Cataluña, hacia un diálogo donde se asuma que nadie posee la razón en exclusiva

Manifestación constitucionalista en Barcelona. / RR SS
Manifestación constitucionalista en Barcelona. / RR SS
El Estado puede facilitar cauces de entendimiento, abriendo un abanico de posibilidades que podrían incluir el diseño de una segunda Transición y la reforma de la actual Constitución que, tras décadas de vigencia, puede no adecuarse en todos sus extremos a los nuevos tiempos.
Cataluña, hacia un diálogo donde se asuma que nadie posee la razón en exclusiva

La democracia permite delimitar con justicia ocurrencias y transgresiones a las normas establecidas de común acuerdo. ¿Represión? O reprensión, y el castigo que lleva aparejada la desobediencia judicial y el evidente atentado al orden constitucional que supuso un referendum que pudiese justificar una república, con base a lucubraciones que a muchos nos recordaban las de Pirandello en sus obras de teatro o, en todo caso, traducían emocionados anhelos que, faltos del necesario sostén, estaban destinados a topar de bruces con la realidad.

Reza el aforismo que nunca se va tan rápido como cuando no se sabe adónde se va. Tal parece ser el caso y,  como resultado del mismo, de querer ser trueno a quedar en sollozo, por remedar el verso. Después, y tras la sentencia, los palmetazos por ambas partes: injusta y por tanto solo cabe la amnistía (también la verdad se inventa), mientras que desde el Estado y tras la injustificable decisión del PP, años atrás, respecto al estatuto de esa comunidad, se ha hecho evidente la incapacidad para reconducir la situación y restañar la rencorosa herida mediante un diálogo donde se asuma que nadie posee la razón en exclusiva. 

A día de hoy, parece obvio que el Estado español debe, por la responsabilidad que le es exigible, facilitar cauces de entendimiento, abriendo un abanico de posibilidades que podrían incluir el diseño de una segunda Transición y la reforma de la actual Constitución que, tras décadas de vigencia, puede no adecuarse en todos sus extremos a los nuevos tiempos. En cuanto a esa casi mitad de catalanes en proceso de duelo y velatorio, con seguridad advertirán en un futuro no lejano que el tesón puede ser a un tiempo alimento de su creciente frustración y, al igual que no hay derrotas o victorias que puedan considerarse definitivas, tampoco los duelos e irritaciones duran siempre y suelen derivar en melancolía por lo que pudo haber sido de modificarse, siquiera parcialmente y a tenor de sus propios errores, los objetivos. Y es que, en palabras de Winston Churchill, por muy buena que parezca la estrategia conviene, de vez en cuando, echar un vistazo a los resultados. @mundiario

Comentarios