Fines del siglo XX – fin de 2014: el premiado disfraz del capitalismo

El grado de refinamiento del capitalismo – término, por cierto, en desuso por política y socialmente incorrecto – al cumplir su tercer fin de siglo es tal, que ha logrado disfrazar sus vicios en virtudes.
El grado de refinamiento del capitalismo – término, por cierto, en desuso por política y socialmente incorrecto – al cumplir su tercer fin de siglo es tal, que ha logrado disfrazar sus vicios en virtudes y aun erigirlos en leyes consensuadas antes o después.
Así, el principio democrático se confunde con el liberalismo como si éste fuese inmanente a aquel.
El mismo liberalismo, en puridad, se confunde no ya con el liberalismo económico, sino, con el monopolismo y el oligopolismo de la gran burguesía.
La pequeña burguesía, lejos de proletarizarse en masa, ha visto cómo se le incorpora, pequeñoaburguesándose el proletariado, aunque éste conserva todavía actos reflejos que lo inducen a aferrarse a la defensa de lo que un tiempo se llamó conquistas sociales, y en consecuencia las nuevas y amplias clases medias insisten en conciliar las delicias de oferta en el mercado con la planificación y la previsión del futuro a medio y largo plazo.
Pero el capitalismo ha llegado aún más lejos en su doblez, acaso haciéndola incluso inconsciente: los efectos de la indefectible secuencia salarios en alza –reducción de capital variable (sustituido por capital constante) – mano de obra barata por superabundancia de parados … se factura a las alegrías del welfare State, es decir, las víctimas del paro y del subempleo serían los victimarios de sí mismos y a la plusvalía generada por la fuerza de trabajo viene a sumarse primero la del homo emttor, cuyo salario se convierte en nueva plusvalíaa a través del sistema crediticio circular, y luego la de los recortes de los salarios residuales de las clases pasivas, que aun encima amenazan con provocar la bancarota del sistema, pues constituyen una carga irresistible tanto por su costo directo como por las prestaciones asociadas a la longevidad.
No hemos desembocado, con todo, en el sofisma nuclear de esta sociedad de dominio convencida de haber hallado su fórmula mágica de perpetuación de sí misma.
Si el leninismo convirtió el método de análisis marxista en una escatologíaa mesiánica y la dialéctica en un dogma antidialéctico – fin de las clases, fin del Estado -, desde un sedicente control de las leyes sociales, el capitalismo actual ha transformado al cuco Proteo del mercado en necesidad científica.
Sin perjuicio del margen de inexcrutabilidad connatural a toda providencia.
¿Quizá con su corte de crisis plurales y su innombrable nombre: “Crack”?