¿Nacionalismo o legalidad civil en Cataluña?

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Fotograma de Los últimos de Filipinas con Luis Tosar al frente.

¿No sería más interesante establecer a comienzos del siglo XXI las bases de la ruptura con los límites nacionales y convertirnos en ciudadanos?

¿Nacionalismo o legalidad civil en Cataluña?

Al observar estos días la división al interior de la sociedad catalana que asume dos maneras diferentes de entender la Ley y el posicionamiento con respecto a la inserción en el Estado y la Globalización, he decidido regresar a conceptos antiguos pero no desaparecidos.

Dirá Fernando Savater, el propio nacimiento del nacionalismo es filosófico. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, durante el romanticismo, nace esa idea de que los pueblos tienen una esencia, de que son realidades inmutables, con una personalidad definida. Este nacionalismo filosófico dio lugar a esa especie de espíritu del pueblo que llevó a esas cosas atroces que ya conocemos.

Y ahora, dos siglos después, ¿cuál es la filosofía del nacionalismo? Ahora es una forma de buscar ventajas políticas. Casi todas las regiones en todos los Estados se benefician del apoyo del resto del país, y en un momento, aquellos que van ganando y llegan a un mejor desarrollo dicen: «Nos independizamos, nos quedamos con lo nuestro y lo demás lo repartimos a medias». Es un pensamiento de rico: «Si yo me puedo pagar lo mío, ¿para qué voy a pagar lo de los demás?» Se esconden en el nacionalismo lo que, en el fondo, son defectos de otro tipo”.

Aunque el nacionalismo también responde a un abierto deseo de las sociedades más ricas de evitar compartir los resultados de la Globalización y el crecimiento desigual. Esta manera de volverse sobre sí y desligarse de las responsabilidades globales conlleva el riesgo de futuras guerras con sus vecinos. Lo contrario es el actual proceso histórico, tal vez mejorado con el federalismo, en el cual los contrapesos y apoyos solidarios hacen responsables a todos de las dificultades de la sociedad globalizada, y plantean los desacuerdos en un marco interdependiente.

En esta constelación de Estados (y no olvidemos de ciudades) que formará la globalización uno puede preguntarse si los conflictos próximos se resolverán en núcleos pequeños de aguerridas tribus que se parapetan en himnos, banderas, e himnos cargados de revancha, o núcleos grandes que permiten espacios de libertad re-glamentados.

¿Es nuestro sino la tribu? Los españoles –y los catalanes- la hemos practicado desde la Guerra Civil pasando por la Dictadura Franquista. ¿No sería más interesante establecer a comienzos del siglo XXI las bases de la ruptura con los límites nacionales y convertirnos en ciudadanos? O, ¿debemos seguir detrás de aquellos que juegan aun con estampitas de ilusión y fantasía para mostrar sueños que establecen la diferencia y suponen los peligros del enfrentamiento futuro, al estilo de diferentes tribus?

¿Qué significa insistir que el Tribunal Constitucional esta deslegitimado para actuar? En este contexto es regresar a una ley propia que no acepta el ordenamiento federal de los últimos años. Luego, es insistir en un enfrentamiento que mantendrá a la tribu detrás de la bandera hasta haber atravesado el largo enfrentamiento civil; para regresar de aquí a una década a la comunidad de naciones una vez re-ordenado el espacio ideológico de la propia comunidad.

Nos preguntamos ¿aceptaremos sin más el dominio nacionalista al interior de la sociedad catalana de una mayoría que atropella los derechos de una minoría, o llegaremos a un pacto que salde los demonios del siglo XIX?

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