El comportamiento de la política

Fachada del Congreso de los Diputados.
Fachada del Congreso de los Diputados.
Para hacer efectivos cambios relevantes en el orden económico y en el social, son necesarias herramientas políticas que se encuentren a la altura de las circunstancias.
El comportamiento de la política

Una crisis sanitaria como la que estamos conociendo –y las importantes consecuencias económicas y sociales que viviremos en los próximos meses– sitúa en primer plano un problema clásico: ¿cómo se está comportando la política ante semejante situación extraordinaria?

Conviene establecer, previamente, una precisión terminológica. ¿Qué entendemos por política? Se pueden manejar, como mínimo, dos posibles acepciones. Una: el conjunto de actuaciones que llevan a cabo los representantes políticos que conforman los Parlamentos y los gobiernos de los diferentes países involucrados. Otra: las opiniones, reflexiones y debates que se registran en distintos espacios del cuerpo social (singularmente: medios de comunicación, redes sociales, ámbitos académicos) al hilo de la evolución de la propia crisis.

La primera es, sin duda, la interpretación dominante cuando se habla de la política. Por tanto, cuando emitimos una evaluación, nos referimos a lo que dicen y hacen las personas que dirigen los partidos que, periódicamente, solicitan la confianza de la ciudadanía. Para bien y para mal, la imagen de esta actividad es la que proyectan las personas que ocupan puestos representativos en el poder legislativo y en el poder ejecutivo de tal o cual sistema democrático. Y la lógica que funciona en esas instituciones es, primordialmente, competitiva: se disputa cada hipotético voto de apoyo aprovechando los aciertos propios, destacando los errores ajenos e ignorando, obviamente, aquellas carencias y virtudes que puedan perjudicar la imagen que se quiere conseguir.

Dada la naturaleza singular de la actual crisis, podría existir alguna duda previa sobre la reacción de los distintos actores políticos. Ya que estamos ante algo que no tiene precedentes en nuestra historia reciente, era verosímil pensar que -ahora sí- íbamos a contemplar otra manera de hacer política. La realidad eliminó cualquier esperanza.  Singularmente, la táctica elegida por PP y Vox -segunda y tercera fuerza en el actual Congreso estatal- multiplica las experiencias más tóxicas presentes en la política institucional de las últimas décadas.  Culpabilizar explícitamente al actual gobierno de las muertes provocadas por esta pandemia o solicitar el relevo del ejecutivo de Pedro Sánchez por otro presidido por Rosa Díez, Aznar o González revela una línea proclive a la creación de las condiciones que faciliten la reedición de aquel “gobierno de concentración nacional” que postulaba el general golpista Alfonso Armada el 23 de Febrero de 1981 y no se  compadece con lo que debería ser el ejercicio de la oposición en estos tiempos extraordinarios.

La situación en la que nos encontramos exigiría enfrentar -con los debates y diálogos que fueran precisos- los graves problemas que están emergiendo en estos días. Citemos tres ejemplos: 1)las notables insuficiencias en los sistemas de prestación de servicios públicos (en la sanidad, en la atención a las personas mayores, en las dotaciones para la investigación...); 2)las serias divergencias en el modelo de construcción de la UE recogido en los tratados fundacionales (que postulan la progresiva equiparación en las condiciones de vida de las personas que habitan en los diferentes territorios de la Unión); 3)la necesaria revisión de la estructura territorial del Estado español para hacer efectivo un  adecuado funcionamiento federal entre los distintos poderes establecidos.

La envergadura de estas cuestiones no es compatible con una mirada cortoplacista que priorice el cálculo electoral por encima de cualquier otra consideración. Si no se habla de estos asuntos en los parlamentos y/o en los gobiernos, el cuerpo social tenderá a beber en otras fuentes -sobre todo, en las redes sociales y en los medios de comunicación- con las consecuencias que tal fenómeno pueda provocar. La colonización de una parte de las redes por el populismo fascista y la hegemonía conservadora en las líneas editoriales de los medios convencionales debería merecer una preocupación especial y una respuesta adecuada por todas aquellas personas y organizaciones que desean cambios transformadores para evitar las amenazas que hoy acechan sobre el bienestar cívico.

El reto está servido: para hacer efectivos cambios relevantes en el orden económico y en el social, son necesarias herramientas políticas (organizaciones, personas, maneras de funcionamiento...) que se encuentren a la altura de las circunstancias. Con lo que tenemos encima, no valen viejas fórmulas o rutinas burocráticas. El tiempo dirá si es realista esperar el cumplimiento de este deseo. @mundiario

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