Chimérica: pandemias y telón digital
Es importante enfatizar que la frontera entre lo comercial, lo tecnológico y la seguridad nacional se ha vuelto paulatinamente más y más difusa en lo relativo al mundo digital (5G, IA, big data, sistemas operativos). Porque hoy con estas tecnologías se puede poner en serio peligro la seguridad militar, de abastecimientos, logística, etc. Se puede poner patas arriba la soberanía nacional que los cosmopolitas de la globalización daban por superada en la fase chimericana de abducción neoliberal.
Este vínculo, entre la información y lo digital, resitúa en primer plano de actualidad una de las máximas del arte de la guerra según Sun-zi: “La información es la esencia del arte de la guerra; los ejércitos dependen de ella para realizar el más mínimo de sus movimientos”.
Porque esto es así, desde el año 2000 China está posicionando sus propios gigantes digitales como Tencent (redes sociales), Alibaba (comercio electrónico) o Baidu (buscador). Persigue una soberanía efectiva en su big data, ambiciona liderar la Inteligencia Artificial, lidera la inversión mundial en computación cuántica y cuenta con decenas de miles de censores ocupados en evitar la piratería industrial (Great Firewall of China - Cortafuegos o Telón Digital) así como con un satélite cuántico lanzado en 2016 que supondrá un avance disruptivo en criptografía.
En resumen, regresan de nuevo a primer plano las fronteras más cruciales: las tecnológicas. Fragmentación y regreso que se acelera a ambos lados de un emergente Telón Digital, tanto con la presidencia post-democrática de Trump, como con una muy acelerada reacción desde la China de partido único. Siendo así que lo digital parece tomar el mando a ambos lados del Telón.
Telón digital (por ejemplo para el control interno y la hegemonía social) que también condiciona el control externo como espacio vital (defensa y aprovisionamientos: crudo, gas natural, alimentos, minería…).
Aunque nunca dejase de ser cierto que para los dirigentes comunistas chinos la prioridad absoluta se sitúa en lograr el desarrollo socioeconómico sin provocar una quiebra de la estabilidad política del régimen, en otras palabras, su principal preocupación estratégica no se encuentra en el nivel mundial sino en el ámbito interno de su propio país. No lo es menos que, cada día que pasa en mayor medida, para mantener estable el ámbito interno (empleo creciente, menos pobreza, paulatino consumismo) dada la escala de sus obligados aprovisionamientos mundiales, no le queda más remedio a China que tener preocupaciones mundiales. Más si tenemos bien presente que Estados Unidos nunca ha dejado de defender su hegemonía en declive en Asia, como área de influencia o espacio vital. Siendo así que, según Xulio Ríos, China debe construir en paralelo su muy específica hegemonía: “China tiene frente a Japón la ventaja de que su diplomacia puede ir mucho más allá del poder blando o los programas de ayuda, características que determinan la imagen de Tokio en el mundo, pudiendo movilizar en mayor medida su poder económico, financiero o militar”.
Uno de los formatos utilizados será el de los ARC (acuerdos regionales de comercio), de los que China estaría negociando once y considerando la negociación de otros tantos en 2017. Sobre todo como prestamista de los llamados países emergentes y de los localizados en la nueva ruta de la seda. Sin olvidar otras instituciones multilaterales como ASEAN-China o el Banco Asiático de Desarrollo.
El creciente espacio vital de China, y el declive del de los EE UU, se rotulará ya a la altura del año 2017 por la administración norteamericana como una amenaza para Occidente, o, al menos, se califica como competidor estratégico a escala global. Lo que obligaría a posicionarse en uno u otro lado del Telón Digital a cualquier país del mundo.
En este punto las llamadas GAFAM (Google, Facebook, Amazon, Apple, Microsoft) norteamericanas y hegemónicas, explicarían por qué Whatsapp, Facebook, Instagram o Youtube está bloqueadas por el gobierno chino, y por qué (en el horizonte del 5G, la IA y el big data) ese gobierno ha tomado la muy singular decisión de erradicar el hardware y software occidental en todos sus organismos públicos antes de finalizar el año 2022. Un telón de precaución. Ahora no de acero o de hormigón, pero sí digital. También contraponiendo Baidu frente a Google, o Tmall-Alibaba frente a Amazon.
Según la analista Keyu Jin esta senda de colisión estaría siendo alimentada por un “sentimiento antichino en la sociedad norteamericana y la hostilidad antinorteamericana que se está extendiendo en la sociedad china”. Cierto que no solo en Estados Unidos dicha deriva es creciente. También las percepciones de la población de la Unión Europea sobre la globalización asiática y de las nuevas tecnologías se comprueba que son pesimistas, amenazantes y preocupantes. En Alemania o Francia más de dos tercios de la población considera que su vida será peor dentro de veinte años, lo que reclamaría un acuerdo general sobre la necesidad de protegerse contra los efectos de la globalización económica.
Tal fragilidad y vulnerabilidad occidental, derivada de la globalización-deslocalización hacia el Pacífico, podría ser explotada por India o China. Países que, por ejemplo, controlan a día de hoy la producción mundial de principios activos farmacéuticos (APIs) (paracetamol, Ibuprofeno, amoxicilina,…). Pues, si bien hasta el año 1995 el 90 por ciento de esos APIs se elaboraban en Occidente, en la actualidad el 80 por ciento ya se elaboran en China e India.
La crisis sanitaria y económica mundial del año 2020 aceleraría y haría emerger todas estas fragilidades. Ya que los quince días de enero de pasividad-ocultación en China, abrieron una ventana de difusión global del covid-19 que provocaría un cataclismo mundial -económico y social- sin precedentes.
Por un lado las fragilidades relativas a la relocalización de cadenas globales de valor para evitar dependencias (vulnerabilidad) de aprovisionamientos críticos e importar desempleo. También al hacer visible una vulnerabilidad occidental extrema en antibióticos (China-India) o en tierras raras, así como la de China en los recursos energéticos que necesita importar.
Al mismo tiempo se pondrían muy rápido de manifiesto las fortalezas de China para enfrentar eficazmente la pandemia. Pues el Gobierno Central de Pekín haría prevalecer ya en febrero el interés general sanitario y económico, forzando un cierre de fronteras con el exterior y un confinamiento estricto y masivo de la población en las provincias más afectadas. Con el añadido de una vigilancia digital que suspende los derechos a la privacidad y a la intimidad y hace posible un seguimiento en tiempo real de los brotes víricos y sus contactos.
Tres medidas, sobre todo la última, más problemáticas de adoptar con agilidad en entornos donde es necesario que las instituciones democráticas aborden decisiones que limitan los intereses y los derechos individuales (o de sectores o empresas) en aras del bien común o del interés general.
No siendo menos cierto que también se hizo evidente el que China sin la actual globalización económica y de los mercados no podrá mantener el particular contrato social con el que viene sacando de la pobreza a millones de personas. Un primer síntoma lo tuvimos en mayo de 2020 cuando, por primera vez, el Congreso del Pueblo no llegó a fijar un objetivo de alto crecimiento económico. @mundiario
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