Discriminar churras de merinas, una propuesta cardinal en cualquier coyuntura política

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Ortega, en su perspectivismo, mantenía que nos encontramos a medida que vamos percibiendo el mundo que nos rodea. En este contexto, el individuo profesa un papel estelar.

Discriminar churras de merinas, una propuesta cardinal en cualquier coyuntura política

Ortega, en su perspectivismo, mantenía que nos encontramos a medida que vamos percibiendo el mundo que nos rodea. En este contexto, el individuo profesa un papel estelar.

Reputada, incluso relevante, es la sentencia atribuida a Sócrates: “conócete a ti mismo”. Constituye el embrión de aquel dictamen aristotélico relativo al apetito humano por el conocimiento. Siguiendo la senda que marcara tan autorizado sabio, uno debe conocerse a sí mismo como génesis de posteriores aprendizajes. Compendios básicos de filosofía y sociología mantienen que necesitamos imperiosamente mirarnos en el prójimo, cual espejo clarificador e irrefutable, para llegar al conocimiento propio. Además, origina una interacción recíproca, un método de inducción a la manera del flujo electromagnético. Así aseguramos, al menos, alejar el lastre ególatra que nos llevaría a una visión subjetiva -seguramente errónea, cuando no malsana- en las relaciones sociales. Es decir, el otro yo, nuestro simétrico, se imbrica con nosotros para alcanzar el discernimiento que debe acercarnos a la íntima realidad.

Sin embargo, a veces interesa reconocer el espejo, captar su esencia. No debemos conformarnos con ese efecto proyector del yo; hemos de advertir, por otra parte, materia y estructura. Más allá del modelo, del contraste, el otro tiene una influencia extraordinaria porque somos seres sociales. Robinsones y anacoretas se aíslan contra su voluntad o a resultas de cierta exaltación espiritual. Mayoritariamente sedimentamos el carácter, la conducta, sometidos a influjos externos. Por este motivo, cuando se habla de personalidad debemos aglutinar un componente genético junto a otro educacional. Ortega, en su perspectivismo, mantenía que nos encontramos a medida que vamos percibiendo el mundo que nos rodea. En este contexto, el individuo profesa un papel estelar. He aquí las razones que permiten fundamentar la gnosis del otro. “Yo soy yo y mis circunstancias”. Si perseguimos evidenciar el yo, resulta prioritario descubrir esas “circunstancias”.

Si dichas “circunstancias” se dedican a la política, es decir, si su actividad concierne también al bienestar personal, se impone desentrañar qué virtudes o defectos se ocultan tras esa máscara. El político actúa, vincula su talante, su embozo, a los embates de cuantas prospecciones sociales se realizan. Solo tiene un objetivo: conseguir el poder por encima de otras consideraciones. Quien opine lo contrario se equivoca. La Historia da suficientes testimonios que constatan tal afirmación. Necio es mantener tesis antagónicas. Cualquier inacción que reporte ignorar la verdad del otro, revalida el extravío de nuestra existencia; fuente probable de todos los males que aquejan al individuo confiado.

Aún caliente el fichaje del general Rodríguez por Podemos, han surgido toda clase de especulaciones. Desde un pelotazo electoral, de resultados inciertos por el nuevo tinte militarista, hasta una sutil confabulación para descabalgar a Pedro Sánchez como cabeza visible del PSOE. Fuera de cualquier análisis, ha resultado -sin duda- un excepcional acontecimiento mediático. ¿Significa, asimismo, este lavado de cara alguna novedad en su doctrina u objetivos? Mi respuesta concisa, clara, es no. Por mucha capa de moderación, de solidez democrática, que reivindique este golpe de efecto, bajo ella permanece la entraña primigenia que, a tenor de viejas proclamas, es populista, totalitaria, en esencia. Muy a su pesar, todavía enseña actitudes y maneras caudillistas dignas de preocupante reflexión.

¿Dónde se ubica Podemos? Se hace obligatorio repasar las zozobras e impaciencias políticas de su líder, junto a la diversidad doctrinal de esta izquierda patria cuya estrategia común consiste en reescribir hechos y lugares asaltando sus contenidos. Al final, cuando se les conoce bien, aquella realidad transformada, virtual, se deshace cual azucarillo en agua. No obstante, deja paradójicamente un sabor amargo. Digo, la izquierda española venía representada por el PSOE que jugó un indiscutible servicio modernizador y democrático a la España postfranquista. El PCE (posterior Izquierda Unida) aceptó las reglas liberales al tiempo que desempeñaba un papel destacado, muy destacado, durante los primeros años de la Transición. Ambos partidos se encuentran fuera de toda duda, tras cuarenta años, ganándose a pulso la etiqueta de calidad democrática.

Pablo Iglesias pudo adscribirse al PSOE. Lo intentó en Izquierda Unida pero su proceder egotista y megalómano lo impidió; fue rechazado. Semejante contrariedad le llevó a fundar Podemos bajo la égida de un orfismo enfermizo y petulante. Ahora -acompañado de una cohorte cercana, elitista, casta genuina- acaricia suavizar aquel discurso inestable, pavoroso, en el que rompía con todo y con todos para iniciar un régimen lozano entre delirante y despótico. Consiguió mediante ofertas, atractivas fuera del rigor, embaucar a gente heterogénea, desigual, que le dio unos frutos desmedidos, increíbles. A poco, va ocupando el espacio que le corresponde una vez raspada esa cutícula de seducción sabiamente aderezada. Si el PSOE ocupa, presuntamente, el ámbito socialdemócrata; si Izquierda Unida se ladea a la izquierda del anterior, ¿qué le queda a Podemos salvo el extremo? Al pan, pan y al vino, vino, independientemente del atributo que sus representantes más ilustres (por utilizar un adjetivo) determinen otorgarle.

Conoce a los otros no constituye solo un sentir contradictorio a aquel socrático y que sirve de venero a todo conocimiento posterior. Diría que introduce una añadidura aconsejable, básica, para llegar al control que la soberanía popular y el sosiego individual requieren. Discriminar churras de merinas es una propuesta cardinal en cualquier coyuntura política. No nos dejemos convencer por el pelaje, pues hay mucha engañifa. Deambulemos el trayecto ojo avizor, con cuidado. 

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