Casado no podrá alejarse del centro si, además de presidente del PP, quiere ser presidente del Gobierno

Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo y Elena Muñoz. / PP
Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo y Elena Muñoz. / PP

Para sus competidores electorales, Casado significa una amenaza; sobre todo para Albert Rivera, cuyo perfil personal e ideológico tendrá ahora más dificultades para diferenciarse. Para Pedro Sánchez, tal vez no resulta tan inquietante que emerja Pablo Casado.

Casado no podrá alejarse del centro si, además de presidente del PP, quiere ser presidente del Gobierno

Pablo Casado, flamante presidente del PP, un partido básico del sistema democrático español, se hizo con el poder interno en su organización frente a Soraya Sáenz de Santamaría, a la que se comprometió a integrar. Parece que ella no acaba de creérselo.

A primera vista, gana un político joven, de otra generación –Aznar y su sucesor, Rajoy, eran de la misma–, que dará un giro, se supone que a la derecha, aunque condicionado por la influencia del voto de centro, que no podrá perder de vista si, además de ser presidente del PP, quiere ser presidente del Gobierno.

Casado no llega solo. El apoyo de los compromisarios afines a otros candidatos en las primarias –singularmente los de María Dolores de Cospedal– condicionarán su estrategia política, que tampoco será ajena a otra influencia importante, la de Alberto Núñez Feijóo, de perfil más moderado que el propio Casado y Cospedal. La presencia del coruñés Diego Calvo, presidente de la principal organización provincial de los populares gallegos, seguramente no pasará inadvertida en esta nueva singladura del PP.

De puertas adentro, a Pablo Casado le aguarda también un trabajo de integración de otras sensibilidades, evitar más problemas con la controversia sobre sus estudios y esquivar los lastres de un partido tocado por la corrupción, con un rosario de juicios pendientes. No será tarea fácil, si bien él puede sentirse ajeno a esa etapa negra del PP de Mariano Rajoy.

Para sus competidores electorales, Casado significa una amenaza; sobre todo para Albert Rivera, cuyo perfil personal e ideológico tendrá ahora más dificultades para diferenciarse. Para Pedro Sánchez, tal vez no resulta tan inquietante que emerja Pablo Casado –se supone que se dirigen a públicos distintos– pero la política desata a veces situaciones inesperadas. El estilo de Casado no es tan distinto y su mensaje, a priori más derechista, ya veremos en que deriva. Para la economía, que a menudo es lo que más importa, Casado abandera una fiscalidad baja, tanto para particulares como para empresas. También marca su discurso económico su objetivo de dinamizar el crecimiento y el emprendimiento. No son malas credenciales para una parte importante del electorado.

A priori se ve a Pablo Casado como alguien que llega para recuperar las esencias del aznarismo pero incluso si así fuese habrá que preguntarse con qué aznarismo. Aznar es recordado por su etapa final, francamente negativa en casi todos los sentidos, pero antes tuvo una mayoría absoluta en el año 2000 con un perfil moderno para la época, de la mano de Josep Piqué y otros políticos de corte centrista. Simplificar y etiquetar rara vez conduce al acierto en el análisis político con profundidad. Tiempo habrá para ver qué da de sí Pablo Casado. @J_L_Gomez

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