La compra de primeras páginas por Endesa no es lo peor que pasó en la prensa impresa

Primeras páginas de los periódicos impresos en manos de Endesa. / elsaltodiario.com
Primeras páginas de algunos periódicos impresos en manos de Endesa. / elsaltodiario.com

Es un dato más que explica la crisis que vive un sector que no supo adaptarse a los nuevos tiempos y que ahora se ve en manos de políticos, financieros y empresarios sin demasiados escrúpulos. Los gobiernos y los grandes bancos tampoco son ajenos a malas prácticas relacionadas con la prensa.

La compra de primeras páginas por Endesa no es lo peor que pasó en la prensa impresa

La compañía Endesa ha comprado –literalmente– las primeras páginas de muchos periódicos españoles. Y hay cierto escándalo a ese respecto. Sin duda, el hecho tiene su gravedad, pero no mayor que otras cosas que pasan inadvertidas en –y sobre– la prensa en España. Por resumirlo, hay mucha hipocresía ante este tipo de asuntos.

Vayamos por partes. La prensa de calidad tuvo momentos de crisis, como cualquier otro sector, pero tras la Transición ganó en calidad y prestigio y, de paso, se convirtió en un buen negocio. Hace años, lo habitual en un gran periódico era ingresar un 50% por venta de ejemplares y otro tanto por la venta de publicidad, con un resultado final que se movía por encima del 10% de sus ventas; a veces incluso del 20%. La competencia por tan suculento mercado, un proceso de concentración y el ansia de la clase política por comprar influencia, mediante acuerdos económicos con los periódicos, derivó en inesperados problemas, incrementados a medida que algunos editores de periódicos diversificaron sus negocios y se adentraron en actividades como la televisión privada, regulada mediante concesiones gubernamentales. Algunos grupos de prensa crecieron tanto de golpe que su actividad principal dejó de ser la venta de periódicos. Casi todos los grandes tuvieron sus cadenas de televisión y/o de radio, fruto de sus aproximaciones a los gobiernos de turno –central pero también autonómicos–, de modo que ese proceso dio pie al intercambio de muchas cosas; no solo de licencias.

Llueve sobre mojado

Casi sin darse cuenta, hubo grandes periódicos que vieron como el desarrollo de sus multimedias se traducía en negocios más grandes pero no en más lectores de prensa. Algo estaba pasando. Pero, lejos de centrar bien el problema de fondo, se optó por lanzar promociones, primero mediante la entrega de productos editoriales afines a la prensa (libros, enciclopedias, etcétera) y después ya sartenes y lo que hiciera falta, hasta el punto de que la gente terminó comprando sartenes pero no periódicos. Parte de esas promociones estaban subvencionadas por gobiernos, cajas de ahorros y bancos, clientes también de la prensa para las llamadas ventas en bloque: ejemplares que a menudo terminaban en almacenes pero no en las manos de los lectores. Unas cosas y otras servían para simular unas ventas y una audiencia que ya no era real. Los anunciantes de a pie no tardaron en percatarse.

Cuando vino la crisis de 2008 y seguía emergiendo en internet la prensa digital alternativa, los viejos periódicos (y sus grupos) empezaron a ir a pique. Algunos se salvaron a costa de dar entrada en su accionariado y en sus consejos a bancos, eléctricas y firmas de telecomunicaciones y otros cambiaron de manos, mediante operaciones financieras a las que no fue ajena la banca. Simultáneamente, los políticos de turno aprovecharon la debilidad de los medios para influir en su línea y en sus informaciones, a cambio de dinero público. Mucho, pero insuficiente para mantener las plantillas, que fueron objeto de EREs, despidos y sustituciones de cualificados periodistas –con fuentes– por becarios.

Malas prácticas

Cuando ahora vemos que los periódicos se cuadran ante la compra de sus primeras páginas no debemos sorprendernos demasiado. Una, porque no es la primera vez que lo hacen, y dos, porque ya hicieron cosas peores, sin que prácticamente nadie dijese nada. Sin duda, tiene más trascendencia el hecho de que bancos y grandes compañías hayan comprado literalmente los periódicos, hasta el punto de sentarse en sus consejos de administración. Del mismo modo que es más grave que haya gobiernos de distintos rangos que compran un mejor trato informativo –y político– a cambio de firmar determinados convenios con ciertos medios.

Endesa puede tener dificultades para pagarle mejor a sus trabajadores pero no para regar de millones de euros la prensa, del mismo modo que hay gobiernos que tienen problemas para crear y dotar las guarderías infantiles pero no para entregar millones de euros a ciertos editores de periódicos. No es la primera vez tampoco que alguien compra una primera página entera en España. La primera fue en 2015, de la mano del Banco Santander.

El lobo que dice que es una oveja

Lo grave de la compra de Endesa no está en eso, por mucho que también tenga cierta gravedad. Lo más grave está en la manipulación que supone la propia venta, al conceder los periódicos su espacio más noble a un contenido de dudosa veracidad, a sabiendas de que Endesa es el primer contaminante de España. No se trata de que Endesa comprase esas primeras páginas para vender productos comerciales y alegrarle el día a los dueños de los periódicos, sino de que lo hizo para poner en valor algo que, dicho en su nombre, no parece ético. Equivale a que el lobo se haga a pasar por una oveja.

En definitiva, no se trata solo de publicar anuncios, como hacen todas las empresas en su estrategia de imagen de marca, sino que se intenta lavar el cerebro de la gente, una metáfora tal vez excesiva pero que sirve para entender mejor el objetivo de Endesa. @J_L_Gomez

P.D.: Por cierto, siendo puristas, Endesa compró primeras páginas, pero no portadas, ya que los periódicos, excepto los que van grapados, no tienen portadas, sino primeras páginas. Portadas las tienen las publicaciones grapadas o cosidas, como los libros y las revistas. @mundiario

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