¿Conocéis la historia del gallo narcisista y vanidoso?
Pablo Iglesias parece muy lejos de profesar las formas que deberían primar en un Parlamento cuando se intenta probar un punto, algo que podría traicionarle en el futuro.
El señor Iglesias preguntaba al Presidente del Gobierno por la función del veto presupuestario, cuestión técnica a la que el señor Rajoy respondió con claridad, invocando el correspondiente precepto legal. Pero la respuesta no gustó al interpelante y salió con unos exabruptos, que fueron aplaudidos con entusiasmo por sus correligionarios, conformes, por lo que se vio, con semejante forma de hablar.
Es cierto que las intervenciones de los diputados de finales del siglo XIX, y principios del XX, pueden parecernos hoy barrocas y hasta pretenciosas. Pero de ahí a la chabacanería, vulgaridad, y zafiedad con que se expresó el grupo de Podemos en voz de su presidente, hay una enorme diferencia.
Empezó con un refrán muy español: “Lentejas comida de viejas, si quieres las comes y si no las dejas”, admisible para expresar que al formular su veto presupuestario, el Gobierno había desoído las opiniones de otros grupos parlamentarios.
Pero la continuación resulta inadmisible en quien representa a una parte de la soberanía popular, pues supone despreciarla, o creer que sus votantes comparten la ramplonería: “me la suda, me la bufa, me la pela, me la refanfinfla, me importa un huevo”, y alguna más que no recuerdo. Completó la actuación con su gestualidad habitual: inclinación corporal cheli, como con joroba, y mano izquierda en el bolsillo del pantalón vaquero, con el pulgar fuera, como en el oeste americano.
Esta es, a lo que parece y dicen algunos, la generación mejor preparada de nuestra historia. Naturalmente, sé que no todos los jóvenes se expresan de semejante forma y, menos aún, en su trabajo. ¿Se imagina alguien la reacción del jefe ante un subordinado que, públicamente, le espeta tales expresiones? El señor Iglesias lo hizo ante la soberanía popular, con lo cual pone de manifiesto el respeto que le profesa.
Busca permanentemente ser sal de todos los guisos, guinda del pastel, niño en el bautizo, novio en la boda y hasta muerto en el entierro. “Era como un gallo que creía que el sol había salido para oírle cantar.”