Cataluña no puede seguir dividida en dos bloques, dice El Periódico

Pere Aragonès. / Mundiario
Pere Aragonés. / Mundiario

Para El País, el éxito del PSC y la resistencia del independentismo marcan el 14-F.

Cataluña no puede seguir dividida en dos bloques, dice El Periódico

ERC está cerca de conseguir por primera vez la presidencia de la Generalitat de Cataluña, tras la recuperación de la democracia en España. Pero Cataluña no puede seguir dividida en dos bloques, dice El Periódico de Catalunya en su editorial de este lunes, tras el 14-F. Por su parte, El País destaca en su editorial que el éxito del PSC y la resistencia del independentismo marcaron las elecciones al Parlamento de Cataluña. Corresponde ahora a los partidos buscar una fórmula de gobernabilidad, si bien ya parece seguro que Pere Aragonés será el futuro presidente del Govern.

Cataluña, ante un escenario abierto

EL PAÍS / EDITORIAL

Las elecciones autonómicas catalanas han dejado un escenario muy abierto para la gobernanza de la Generalitat. Otorgan la victoria como primer partido a los socialistas del PSC (PSC-PSOE), tanto en voto popular como en escaños, en este último baremo empatados con Esquerra Republicana. La candidatura del exministro de Sanidad, Salvador Illa, se ha impuesto, pero en un marco en el que el independentismo ha reforzado su mayoría en escaños en el Parlament. Pese a la difícil perspectiva para lograr una mayoría de gobierno, el exministro de Sanidad anunció antes de la medianoche su intención de presentarse a la investidura como futuro presidente de la Generalitat. Evitó así el pasado error de Inés Arrimadas, quien como líder triunfante de Ciudadanos en 2017 rehuyó los difíciles retos asociados a su victoria en un efervescente escenario hostil. Plantó cara así al veto anunciado y firmado en la fase final de la campaña —en un documento sectario y excluyente— por los grupos independentistas.

El segundo puesto obtenido por Esquerra, aunque con mínima ventaja ante Junts per Catalunya, cambia los equilibrios en el independentismo. Permite a los republicanos revertir su tradicional sumisión al nacionalismo conservador más corrupto, así como encabezar el intento de los independentistas de mantener el Govern, en detrimento de Junts —la heteróclita agrupación más partidaria de una secesión unilateral—, compuesta por el ex president fugado Carles Puigdemont y su rival Laura Borràs. El voto constata la resistencia de las creencias secesionistas en la sociedad catalana. Pero los alardes por haber superado el 50% del voto popular como eventual coartada para intentar legitimar otra operación ilegal y rupturista capotan ante el descenso de unos 25 puntos en la participación. Así que pretender avanzar hacia una declaración unilateral de independencia con un apoyo de menos de un tercio del censo sería, además de ilegal, un disparate bajo cualquier punto de vista. Cataluña necesita alejarse de esa perspectiva de aventurismo unilateral. El modelo de gobernanza bipartito Junts-Esquerra, simbolizado en el justamente olvidado mandato de Quim Torra, ha dado de sí toda la parálisis y esterilidad del que era capaz. La necesidad de acudir al apoyo de los anticapitalistas de la CUP para rearmarlo, en aras de mantener las posiciones de poder, no le otorgaría per se ni más estabilidad ni mayor coherencia.

Pero las escasas posibilidades de obtener alianzas por parte de los socialistas, y las vacuas expectativas de sus dos principales rivales de ofrecer un nuevo modelo de gestión, no desacreditan operaciones legítimas de intentar fraguar un ejecutivo de nuevo tipo. Para abrir una nueva era más positiva para Cataluña, que sirva para superar la parálisis gubernamental, el deterioro institucional, y su decadencia económica. En este sentido, convendría iniciar una fase de reflexión que calme los ímpetus de campaña y replantee todas las posibilidades.

Del balance del 14-F destaca un elemento particularmente mortificante para la democracia liberal, y para la más global escena política española. No es otro que el ascenso de la derecha populista extrema de Vox, y la consiguiente derrota, en términos aplastantes, de la derecha conservadora (PP) y liberal (Ciudadanos). Pero no es indispensable concluir que esa ecuación se haya convertido en sistémica. De ninguna manera. Todo indica que ha concurrido un voto táctico, sobre la presunción de que una oposición dura, incluso de modos intolerantes, era la receta más eficaz para contrarrestar la insurgencia secesionista. Esto, de todas formas, tendrá repercusiones en clave nacional.

La ciudadanía ha hablado. Corresponde ahora a los partidos buscar una fórmula de gobernabilidad. Es evidente que la etapa anterior ha arrojado resultados nefastos. Es de esperar que se extraigan las debidas consecuencias en el interés de la ciudadanía catalana.

Ganan la izquierda y el diálogo

EL PERIÓDICO DE CATALUNYA / EDITORIAL

Las elecciones catalanas más extrañas, celebradas en plena pandemia y con unas medidas de prevención fuera de lo común, le dieron la victoria a la izquierda: el PSC de Salvador Illa se impuso por voto popular y empató a escaños con ERC, lo cual supone un espaldarazo del electorado a las dos formaciones que, con muchos obstáculos y a menudo por senderos tortuosos, han impulsado la mesa de diálogo para hallar una salida al conflicto político e institucional de Catalunya. Con una participación muy baja, el 'efecto Illa' llevó al socialismo catalán a la anhelada victoria y el independentismo demostró una vez más su fortaleza en las urnas (ERC, Junts y la CUP sumarían mayoría absoluta holgada en una de las posibles combinaciones de pactos). La peor noticia del resultado electoral es sin duda la irrupción de Vox en el Parlament: la extrema derecha logró más escaños que la suma del PP y Cs, un hecho que puede tener profundas implicaciones en el mapa político español. La llegada de Vox obligará a la democracia en Catalunya a encontrar la forma de tratar a un partido que socava las instituciones y el juego democrático.

La complejidad política catalana volvió a hacerse patente en las urnas. El bloque independentista y el opuesto a la separación de España siguen siendo homogéneos e inmunes al trasvase de votos (el independentismo superó el 50% de los votos con una baja participación). Los cambios se produjeron en la correlación interna de fuerzas, y ahí la izquierda salió mejor parada. En la eterna batalla por la hegemonía independentista, ERC logró finalmente vencer a Junts, mientras que en el otro bloque el PSC arrambló con la mayoría de los restos del naufragio de Cs. Los partidos de derecha de ámbito español (PP y Cs) se hundieron, y en cambio Vox logró un resultado espléndido. En el otro extremo del eje nacional e ideológico, la CUP dobló sus escaños.

Así las cosas, ERC es el partido clave del nuevo Parlament. Números en mano, hay dos mayorías de gobierno posibles: repetir el Govern independentista de la pasada legislatura (ERC y Junts, con el apoyo de la CUP) o un acuerdo de izquierdas con el PSC, ERC y unos ‘comuns’ que han logrado mantener el tipo pero no consiguen despegar como partido clave en el escenario político catalán. Ambas fórmulas son complejas. La coalición ERC-Junts ha demostrado estos últimos años ser sumamente inestable, y la presidenciable de la formación de Carles Puigdemont, Laura Borràs, ya dijo en su momento que no aseguraba sus votos para investir a Pere Aragonès. Una fórmula que configure mayoría de izquierdas tampoco es fácil de construir, ya que PSC y ERC se han manifestado en público en contra de formar un Gobierno de coalición, una posibilidad que los ‘comuns’ secundan abiertamente. Pese a ello, PSC y ERC deben dialogar. Llega el momento de que cada uno de los partidos exploren las fórmulas de gobernabilidad posibles y busquen la constitución de pactos estables amplios y transversales. Catalunya no puede seguir dividida en dos bloques.

En unas circunstancias difíciles por la pandemia, el Govern, los ciudadanos que formaron las mesas electorales y los servidores públicos implicados en la cita electoral dieron un ejemplo de trabajo y organización para lograr que estos comicios fueran normales en unos tiempos que no lo son. Su ejemplo de responsabilidad debe guiar ahora a los partidos para que la negociación política no derive en un bloqueo que Catalunya no se merece. Las urnas abren una oportunidad que no debe desaprovecharse.

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