Un collar de diamantes a cambio de la Orden de Isabel la Católica
Como es sabido, aprovechando que el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Thani se ha traído a una de sus tres esposas (con todas las cuales tiene diversos hijos), al tiempo que a él se le otorgaba el Collar de la Orden de Isabel la Católica, a ella, de nombre Jawaher bint Hamad Al Thani, le han concedido nada menos que la Gran Cruz. Lo insólito es que, si el emir se trae a otra de sus tres mujeres, la que tocara habría sido igualmente beneficiada por esta distinción. La Orden de Isabel la Católica tiene por objeto premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil, realizados por personas españolas y extranjeras, que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación española con el resto de la comunidad internacional. ¿Y qué mérito en ese sentido tiene la escogida del emir para la ocasión? No es serio. El ministro de Exteriores, Albares, se ha apresurado a decir que el intercambio de condecoraciones es habitual en las visitas de Estado. Lo cual no es cierto ni está sujeto a regla alguna, porque a otros ilustres visitantes y menos a sus esposas no se les ha condecorado.
Claro que el emir y su compañera de viaje han regalado a la reina Letizia unos pendientes de diamantes valorados en 100.000 euros. Pero ocurre que el elevadísimo valor de ese regalo contraviene el tope que en esos casos establece La “Normativa sobre regalos a favor de los miembros de la Familia Real”. ¿Y cómo lo solucionan? Bien sencillo, hacen lo mismo que hacía Juan Carlos con los yates que le regalaba: se transfieren al Patrimonio Nacional y ya está. ¿Pero quién los va a usar aparte de Letizia? Frivolidades como ésta devalúan el sentido de las condecoraciones y dejan en evidencia el valor de quienes las recibieron con debido merecimiento, pues en este caso, como decía Calderón “no adorna el vestido al pecho que el pecho adorna al vestido”. Da la sensación que ha sido un intercambio de cromos: un collar valiosísimo para Letizia y una condecoración de Estado para la esposa que el emir se trae al viaje, ya fuera ésta u otra cualquiera.
Cuando la reina de Inglaterra otorgó a The Beatles la Orden del Imperio Británico, diversos veteranos de la II Guerra Mundial y otros ciudadanos distinguidos por sus servicios a la nación empaquetaron y devolvieron al palacio de Buckingham su propia medalla. El 26 de octubre de 1965 Los Beatles acudieron a palacio para recibir la preciada medalla por su contribución a la música inglesa. Ante estas protestas John Lenon dijo: “Hay oficiales que han recibido sus medallas por matar a gente. A nosotros nos las han dado por actuar. Bien mirado, creo que las merecemos más que ellos”. Cuatro años después, devolvió su medalla a la reina, en un acto de protesta contra la participación británica en la guerra civil de Nigeria y el apoyo de Gran Bretaña a la intervención norteamericana en Vietnam. Todo muy coherente.
Aquella película de Cantinflas
Pero volviendo al asunto de nuestra “jequesa” y al collar de Letizia, el episodio recuerda aquella película de Cantinflas, en que éste se dedica a intercambiar medalla como si fueran cromos con el presidente de otra república, con situaciones divertidas como que alguna medalla la rechaza porque ya la tenía repetida. Pero quién es esta buena y desconocida señora. Ahí vamos: las revistas del corazón se esmeran en contárnoslo. Claro que obvian que, pese a su riqueza y modernidad, Qatar es un país musulmán donde las mujeres están a años luz, salvo las de las élites dominantes, de acercarse a los estándares de las occidentales, por no decir nada los severos castigos que puede conllevar hasta la muerte, a quienes violen los rígidos códigos del Islam sobre relaciones entre hombres y mujeres, dentro o fuera del matrimonio, o conductas o preferencias hoy normales en el mundo occidental como los colectivos LGTBI y otros.
Es evidente que es una buena noticia la activación de las relaciones económicas entre España y Qatar y la anunciada inversión de este rico emirato de 4.700 millones de euros en España, o que, a finales de año, este pequeño territorio acogerá el Mundial de Fútbol. Es un país de contradicciones con una chequera generosa, que le permite comprar en Occidente lo que le apetezca, ya sean los famosos almacenes Harrods de Londres, propiedad de su gobierno o la firma Valentino, de la que es dueña la familia real. La ahora condecorada esposa del emir lo comparte con otras dos en plena armonía y una creciente y numerosa prole. Además, no sabemos si es el caso, el sagrado Corán le permite concubinas a voluntad.
De todos modos, la citada prensa rosa se ha desmelenado en elogios a la condecorada, destacando que es una gran impulsora de la modernización del país y de la elevación de la situación de la mujer a estándares occidentales. Sin duda, la Orden de Isabel la Católica la va a ayudar en su empeño. @mundiario