Ciudadanos libres en la España contemporánea

Mundiarco.
Mundiarco.

El problema de Santiago Sierra no es que la censura haya retirado su obra, sino que él mismo la haya expuesto sometida a su propia autocensura, o sea, pixelada, sugiriendo con parcialidad “presos políticos” seleccionados y obviando al resto de millones de presos ideológicos, confesionales, laicistas, patológicos, encerrados en esta gran cárcel a la que llamamos España.

Ciudadanos libres en la España contemporánea

¡Solo se le ocurre al Tribunal Supremo ratificar la sentencia de Valtonyc, oye! Así, por las buenas, sin una encuesta, sin un referéndum, sin consultar las Redes Sociales, aplicando presuntamente la Ley en un país en el que la Justicia solo acierta para aquellas hinchadas a las que favorece y siempre mete la pata, nunca es imparcial para aquellas hinchadas a las que contradice. A este paso, ya verás, vamos a acabar equiparando nuestro Sistema Judicial a nuestro Sistema Arbitral, nuestros medios de comunicación generalistas a nuestros medios deportivos, en un permanente debate entre jueces caseros, o sea, barriendo para el Gobierno, y jueces equitativos que, casualmente, suelen coincidir con aquellos que barren para la Oposición. Llegados a este punto sin retorno de mutuas desconfianzas, digo yo si no sería posible aplicar el dichoso VAR de los estadios de fútbol a los tribunales de justicia, a ver si me entiendes, en un intento a la desesperada de que, lo que piten los árbitros y lo que sentencien los jueces, empiece de una vez por todas a ir a misa, que no creo, la verdad.

El síndrome de Assuranciturix

De todas formas, para serles sincero, confieso que no salgo hoy a la palestra a deliberar sobre el derecho a la libre expresión del célebre rapero, asunto que ya hiere la sensibilidad de gran parte de la respetable opinión pública, publicada y twiteada, sino más bien pensando en los pocos derechos de los que ya disfrutan en este país los internos en centros penitenciarios. Sí, sí, llámenme ustedes frívolo, pero mientras la inmensa mayoría debate sobre el futuro de Valtonyc, un servidor se ha puesto a pensar en el porvenir de sus hipotéticos colegas entre rejas. Porque, claro, a lo mejor hay internos en todas las cárceles de España cruzando los dedos, lagarto, lagarto, para que no les toque en suerte la versión mallorquina de Emminen. No, en serio, ¿se imaginan ustedes lo que pueden ser tres años y medio, en esas condiciones, sin posibilidades de salir por piernas, compartiendo con ese señor módulo, habitáculo pared con pared, litera con litera, mientras va desarrollando el proyecto de su próximo y ameno repertorio? Si al bardo Assuranciturix no lo soportan ni en la célebre aldea gala de Asterix, todo un paradigma de hombres y mujeres libres, ya me dirás tú cómo se va a poder soportar a un rapero en un espacio claustrofóbico, paradigma de mujeres y hombres encerrados. A mí, por ejemplo, cuando lo de La Pantoja, se me partía el corazón imaginándome a sus vecinas de celda. Pensaba para mis adentros: ¿y si le da a esta buena mujer por matar el tiempo cantando coplas? Menos mal que, por lo visto, a la tonadillera le dio por entrar en un prolongado éxtasis de silencio, viviendo sin vivir en ella, en plan Santa Teresa.

¡Se le condena a tres años, un día y un plasta...!

Hay que tener esto en cuenta, ahora que a nuestros magistrados parece que ya no le salen sentencias, sino talmente guiones de Berlanga: ¡todos a la cárcel! De repente, el problema de un convicto, confeso y sentenciado español, eso que llamamos presos comunes, ya no es que le caigan tantos años y un día, sino tantos años, un día y la eventual propina de un plasta largando raps, tonadillas o relatos del Procés por esa boca ¡Es inhumano, coño! Sobre el dichoso asunto del Procés, sin ir más lejos, es que ha pasado prácticamente inadvertido uno de los daños colaterales que personalmente me han encogido más el corazón. No tenemos más noticias del infeliz recluso que compartió la primera semana de celda con Jordi Sánchez, el amado líder de ANC de Catalunya, pero no me extrañaría que estuviese sometido a tratamiento psiquiátrico, oye. Que siga despertándose por las noches sobresaltado, tras haberse cruzado con los fantasmas de Puigdemont, de la Forcadell, de Anna Grabriel, gente así, y acabe tumbado en un diván, con la misma expresión de acohono que el chiquillo de El Sexto Sentido, murmurando ante un señor de bata blanca: ¡en ocasiones veo  al President...!

Los chicos y chicas del lazo amarillo

Es posible que los Administradores de Justicia estén perdiendo el sentido  de la medida, chico. Ya le hacen dudar a uno si están metiendo al personal entre rejas por sus ideas, por sus acciones o por sus cohones. Y, claro, como un servidor siempre ha sido más partidario de la libertad con riesgo que de la prisión preventiva, prefiere presuntos inocentes volando que presuntos pájaros en mano. Por un lado facilitaríamos la reinserción de los presos comunes, pobrecitos míos, que acusan serios síntomas de retroceso si andan en presuntas malas compañías. Y, por otro, nos estaríamos ahorrando esta gilipollez semántica entre presos políticos y políticos presos, como si el orden de los factores alterase el producto. Hombre, en algunos casos podría ser. Pero, chico, precisamente en éste de Cataluña, qué quieres que te diga, en la trena por razones cautelares o fuera de ella por razones cautelosas, pendientes de juicio ante los tribunales, ante la historia o ante las masas soberanistas, estos chicos y chicas del procés, los Torrent, los Puigdemont, las Forcadell, los Junqueras, los  Jordis, las Rovira, los Mas, Las Colau, gente así, han sido, son y serán prisioneros políticos del Procés por las siglas de los siglos. Se han condenado a sí mismos y así mismas, no a la perversa e inhumana prisión permanente revisable que estos días nos hiela el corazón, sino a la conmovedora cadena perpetua irreversible. O se inmolan por el Procés o los condenan en juicio sumarísimo a muerte anímica, política y social por traidores. Fíjate si no en el pobre Pep Guardiola, que ha acabado echándose a sí mismo el lazo amarillo, que viene siendo una alegoría de “El niño del pijama a rayas”

No están todos los que son...

Claro que hay Presos Políticos en Cataluña, pero no están todos los que son y, curiosamente, lo son la inmensa mayoría de los que no están. En eso, verás, tengo que felicitar a los cerebros del propagandismo soberanista catalán por el as que se han sacado de la manga para definir a los ilustres reclusos de Soto del Real y Estremera: Presos Políticos. Lo que pasa es que, tan feliz hallazgo de marketing político, se reduce a su condición de privados de libertad física por la oprobiosa dictadura de la Justicia. Ni una sola palabra sobre la condición de privación de libertad psíquica, moral, anímica, como consecuencia de la oprobiosa dictadura popular y populista. Esa, por ejemplo, que tildó a Puigdemont de traidor aquellas pocas horas en las que estuvo practicando su libre derecho a deshojar la margarita. O la que decidió que, entre ella y Serrat, tras haber practicado  el Nano su derecho a la libre expresión, había algo personal. La misma que mantiene esas cuentas y ese cuento de Adas Colau en un sin vivir entre el estreñimiento constitucionalista y la diarrea secesionista. La que obliga al pobre Miguel Iceta a caminar por la cuerda floja. No es que haya presos políticos en Cataluña, me oís, Rufián, Torrent, Tardá y apologistas mediáticos, juristas y políticos que han brotado como setas este nuevo invierno de nuestro descontento, es que hay talmente una pandemia. Lo difícil en Cataluña, en las dos Cataluñas que se hielan mutuamente el corazón, es encontrar personas, gente corriente, the orfinary people que no pueda ser calificado de preso político. 

El problema no es que hayan censurado la obra de Santiago Sierra “Presos Políticos en la España Contemporánea”, sino que el artista haya seleccionado a tan pocos, con criterios tan sesgados. Sierra y yo sabemos que, si realmente se hubiese atrevido a reflejar en su obra los millones de catalanes y resto de españoles encerrados con sus respectivos juguetes rotos políticos, ideológicos, confesionales, laicistas, anarquistas, antisistemistas,  secesionistas, unionistas, monárquicos, republicanos y así, no habría suficiente espacio en el IFEMA, en todo Madrid, en la inmensa geografía española para exponer tan sugerente obra de arte.

Yo, en la próxima edición de ARCO, me pido esa simbólica y conflictiva pared en blanco de IFEMA para emular, con una frase, una especie de grito desgarrado a lo Munch: “Se buscan españoles libres”.

– Oiga usted, y si se le censuran, qué...?

– Bingo, colega! ¡ No caerá esa breva...! @mundiario

Comentarios