¿Piensan Rajoy y Rivera que la coerción en Cataluña generará réditos electorales?

Mariano Rajoy y Albert Rivera. / Mundiario
Mariano Rajoy y Albert Rivera. / Mundiario

La estrategia aplicada desde hace meses por el PP –tratamiento exclusivamente judicial y carencia de ofertas políticas– incrementa los niveles de polarización y alejan las posibilidades de encontrar puntos de encuentro. Así está la cotización del conflicto catalán en el mercado político europeo.

¿Piensan Rajoy y Rivera que la coerción en Cataluña generará réditos electorales?

El conflicto nacional que se está viviendo en Catalunya presenta características singulares en cada uno de los tres escenarios en los que desarrolla y/o proyecta su trayectoria: el propio ámbito catalán, el espacio político y social español y el contexto internacional (especialmente el conformado por la Unión Europea).

El centro de gravedad reside, obviamente, en la sociedad catalana y en sus instituciones representativas: es ahí donde operan, desde hace tiempo, las dinámicas principales que condicionan los acontecimientos que se registran en las últimas semanas.En el conjunto del Estado también se juegan bazas muy importantes de este contencioso: las acciones u omisiones de los actores políticos y mediáticos ejercen, sin duda, una influencia significativa en el seno del cuerpo social catalán.Y por último, pero no lo menos importante, el estado de opinión que se vaya forjando en las sociedades europeas puede resultar decisivo en el desenlace de este grave problema.

La estrategia aplicada desde hace meses por el PP –tratamiento exclusivamente judicial y carencia de ofertas políticas– está incrementando los niveles de polarización y alejando las posibilidades de encontrar puntos de encuentro. Tal vez, los dirigentes independentistas están buscando que la lógica represiva impulsada desde diversas instituciones estatales provoque un nivel de complicidad social que les beneficie notablemente en el momento en que se materialice una nueva cita con las urnas. Quizás, Mariano Rajoy y Albert Rivera piensan que un mayor nivel de coerción y confrontación generará importantes réditos electorales fuera del territorio catalán. Si estas suposiciones alcanzaran verosimilitud práctica en las próximas jornadas, estaríamos ante el triunfo del “cuanto peor, mejor” con todo lo que eso significa.

La permanencia de un foco de inestabilidad política en el ámbito del Estado español no puede resultar aceptable para los dirigentes de la UE

La permanencia de un foco de inestabilidad política en el ámbito del Estado español no puede resultar aceptable para las elites dirigentes de la UE. Es verdad que hay otros asuntos relevantes que ocupan y preocupan a Merkel, Juncker o Macron. Pero es realista pensar en la hipótesis de una presión –discreta pero firme– en favor de que se abra, al sur de los Pirineos, un proceso de diálogo y negociación que pueda finalizar con un acuerdo que proporcione la normalidad política que hoy brilla por su ausencia.

Es bien sabido que en las relaciones internacionales priman los intereses sobre consideraciones de afinidad ideológica o partidista. La férrea negativa que exhibe Mariano Rajoy ante cualquier hipótesis de transacción política con los actuales gobernantes de la Generalitat no aguantaría unas llamadas análogas a las que recibió José Luis Rodríguez Zapatero en aquel mes de Mayo de 2010 y que motivaron una reforma express de la “intocable” Constitución española. En los próximos meses, deberemos prestar atención a la evolución de la cotización del conflicto catalán en el mercado político europeo. Porque, en este caso, la distancia no propicia el olvido.

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