La corrupción está alcanzando cotas de escándalo en la España de Rajoy

El presidente Mariano Rajoy.
El presidente Mariano Rajoy.

Rajoy pide a los medios que hagan uso responsable de valores tan sagrados como la libertad de información y de expresión. Nadie de su partido o gobierno puede explicar esos sagrados valores.

La corrupción está alcanzando cotas de escándalo en la España de Rajoy

El espectáculo público que, durante esta última semana, han dado los partidos políticos y las organizaciones sindicales en general, estén en el poder o en la oposición, tanto a nivel estatal como autonómico, resulta, cuando menos, escandaloso. Olvidándose de la forma, notoriamente mejorable desde todos los puntos de vista, en la que sus distintos portavoces se expresaron, sí debe alarmar el motivo último que les obliga a comparecer ante las Cortes Generales, los medios de comunicación, las diferentes salas judiciales, etc.  y que da píe a ese escándalo que tanto daño ocasiona a su imagen pública y privada: la corrupción.

 Esta pasada semana, desde la secretaría general del PP, pasando por  las del PSOE, CCOO y UGT han tenido que dar públicas explicaciones, poco claras y ninguna convincente, de su opaca financiación. Aunque la presunción de inocencia debe de prevalecer, especialmente en un estado de derecho, sobre cualquier otro principio, resulta difícil tenerlo en cuenta. 35 años haciendo lo mismo, explicándolo prácticamente con las mismas palabras, independientemente de a quien le corresponde el turno de hacerlo, intoxica al más entregado de los seguidores, para no provocar náuseas en los llamados “independientes” o “ciudadanía”. ¿No es posible clarificar de una vez, modificando, si fuera preciso, la ley de financiación de los partidos políticos y regulando la de las organizaciones sindicales, el acabar con este endémico mal? Parece que no. Da la impresión de que, al menos entre los que mandan en esas organizaciones, no existe interés alguno en lograrlo, pues cuando se les brinda la mínima ocasión de al menos aparentarlo, no la aprovechan: los parlamentarios gallegos, por citar un ejemplo, en vez de someter todos sus emolumentos, como cualquier otro ciudadano, al IRPF, se reservan una parte de los mismos, sin explicar qué tipo de exención legal le aplican. Sorprende también que nadie ejerza control alguno sobre lo que sucede en estos parlamentos – son demasiados, demasiado grandes y cuestan un riñón a los humildes ciudadanos, incluso a los que están buscando pan - como para que puedan hacer y hagan lo que les venga en gana.¿ No disponen estas y otras instituciones de asesores legales para advertirles de las supuestas ilegalidades que cometen? ¿No hay nadie capaz de anular esos acuerdos? Nauseabundo.

Efectivamente, en momentos como los actuales, no puede sorprender a nadie que  el Presidente del Gobierno pida a los medios de comunicación, especialmente a los de mayor difusión,” hagan uso responsable de valores tan sagrados  como la libertad de información y de expresión”. Está en su derecho, pero nadie de su partido o gobierno, aunque lo hagan en todos los demás, puede estar, a la par, explicando arduamente a los responsables de esos medios y a sus redactores “estrella” dónde empiezan y dónde terminan esos “sagrados valores”. Posiblemente publicar las explicaciones, intervenciones y entrevistas de políticos  y sindicalistas así como las causas que las motivan, cause un gran daño al país, a la comunidad autónoma, al municipio y a la empresa, en definitiva a España, y deba evitarse; pero hasta eso depende, no de los medios, si no de quien las provoca.35 años de democracia son más que suficientes para enterarse de sus anomalías y de corregirlas; de aplicar la ley, con mano de hierro y guante de seda,  en cualquier lugar o situación. Ya nadie puede mofarse de nadie y si alguien lo intentara, debe prohibírsele. Y lo de la corrupción, con espectáculos como los de la semana pasada, es la mejor demostración de que importantes sectores están ya putrefactos y es conveniente y urgente prescindir de ellos, si se quiere salvar el resto. Los provocadores de esta situación es posible que ya no puedan ser los protagonistas de su reversión; pero la sociedad, aparentemente apolítica, sí cuenta con personas capaces para hacerlo. Hay que querer hacerlo. Perder tiempo ahora podía resultar tan dañino como la propia corrupción.

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