El CIS, Vox e Iglesias rompen la campaña madrileña

Pablo Iglesias y Rocío Monasterio en el debate de Telemadrid. Twitter.
Pablo Iglesias y Rocío Monasterio en el debate en Telemadrid. / Twitter.

Rocío Monasterio y Pablo Iglesias necesitan movilizar emocionalmente a sus antiguos electores. No tienen nada que ganar en nuevos debates.

El CIS, Vox e Iglesias rompen la campaña madrileña

El miércoles pasado tuvo lugar el único debate de la campaña en el que participaron todos los candidatos. Ayuso anunció que no concurriría a ningún otro, devaluando así los otros tres previstos respectivamente por la Ser, la Sexta y TVE. Las razones y los resultados fueron comentados ya en MUNDIARIO.

Al día siguiente el CIS publicó una encuesta sobre intención de voto que incidía en las posibilidades de una coalición de izquierdas para ganar las elecciones. Por otra parte la mayor parte de los analistas consideraban que en el debate tanto Ayuso como Mónica García habrían protagonizado las dos posiciones principales. Con esos datos, el viernes, Monasterio e Iglesias provocaron la ruptura del debate radiofónico y de paso anularon cualquier otro debate en lo que resta de campaña. Las razones están claras. Vox necesita la máxima confrontación para evitar que su electorado sea fagocitado por el PP. En consecuencia su portavoz provoca a los demás intervinientes y en especial a Iglesias, antagonista máximo.

Por su parte Iglesias necesita remontar en una campaña muy adversa, con Más Madrid por delante en todo momento. La excusa la encontró en las amenazas recibidas por correo, al igual que el Ministro de Interior y que están siendo investigadas policialmente. Con ese argumento se ausentó del debate. En el momento actual se desconoce todo sobre las cartas amenazantes enviadas, salvo que proceden del mismo lugar lo que permite aventurar idéntica autoría bien personal o de grupo. Aunque no son hechos habituales tampoco son inéditos. Rivera y Rajoy por ejemplo también las recibieron en su día. La investigación determinará si son hechos aislados o consecuencia de un grupo terrorista.

Si la política ya estaba polarizada, Vox e Iglesias están elevando el tono sin límite para movilizar a su electorado potencial. Uno y otro saben que sólo apelando emocionalmente a quienes un día les votaron, pueden impedir su irrelevancia post-electoral. Iglesias además ha logrado un objetivo de gran valor, situar al PSOE y a Más Madrid en su estela, al menos para condenar los hechos y acentuar así el bloque alternativo. No es el mejor escenario para los citados partidos, al privarles de desarrollar sus propios argumentos y programas, vinculándolos en una especie de Frente Popular que en nada les favorece. Tampoco es el mejor escenario para el PP. Su objetivo evidente, minimizar el voto de Vox se ha vuelto complicado pues nada favorece más a dicho partido que la confrontación absoluta, incluso con desprecio a los hechos, como se ha visto con los llamados menas (inmigrantes menores de edad no acompañados).

La política española profundiza cada día más en el antagonismo de bloques, con tristes ecos del pasado, exacerbada por las redes sociales y en parte por las tertulias políticas que escenifican un antagonismo artificial. Si los hechos que han provocado la última disputa, una carta amenazadora, son condenables, elevarlos a categoría absoluta no lleva a ningún lugar. Por desgracia la violencia, no sólo la amenaza, ha estado presente en la vida pública durante décadas, obligando a centenares de políticos a vivir con escolta. No deberíamos volver nunca a esa situación.

En MUNDIARIO hemos defendido que los llamados cordones sanitarios para aislar al extremismo son inútiles además de escasamente democráticos. Los argumentos de Vox, como los de Bildu o el nacionalismo catalán, deben ser combatidos con las armas de la política, razones y argumentos, sin complejos ni subterfugios. Quizás la actual política española, muy subordinada a las estrategias del aparato de los partidos, impide o dificulta que los políticos defiendan discursos más claros, mejor argumentados, con estilo más personal.

En términos de comunicación, Monasterio e Iglesias han modificado el curso de una campaña electoral que hasta ahora estaba marcada por la estrategia de Ayuso. Es lástima que Gabilondo y Mónica García, mejor posicionados que aquellos, no hayan conseguido imprimir otra dinámica más interesante aunque están a tiempo.

Nunca unas elecciones autonómicas suscitaron tal interés ni implicaron a tantos dirigentes ajenos a ellas: Sánchez, Casado, Arrimadas, Errejón, Abascal,  los nacionalistas catalanes y en el otro extremo Feijóo y Moreno, se verán obligados en mayor o menor medida a reconducir sus propias estrategias en función de los resultados madrileños. Los ocho días de campaña pendientes aún pueden deparar sorpresas. @mundiario

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