A Coruña pasó de ser una capital de referencia a una ciudad en declive

Desde el punto de vista económico, A Coruña es lo que es gracias a su puerto. Así ha sido históricamente, y en buena lógica así debería ser en el futuro. Para ello debe conseguir mejorar su conectividad, ya que los tiempos de los tráficos cautivos –petróleo, carbón– están pasando y lo que dará sentido a sus más de seis kilómetros de muelles serán otro tipo de mercancías –como los contenedores– que ahora no tiene. Como mínimo, su estrategia debe comprender un radio de 300/350 kilómetros; es decir, no basta con que sea el puerto de la ciudad de A Coruña, sino también de muchas otras del interior, hasta llegar a Valladolid. Lógicamente, ahí tropieza con otros puertos, como Bilbao o Gijón, que tienen las mismas pretensiones y que están ganando la batalla, junto con Vigo.
¿Qué lastra al puerto de A Coruña? Básicamente dos cosas: no tiene conectividad internacional y, en consecuencia, no tiene contenedores. Es decir, su acción comercial es nefasta y sus infraestructuras no están preparadas para los tiempos modernos. Por no tener no tiene ni tren en Langosteira, su dársena exterior, donde se hizo una surrealista inversión milmillonaria. Para acabar de rematarla, es un puerto muy endeudado y mal gestionado: carece de estrategia, su aparato comercial no se mueve y está politizado, en el peor sentido de la palabra.
Como la casa de Tócame Roque
Ni el Gobierno de España –vía Puertos del Estado– se ocupa realmente de A Coruña ni la Xunta de Galicia se lo toma en serio. Desde el ejecutivo gallego se limitan a poner en la presidencia a alguien de su confianza –algo posible tras el pacto de Aznar con Pujol para el puerto de Barcelona–, desde Madrid trabajan pensando en Valencia, Barcelona y Algeciras, y desde María Pita ni se enteran de lo que pasa. En el Ayuntamiento de A Coruña están centrados en pequeñas prebendas y la venta de favores al por menor. Al final, el puerto de A Coruña es como la casa de Tócame Roque.
Tan ridícula es la situación que la propia Autoridad Portuaria compra publicidad y noticias en algunos medios para poner en valor sus propias fechorías. No solo las esconden sino que se jactan de ello, aprovechando el barullo mediático de estos tiempos convulsos. Vemos así como su presidente presume de que va a instalar molinos en el puerto. Sí, molinos, no barcos. Molinos. Léase también: negocios para los amiguetes del Ibex.
Tampoco es menor el disparate de reconvertir el puerto en una gran operación urbanística especulativa. Es decir, negocios para los amiguetes de la construcción. ¿Y todo esto pasa en la España de 2021? Pues sí, y a la luz del día, no a escondidas. Con un par y sin que nadie –políticamente solvente– diga nada. Es más, ciertas protestas radicalizadas incluso les vienen bien, una para manipular sus proclamas, política y mediáticamente, y otra para que se vea que hay democracia. Faltaría más.
Una gran ciudad a un paso del surrealismo
Las desfeitas de A Coruña alcanzan tan grado de surrealismo que ya solo falta que a alguno del Ibex o a algún amigo del entorno de la alcaldesa se le ocurra poner un huerto urbano en la pradera del estadio de Riazor. El disparate sería el mismo. Como ahora el Deportivo juega en ya no se sabe bien qué categoría –el equivalente de no hay barcos– pongamos huertos.
En el fondo nada es casual: el Deportivo de La Coruña es otra metáfora de la decadencia de la ciudad: pasó de llevar el nombre de A Coruña por todo el mundo, con el orgullo de ser campeón de Liga y un fijo de la Champions, a estar fuera del fútbol profesional. ¿Para eso se cargaron a Lendoiro? Menudo éxito.
El titular de este periódico El puerto de A Coruña corre el riesgo de convertirse en el último de Galicia tampoco se queda atrás, mientras constatamos como El puerto de A Coruña, que sigue sin barcos, se entrega a los molinos y a los pisos con vistas. Como para que alguien se lo haga ver, ¿o no? @J_L_Gomez