Cataluña tiene y tendrá solución, tampoco es el principal problema del planeta

Parlamento de Cataluña.
Parlamento de Cataluña. / Mundiario

Parece complicado arreglar el problema catalán pero en el mundo se han resuelto –positivamente– asuntos más complejos y con más intereses en juego. Hay ideas que pueden ser compartidas por los bloques en conflicto, si se quiere buscar una salida y dejar atrás la conllevanza.

Cataluña tiene y tendrá solución, tampoco es el principal problema del planeta

En medio de un sinfín de declaraciones de políticos que disputan los votos como mejor pueden, de cara a las elecciones generales del 10 de noviembre, la gente –mucha gente– sigue preguntándose qué es lo que hay que hacer ahora en Cataluña, tras la sentencia del Tribunal Supremo y las reacciones pacíficas y también violentas de distintos grupos de independentistas. La propia pregunta –reiterada a diario– prueba que la clase política no está dando una respuesta. O al menos una contestación convincente, pragmática y realista.

Sería una osadía la audacia de dar una respuesta en esta coyuntura política tan adversa, pero tal vez no lo sea tanto aportar algunas ideas, asumibles por una gran mayoría, sin olvidar que la aplicación de la ley por los tribunales es una de las esencias de la democracia, nos guste o no el fallo judicial en cuestión.

La primera idea sería que, sea cual sea la salida, debe ser en ausencia de violencia y en el marco constitucional, a sabiendas de que éste puede modificarse. Si todas las partes implicadas asumen este elemental principio democrático, ya habríamos avanzado mucho.

La segunda propuesta podría ser una reflexión autocrítica de las partes en conflicto durante un tiempo prudencial; por ejemplo, hasta la formación de Gobierno en España y en Cataluña, en caso de que Quim Torra acceda a la convocatoria de nuevas elecciones autonómicas. El presidente Pedro Sánchez ya ha dado por hecho que la crisis será larga.

En esos dos supuestos, quienes formen gobierno podrán pactar el programa de la negociación decisiva, a sabiendas de que ambos bloques deberán asumir concesiones. De lo contrario, no habría negociación sino imposición.

En el mundo existen suficientes modelos federales y confederales para encontrar alguno que alumbre el camino. En buena lógica, cabe buscar un modelo propio, útil para 30 ó 40 años, como lo fue la Constitución española del 78, pero en el peor de los casos España estaría adoptando un modelo de éxito probado en otra gran democracia, ya que casi todos los países federales suelen estar entre los más avanzados.

La tercera y última propuesta se refiere a algo de lo que poca gente habla: la economía. No solo para diseñar un nuevo modelo de financiación autonómica, sino para revisar otras muchas cosas, de modo que los grandes grupos económicos de Madrid y Barcelona asuman la conveniencia del pacto entre ellos en asuntos como la contratación pública del Estado, el poder financiero, el sector energético y otros estamentos donde algunas familias españolas se mueven como pez en el agua desde los tiempos de Franco.

Banderas independentistas en una manifestación en Cataluña. / MundiarioBanderas independentistas en una manifestación en Cataluña. / Mundiario

Cabe descartar estas tres grandes ideas y sustituirlas por otras similares, pero lo que no cabe es no hacer nada y progresar hacia el choque de trenes. Porque en ese caso, ambas partes perderían mucho más que negociando con inteligencia política y económica.

Nadie con sentido común y un poco de conocimiento de las estrategias políticas y económicas de España y Cataluña puede decir que todo esto sea fácil. Pero tampoco imposible. En el mundo se han resuelto de manera positiva asuntos mucho más complejos y con muchos más intereses en juego. ¿O no? @J_L_Gomez

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