Ya se está perdiendo la cuenta de las manos negras sorprendidas en flagrante blanqueo

España es el segundo país donde más aumenta la percepción de corrupción.
Reacción ante la corrupción.

Días después del 85 aniversario de la proclamación de la II República no podemos sino exclamar qué tiempos aquellos, cuando el escándalo del “straperlo" se convirtió en sinónimo de fraude.

Ya se está perdiendo la cuenta de las manos negras sorprendidas en flagrante blanqueo

No solemos escribir sobre corrupción porque. si lo hiciésemos, no habría día sin línea roja en nuestra columna bajita.

La “alerta negra” está provocándola en penúltima ola la tromba insular del ministro de Industria, ahora ni en funciones, y sus tesoros ocultos en el fondo del Canal de Panamá.

Como hace tiempo que perdimos la cuenta transparente de las operaciones con nombre a lo Bond, tampoco esta vez vamos a pasar lista. ¿Cómo hacerlo si la de esos 2.000 españolitos pescados bajo bandera de conveniencia, no se ha hecho pública en su integridad? Publíquenla, sin excluir ni a titulares, sociedades ficticias, agentes, intermediarios, testaferros y demás louza.

Y eso sólo apuntando con el triángulo digital en el mapa de los paraísos fiscales.

Por cierto, no sabemos dónde cada uno de ustedes tiene su cuenta secreta. si en Andorra, en Luxemburgo, en los Emirates, en el Principado de Mónaco, en Suiza, en la Isla de Jersey, como Soria… quién sabe si hasta en la Ciudad del Vaticano.

Súbditos de los mercados del mundo entero, recordemos pese a todo cuanto nos pese, aquello del romano Marco Tulio Cicerón, de que mejor la corrupción de corrupciones, que las tiranías aún más corruptas e invisibles.

Luego de darle vueltas y mas vueltas a las ruedecillas de las cajas fuertes, pues la combinación no está a nuestro alcance, hemos pensado en pasarnos al colchón-cofre, cuya existencia no nos fue revelada hasta hace muy poco.

Cuatrocientos años atrás años ya lo decía Miguel de Cervantes: “¡Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos dieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad  de hierro tanto se estima, se alcanzase aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío (…). Todo era paz entonces, todo amistad.”

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