo, que por entonces no era ni siquiera militante del PP, aunque ocupase puestos de alto nivel en la Xunta de Fraga y el Gobierno de Aznar.

Como quien oye llover sobre mojado, Don Alberto se lo toma con mucha calma. Sabe que por ese flanco tienen muy difícil atacarle, tanto que, rizando el rizo, han de recurrir a su vinculación con Romay Beccaría, su mentor político y uno de los pocos que quedan de entonces. Difícilmente le va a desgastar en lo más mínimo lo que hicieran o dejaran de hacer personajes ya fallecidos o simplemente apartados de la primera línea política. La oposición sabe que, como organización, el PP de Feijóo nada tiene que ver con el de Fraga y Cuiña. El hoy presidente de la Xunta no fue nunca el delfín de Don Manuel. Ni jugó nunca a serlo, para lo cual debería haber desarrollado una vida orgánica a la que renunció. Sucedió al patrón al frente del PP gallego mediante unas primarias y un congreso, que ganó por méritos propios y, eso sí, con el decisivo apoyo de Mariano Rajoy.

Cuando Feijóo accede a la presidencia del Pepedegá pone en marcha un proceso de profunda remodelación de las estructuras del partido en todos los ámbitos. Lo que se dice una limpieza a fondo, que incluye un drástico plan de amortización de deuda y reducción de gastos, en base a criterios de una austeridad impuesta en gran parte por la falta de ingresos, dado que el PP estaba en la oposición aquí y en Madrid. Hubo un cierto alivio a partir del momento en que los populares, en racha, reconquistan San Caetano y más tarde La Moncloa. Pero ya nunca más estuvo la cosa para tirar cohetes.

Ni que decir tiene que, aunque resulte paradógico, a Don Alberto le ha venido muy bien el gran escándalo de Bárcenas y la financiación en B que todos los partidos se hayan replanteado las campañas electorales tradicionales, reduciendo al mínimo los gastos en cartelería, publicidad en medios, envíos postales, actos públicos, etc. y aprovechando el potencial que ofrecen internet y las redes sociales. Que, a la hora de pedir el voto, cada vez se emplee menos papel y se haga menos ruido en la calle, de entrada es bueno para la igualdad de oportunidades entre las diferentes opciones partidistas y por tanto para la higiene democrática. Pero también, qué duda cabe, para la salud de los sufridos ciudadanos, que dejamos de sufrir un inmisericorde bombardeo de eslóganes y mensajes de los que poco o nada se sacaba en limpio. @mundiario

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