Ciudades en el limbo, a un año de las elecciones municipales

CARMENA COLAU
Manuela Carmena y Ada Colau.

Ni proyectos, ni resultados, ni innovación ni inversiones. La parálisis es el común denominador de muchas de las grandes ciudades.

Ciudades en el limbo, a un año de las elecciones municipales

Madrid o Barcelona fueron la imagen del cambio en el gobierno local. Por su tamaño, su enorme influencia y su visibilidad, sintetizaron la llegada de la nueva política al poder. Tres años más tarde sólo han producido titulares, muchos, y polémicas, demasiadas. Ninguna gestión, ni proyecto innovador, ni mejora de la calidad de vida de sus habitantes, ni inversiones generadoras de riqueza o empleo. Se han agotado en los gestos, algunos simbólicos, la mayoría irrelevantes. En el caso de Barcelona, el divismo de su Alcaldesa ha sido un problema añadido: siempre lista a mojarse en cualquier charco mediático, siempre ausente en los proyectos de largo plazo. La Alcaldesa de Madrid ha sido víctima de un grupo político demasiado heterogéneo como para gobernar con eficacia.

Por otros pagos los cambios han sido similares. Ciudades como A Coruña, Santiago o Ferrol han dado muchos titulares pero escasos frutos. Y no lo pueden endosar al obstruccionismo de la oposición, todavía más irrelevante que las mayorías de gobierno. La combinación de inexperiencia, arrogancia e inseguridad ha desembocado en un adanismo estéril. Si durante el primer año esos errores eran disculpables, luego de tres años son imperdonables.

Todas las ciudades citadas y otras en las que se ha producido el mismo cambio de gobierno, comparten rasgos similares: parálisis de la inversión pública, ralentización de la actividad administrativa que repercute en licencias y permisos, nula planificación de actuaciones futuras, desconfianza hacia los funcionarios que son el soporte profesional de cualquier Administración y falta de empatía con otras Administraciones.

Si los expertos aconsejan la internacionalización de las ciudades, la atención a la nueva economía del conocimiento, la movilidad avanzada, las alianzas territoriales para ganar tamaño, la marca local basada en valores identificables, el peso de la cultura o la formación, los gobiernos de la nueva política han contestado con debates etéreos y ausencia total de propuestas. Como no se permiten a sí mismos pactar con los sectores empresariales, ni con otras Administraciones de color distinto, se han encerrado en un discurso autorreferente. Mientras los ciudadanos, asombrados primero y luego resignados, van entendiendo que mientras no cambie la tendencia nada se puede esperar.

El PP está pagando la falta de tradición y de compromiso en las políticas locales, una constante con pocas excepciones en las ciudades donde ha gobernado

Ahí surge la gran contradicción: el cambio político local que parece necesario no es seguro que vaya a ocurrir.  Ciudadanos no está en ningún lugar del mundo local y aunque las encuestas bien jaleadas le anuncian un futuro de gran poder, en el ámbito local confluyen factores de liderazgo, proximidad y conocimiento que por el momento no están asociados a ese partido. El PP está pagando la falta de tradición y de compromiso en las políticas locales, una constante con pocas excepciones en las ciudades donde ha gobernado. En cuanto al PSOE, de acreditada solvencia en ese nivel institucional, está empeñado en desmentirse a sí mismo, colocándose de perfil ante los problemas principales o haciendo una oposición casi siempre irrelevante, lo que unido a su interminable conflicto interno lo está dejando sin opciones en las principales ciudades. Desde la atalaya de su medio siglo de actividad política, ha sido Javier Solana el último en recordar lo que deben de hacer y no hacen.

La inestabilidad del Gobierno estatal junto a la crisis de Cataluña, acaparan toda la atención. Sin embargo la importancia de las ciudades en el bienestar colectivo y también en la generación de oportunidades, necesita una mayor atención. Los movimientos sociales locales han sido fagocitados por las dinámicas partidistas. De ahí no surgirán alternativas.

Sólo la aparición de nuevos líderes sociales puede despertar a los partidos políticos locales del limbo político en el que viven cómodamente. Líderes con ideas nuevas, comprometidos con las tendencias antes señaladas, que son dominantes en las ciudades emergentes, capaces de sumar las energías de todos los sectores en un proyecto común y devolver a los ciudadanos el interés por los retos colectivos. En pocas palabras, se buscan líderes ambiciosos que quieran ser alcaldes. Las condiciones del puesto: sueldos poco competitivos, condiciones de trabajo exigentes, todos los problemas imaginables a cambio de transformar una ciudad. Reconozcámoslo: un  reto apasionante. @mundiario

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