Siempre hemos tenido a Cataluña y a los catalanes por sensatos...

Mariano Rajoy y Artur Mas. / Mundiario
Mariano Rajoy y Artur Mas. / Mundiario

Es curioso que los que están predispuestos a la rebelión frente al Estado de Derecho acusen a los leales, a quienes lo defienden, de agredirles, según comenta este profesor.

 

 

Siempre hemos tenido a Cataluña y a los catalanes por sensatos...

Es curioso que los que están predispuestos a la rebelión frente al Estado de Derecho acusen a los leales, a quienes lo defienden, de agredirles, según comenta este profesor.

Hace años, Norbert Bilbeny escribió un libro que sigue teniendo especial vigencia, sobre todo si lo aplicamos al universo de la política, y particularmente a la política de los gobernantes actuales de Cataluña. En esencial el libro, titulado El idiota moral, es un análisis de la figura del hombre inteligente que se manifiesta como si fuera idiota. Claro que Bilbeny tira por elevación y se refiere en general a lo que llama la banalidad del siglo XX como enfermedad de nuestra época, que se prolonga en nuestros días. En su contenido profundo, el autor se dedica a desmenuzar en este sorprendente tipo de personalidad la peor tragedia del siglo XX: el exterminio metódico. El libro describe con minuciosidad dos figuras: la del genocida y el psicópata, asesinos a sangre fría con sólo una diferencia de escala.

Precisamente, el sentido de la responsabilidad moral fue uno de los núcleos de la responsabilidad de los personajes en segundo plano de en el régimen nazi, ante los alegatos de los abogados defensores de que los subalternos sólo cumplían órdenes, pero el tribunal resolvió que eso no les libraba de la responsabilidad moral de sus actos.

¿Y por qué traigo esto a colación? Me explicaré: Un mero repaso a la prensa diaria, y no digo nada si se sintoniza TV3, nos brinda la ocasión de comprobar la serie de personajes diversos que aparecen en escena con el mismo discurso: unos dicen que, llegado el caso, Europa no permitirá que España aplique el artículo 155 de su Constitución y, en consecuencia, suspenda la Autonomía de Cataluña; otros, advierten y amenazan directamente al Estado, a España, esto es, al conjunto de los españoles, si el Gobierno aplica la Ley.

Parece que la idiotez moral se ha extendido como una plaga en determinados ambientes de la sociedad catalana, alimentado desde el la Generalitat y sus consocios en la aventura hacia la nada, ahora emprendida. Buena parte de estos sujetos son cargos públicos. Y no les llamo “autoridades”, porque no la tienen, en sentido romano, sino mero poder, en lo que sea…

Es curioso que los que están predispuestos a la rebelión frente al Estado de Derecho acusen a los leales, a quienes lo defienden, de agredirles. Recuerda aquella barbaridad jurídica de los procesos por “rebelión” al que fueron sometidos los militares y los paisanos, acusados en este caso de “auxilio a la rebelión”, leales a la II República y que para mayor escarnio fueron juzgados con el Código de Justicia Militar republicano. El propio Serano Súñer, andados los años, reconoció, como jurista, que aquello fue monstruoso.

Siempre hemos tenido a Cataluña y a los catalanes por sensatos.  Quiero insistir en que a estos pregoneros de la imposible independencia por el método elegido (por otro, veremos, porque ahí opinaremos todos) sólo les falta invocar la diferencia étnica, esa en la que cree el Oriol Junqueras. Hay que entender que este personaje, al considera que los catalanes tiene mayor analogía racial con los franceses que con lo que él llama “los españoles”, a quienes nos emparenta con los portugueses. Ellos serían de la estirpe de los francos, o sea de los primeros “charnegos” propiamente dichos, importados de Francia en el periodo carolingio para repoblar los condados de la –mecachis en la mar- “Marca hispánica”.

Y hay que volver a recordar que los catalanes no son los descendientes de esos inmigrantes franceses, sino todos los españoles con nacionalidad de tales, con domicilio fiscal y vecindad civil en Cataluña, a quienes se aplican las peculiaridades del derecho civil foral catalán, el Estatuto y, obviamente, el resto de las leyes generales del Estado, empezando por la Constitución.

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