Carta abierta a un militante del PSOE, seguidor de Pedro Sánchez

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Sánchez, arropado por la militancia
No hay diálogo posible, no se admite controversia: Sánchez acierta siempre, todo lo hace bien, y quienes lo critican, si son del PSOE son traidores, ambiciosos o felipistas, o directamente fascistas, insulto que expiden con carácter general al discrepante
Carta abierta a un militante del PSOE, seguidor de Pedro Sánchez

Me dirijo a usted con la presunción de que conoce usted la doctrina, la historia y los fundamentos de su partido, los documentos donde se fijan sus ideas y el pensamiento de quienes lo construyeron, donde la participación en el propio debate, el respeto a las diversas posiciones dentro del socialismo democrático, de distintas sensibilidades (hoy le llamaríamos “corrientes”) fue una de sus características frente a la rigidez del Partido Comunista que consideraba “trabajo fraccionario” la discrepancia con la línea oficial. Me ha venido a la memoria este recuerdo al observar el modo en que las personas que supongo como usted, fieles a Pedro Sánchez, expiden insultos y descalificaciones a las todos aquellos que dentro y fuera del partido comentan o critican los virajes, contradicciones y mentiras del primer secretario del PSOE.

Como hay que responder a las críticas, su partido le provee a usted de “argumentarios” que vienen a ser un repertorio de simplezas para explicar que lo negro es blanco, y justificar lo injustificable, recurso de enorme pobreza que complementan rebuscando a ver qué cosa parecida hizo la derecha para justifican que el que fuera partido de los socialistas, al que se supone otro talante moral, haga lo mismo o peor. Es evidente que cuando no se tiene otra cosa de que echar mano, vale lo que sea. ¿Dónde está la diferencia y la moral socialista?

Aparte de los ditirambos en la moderna biografía del doctor Sánchez –de la que se eliminan pasajes molestos, como qué votaba cuando era consejero bancario, sin los escrúpulos que se correspondería a un socialista---, sus panegiristas destacan como una de sus cualidades que “no se siente concernido por sus palabras, sino por sus objetivos”. Es decir, que puede decir enfáticamente una cosa y hacer la contraria, sin inmutarse, como hemos visto.

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Pedro Sánchez cuenta con fieles seguidores, ajenos a toda crítica

Entre las exageraciones que no tienen cuajo en expedir sus partidarios, destaca la afirmación de que “acabó con el conflicto de Kosovo” en su misión de asesor internacional de las Naciones Unidas. En realidad, primero fue empleado por la socialista Bárbara Dührkop como asesor personal, dentro del cupo que el Parlamento Europeo permite a sus miembros. Y tuvo un empleo parecido en el equipo personal de Carlos Westendorp, representante de las Naciones Unidas en Bosnia, durante la guerra de Kosovo. Pero en una de sus biografías se le atribuye el mérito de haber resuelto aquel conflicto personalmente.

¿En que fase está usted?

Parto, pues, de la base, de que usted quiere lo mejor para España y que entiende que la presencia del PSOE en el poder es la garantía de que se lograrán los objetivos de mejora social del país en todos los sentidos, en todos los órdenes, en todos los ámbitos, desde la libertad a la economía. Incluso imagino que usted admite que alcanzar ciertos objetivos obliga a determinadas alianzas y a ceder y tragar algunos sapos de parte de quien en principio o previamente, se rechazaban.

Y ahí voy: Dada su fidelidad y confianza en Pedro Sánchez, permítame qué le pregunte en qué fase está o estaba en cada momento usted. Verá. Cuando Sánchez dice que “jamás pactaría con Podemos porque era un movimiento populista que conduciría a Venezuela y a las cartillas de racionamiento, y que su dirigente, Pablo Iglesias es un mentiroso”, supongo que usted estaba de acuerdo. Y lo seguía estando cuando dijo que era su aliado natural, y lo seguía estando en que nunca se aliaría con él ni lo llevaría al Gobierno porque sería un elemento perturbador ---por sus ideas y objetivos—porque le quitaría el sueño a él y a los españoles. Entiendo que usted fue pasando de una fase a la otra al ritmo marcado por el señor Sánchez. Y que, luego de tanta coherencia, usted recibió alborozado el tierno abrazo ---sin más explicaciones—que selló el Gobierno de progreso.

En el mismo sentido, entiendo que usted compartía las afirmaciones del señor Sevilla de que nunca veríamos un pacto con Podemos, o cuando el señor Ábalos nos decía que jamás el PSOE construiría un gobierno con el apoyo de los independentistas porque la concepción que los socialistas tienen del Estado es incompatible con la de quienes quieren destruir España. Y por si nos faltaba poco, la señora Calvo nos dijo que los socialistas eran de fiar y que nunca se pactaría con Bildu, que era una linera roja intraspasable, reforzando lo que de manera repetida indicara el doctor Sánchez una y mil veces.

No sé si usted ha leído algo sobre el enorme espacio de separación entre el socialismo democrático español --ya antes de dejar de ser marxista- y el comunismo (“Nuestro socialismo no es el de Lenin”, que decía Besteiro y desarrollaba Fernando de los Ríos). Más recientemente, José Bono advertía a Sánchez de eludir toda entente con Podemos, por comunista, reduciendo su espacio, combatiéndolo para que no pudiera creer. En cambio, ya hemos visto como en su alianza con Sánchez, Podemos crece en influencia dentro del Gobierno, incluso desde la discrepancia con sectores moderados del mismo. Es curioso que históricamente, su partido tuvo claro que debía mermar la competencia del comunismo (y ya fuera el de Carrillo). En las primeras elecciones, los llamados cuadernos electorales, prontuarios para la propaganda del PSOE, se ponía especial énfasis en que el discurso atacara especialmente la competencia comunista.

Principios morales

¿Y ante todo esto, ¿cómo se queda usted? Pero seamos realistas. El señor Sánchez tiene que sacrificar sus principios morales (“Siempre cumplo mi palabra”, dice) por el bien y la gobernabilidad de España y tiene que entenderse con quienes dijo que nunca lo haría. Ya, pero eso tiene precio y lo paga a costa, no ya de su propio prestigio, sino del Estado que juró defender. Y como hay que pagar precio, si ayer decía que los hechos del “procés” era un delito de rebelión, ahora resulta que “hay que desjudicializar el conflicto”, y el mejor camino en el indulto a los sediciosos que siguen firmes en sus objetivos, y reformar el Código Penal en lo que se refiere a las penas correspondientes al delito de sedición para por uno u otro camino ponerlos en la calle.

Y como hay que pagar el apoyo a los Presupuestos, es decir, a su propia continuidad en la Moncloa, a donde lo llevaron, y pese al modo en que se trata de tapar el efecto real de la Ley Celaá, se pasa por reducir el castellano al nivel de una lengua extranjera, en Cataluña. Miren, no insulten a la inteligencia. Actualmente, siendo el castellano lengua vehicular en la enseñanza en aquella comunidad, y según repetidas sentencias, a favor de los padres reclamantes, entre otras, la del propio Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, no se cumple la cuota del 25 por ciento en lengua castellana. ¿Qué va a pasar ahora que tal requisito se retira? Se le pasó por alto al redactor del “argumentario”.

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Sánchez acierta siempre

Pero hay más, el propio juez Santiago Vidal, que redactor el proyecto de Constitución Catalana, reveló que Sánchez les había ofrecido reponer aquellos aspectos del Estatuto de 2006 (que Zapatero aceptó sin conocerlo), corregido en parte por el Tribunal constitucional, mediante “leyes orgánicas”, a fin de que aquella comunidad pudiera disfrutar de lo que ahora, gracias a las presiones de Esquerra, usted va otorgando –empezando por la merma del idioma común de todos los españoles—y otras demandas: Estructura propia de la administración de Justicia y privar al Estado de dictar normas de carácter general sobre cuestiones no cedidas a la comunidad autónoma. Y en ese sentido, el presidente en funciones de la Generalitat, Pere Aragonés ha reclamado el ejercicio pleno en aquella región de “todas las competencias del Estado”. Ahí queda eso.

A favor de la independencia

Y, menos mal que, de momento, ha quedado en hibernación el apoyo de Podemos al referéndum de independencia de Cataluña.

Pero aparte de otras concesiones a sus nuevos consocios de la izquierda radical independentista catalana, merece capítulo aparte lo que Arnaldo Otegui llama “nueva sensibilidad del PSOE (de Sánchez) para con HB Bildu”, ayer línea roja y hoy amable marco de encuentro democrático. Y así, al refuerzo y mejora del medieval pacto fiscal de la derecha católica vascongada (“De rodillas ante Dios”, como juran sus lendakaris) y otra serie de cesiones (en primavera se le pasarán las prisiones y el régimen penitenciario, error de la Constitución que ningún presidente se atrevió a consumar), el goteo permanente de acercamiento de presos de ETA a las cercanías del País Vasco (como nunca hubiera, y es cierto que la Derecha también acercó). Pedro Sánchez llega tal lejos que, en sus cesiones a la derecha nacionalista vasca y a Bildu, atiende una de sus más coincidentes peticiones, desmantelar la presencia del Ejército español (“Ejército de ocupación lo llaman”), empezando, y en contra del criterio del Ministerio de Defensa, por cederle el histórico cuartel de Loyola, en San Sebastián, y enviar a la unidad que lo ocupa no se sabe a dónde.

No sé si a usted le produce alguna perturbación moral ver como se abrazan los continuadores de ETA con los dirigentes de su partido con la memoria de la serie de miembros del PSOE asesinados por serlo, como recordaba el ex secretario general de su partido en Euskadi Nicolás Redondo. Porque ustedes no sólo califican de traidores, fascistas y ambiciosos a los llamados “barones” o líderes regionales de su partido que denuncian la entente con Bildu, insultan a socialistas de impecable factura, como el citado Redondo, Corcuera o cualquier otro que se manifieste contrario a los actos de Pedro Sánchez.

Por cierto, que a usted no parece importarle la frivolidad de su secretario general y el uso abusivo que hace de los recursos del Estado, como si fuera un nuevo rico, usando de modo pertinaz los recursos del Estado en viajes particulares o de otro tipo que no justifican tales dispendios.

El Estado español está en almoneda, está sobre el tapete para que, a cambio de su apoyo, los consocios del primer secretario del PSOE, desde la presidencia del Gobierno les vaya cediendo, a la carta, lo que pidan a cambio de su apoyo.

Ante todas estas y otras evidencias, francamente, a mí me cuesta pensar que usted se sienta realmente socialista y miembro de un Estado en liquidación sin que le importe nada su futuro.

Así que cada vez que usted diga “yo con Pedro”, ya sabe lo que está diciendo. Y eso es lo que realmente me apena.

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