China irrumpe en la comunidad internacional

Xi Jinping, presidente de China. / RR SS
Xi Jinping, presidente de China. / RR SS
La UE ha superado todos los vetos que ponía EE UU a un acuerdo, ha vencido  sus miedos y recelos y ha entendido que sus intereses también están con China, que no es incompatible la amistad con China y la alianza con EE UU.
China irrumpe en la comunidad internacional

Es un tópico en nuestros análisis, occidentales, referirnos a la comunidad internacional, como el árbitro supremo de todas las decisiones correctas. Pero ¿quién es la comunidad internacional? ¿quiénes  conforman ese grupo privilegiado de países con autoridad ética y política para juzgar lo que es correcto o incorrecto en la forma de relacionarse entre sí los países o grupo de países?

Desde luego, en nuestros análisis, occidentales, parece que China está excluida de esa  “comunidad internacional”, o, al menos, no está incluida.

Parece que a China no se le deja mucho hueco en esa comunidad internacional. Se la mira con mucho recelo, demasiado diferente de “nosotros”, sea por su política, por su economía, por sus leyes... La queremos hacer como “nosotros”, pero no se deja... Y, tal como la vemos, no nos encaja.

Confucio dice: si consideras que debes estar en un lugar en el que otros no te dejan espacio, tienes dos opciones: espera, ya  te llamarán; o, entretanto, vete haciendo un hueco.       

Y China está siendo llamada ya por algunos y, al mismo tiempo, se va haciendo un hueco por sí misma. El ejemplo más reciente es que, al fin, tras años de negociaciones, firma un acuerdo de inversiones con la Unión Europea, “China-EU Bilateral Investment Treaty” (BIT), o “Comprehensive Agreement on Investment” (CAI), que ha exigido 35 rondas de negociación desde 2013; un acuerdo considerado como “la agenda más importante para las actuales relaciones China-Unión Europea” y el “marco institucional para la cooperación económica y comercial”, con  el objetivo de que produzca beneficios tangibles para los negocios y la sociedad de ambos lados.

China y Europa

China se compromete a levantar los límites en el accionariado de las empresas en los sectores del automóvil y las telecomunicaciones, facilitar el acceso al mercado financiero, bancario, de seguros, fondos de inversión y de futuros. Lo que, se espera, incrementará el interés de las empresas y los inversores de la UE en el mercado chino.

Y la Unión Europea se compromete a abrir a China  el sector de las comunicaciones y  una más amplia inversión en los sectores de la energía y de la alta tecnología.

No hay que olvidar que la Unión Europea y China suman casi un tercio del PIB global, lo que significa que este acuerdo garantiza la estabilidad de un tercio de la economía global; puede ser un estímulo para la economía de ambas potencias y  animar a  otros países a promover acuerdos similares. Con lo que se consolida el multilateralismo, la sana competencia y la globalización.

Por fin, la Unión Europea ha superado todos los vetos que ponía Estados Unidos a este acuerdo, ha vencido  sus miedos y recelos y ha entendido que sus intereses también están con China, que no es incompatible la amistad  con China y la alianza con Estados Unidos,  ya   socio no insustituible, ni excluyente, ni único;  que un acuerdo puede coexistir con  desacuerdos, incluso sistémicos. La unión Europea, al fin, parece se anima a romper su vínculo exciusivo, que parecía “sagrado” e intocable, con el atlantismo, y se abre, algo más, y con menos miedos, a China. 

Como todo acuerdo bien articulado, éste  beneficia a ambas partes: la Unión Europea podrá invertir más y con menos limitaciones en China, y lo mismo China en la Unión Europea. No cabe especular, como están haciendo los medios anglosajones y sus seguidores en España, sobre cuál de las partes ha cedido más, o sobre qué aspectos alguna de las partes debería haber cedido menos. Es un acuerdo entre dos grandes potencias, un acuerdo entre iguales, que se firma tras largas conversaciones y negociaciones y sobre un texto tan amplio como detallado. Como todo acuerdo bien articulado, beneficia a ambas partes.      

Washington no ha disimulado su disgusto y ha puesto en marcha a todos sus fieles seguidores mediáticos para alertar sobre la conveniencia de “contener” la emergencia de China, o sobre el riesgo para la “libertad” de los mercados, o para las posiciones de Estados Unidos frente a Irán, las monarquías árabes o Israel. Este acuerdo adquiere especial relevancia en el momento de cambio de la Administración de Estados Unidos, un cambio que está siendo tan turbulento y que puede impulsar algún cambio en la política de Estados Unidos en un mundo más multipolar. 

Y, quizá, tras este paso, la Unión Europea pueda acabar con el veto de Estados Unidos a que la Unión Europea se una al proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda, elimine el veto a Huawei..., o, quizá, se atreva a enfrentarse a las multinacionales estadounidenses, sobre todo las tecnológicas, y regule sus comportamientos comerciales y fiscales, haciéndole respetar las leyes europeas cuando actúa en territorio de la Unión.  Ojalá sea  un paso firme por parte de la Unión Europea hacia un entendimiento más profundo con China.

Desde que el documento de la UE, en 2018,  sobre su relación con China resaltó “la “rivalidad sistémica” entre ambos, esta expresión ha servido de coartada a los europeos sino escépticos para acentuar sus recelos, prevención o rechazo de China. Cortada sin fundamento:  “rivalidad” expresa la diferencia política profunda entre las dos potencias, significa que son dos mundos distintos y diferentes, que entienden y aplican de forma diferente los principios políticos éticos, o los derechos políticos; pero no tiene por qué significar negación de la autonomía de cada uno, ni  imposición de la política de uno al otro, como parece entienden los sino escépticos. La “rivalidad sistémica”, como diferencia real existente, no excluye la aceptación del otro, el respeto a su autonomía, ni mucho menos el diálogo para debatir, o incluso denunciar, mutuamente, las diferencias, en pie de igualdad, sin pedestal de superioridad.

Pasos en la UE

Hay, además, algunos  indicios en el mismo acuerdo para pensar que, desde la Unión Europea, se está dando un paso hacia un mejor entendimiento son su “rival” China. 

Y  se atisba otro indicio en la posición de la canciller Merkel por su gran interés en impulsar la firma de este acuerdo, antes de dejar la Presidencia de la UE y, antes, también, de la toma de posición del nuevo Presidente de EE.UU, Joe Biden. Es evidente que Alemania tiene grandes intereses comerciales en China: la industria automovilística alemana acaba de invertir 1.000 millones de euros; su grandes empresas química están muy implicadas en el mercado chino; el empresariado alemán, en general, es más proclive, en este momento al mercado chino que al estadounidense. Pero las declaraciones de Merkel van más allá, subrayando el interés geopolítico de China en relación con el cambio climático y otros grandes temas de gobernanza global; Alemania, quizá,  puede tener aún un cierto poder mediador entre Estados Unidos y China, si hubiera más opiniones como las de Merkel, o hubiera más políticos que avanzan, como lo ha hecho ella, del sino escepticismo o rechazo, a la aproximación y el diálogo geoestratégico.

Pero esta  mayor aproximación a China no es compartida aún en la Unión Europea ni por sus dirigentes políticos, ni por sus parlamentarios. Tampoco, del todo, en Alemania: según un estudio del Pew Research Center, en el 71% de los alemanes prevalece una visión negativa de China. ¿Y en España? No conozco ningún estudio similar, pero, a juzgar por la expresión cotidiana de nuestros medios y sus más conocidos y seguidos líderes de opinión, no parece que la percepción que se tiene de China sea más positiva.

El acuerdo, sin embargo,  va a ayudar a que la Unión Europea vaya incluyendo a China en la comunidad internacional, como un miembro más; como un actor con el que contar, un actor imprescindible para la gobernanza global. Pero China “no nos encaja” todavía en la comunidad internacional porque –muchos aún piensan-   no   sigue nuestros principios, no  abandona su política “diferente”, no deja de ser “rival”. O sea, quizá no la excluimos, pero tampoco la incluimos todavía en la comunidad internacional. 

Y nos encontramos con que China irrumpe, ha irrumpido fuertemente en esta comunidad internacional con grandes acuerdos con Asean, OCS, Africa entera (casi la mitad de la población mundial)... y lo reitera con  los más recientes, como el que estamos comentando de inversiones con la Unión Europea, o el Mercado Común con toda Asia Oriental, Australia y Oceanía (15 países y 2.200 millones de personas), o el Proyecto de la Nueva Ruta dela Seda (OBOR), ya firmado por 138 países, 30 organizaciones internacionales, con 200 documentos de adhesión. 

¿A qué espera la Unión Europea para también sumarse a esta serie acuerdos multilaterales? ¿A que el nuevo Presidente levante el veto de Estados Unidos a China? @mundiario

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