Carmen de Burgos fue perseguida después de muerta por el franquismo

Carmen de Burgos, presidiendo un acto en defensa del derecho al divorcio, en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, el 12 de septiembre de 1931. / Mundiario
Carmen de Burgos, presidiendo un acto en defensa del derecho al divorcio, en la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, el 12 de septiembre de 1931. / Mundiario

En la clausura del 150º aniversario de su nacimiento, la autora desvela en exclusiva los documentos del sumario incoado contra la escritora, periodista y precursora del femenismo, a los diez años de su fallecimiento. 

Carmen de Burgos fue perseguida después de muerta por el franquismo

Comprometida hasta el último suspiro, Carmen de Burgos participaba en el Círculo Radical Socialista, el 8 de octubre de 1932, en un acto sobre educación sexual. Estaba en el uso de la palabra y se desvaneció. Después de ser atendida por los médicos presentes, fue trasladada a su domicilio de la calle Nicasio Gallego, 1, en el madrileño barrio de Chamberí, donde falleció. Un año antes, la Segunda República había instaurado el derecho de las mujeres a votar, por el que tanto había luchado. Cuando se cumplió el 75 aniversario de este gran logro, el Ayuntamiento, representado por su teniente de alcalde, Ana Botella, la homenajeó con una placa que dice así: “En esta casa vivió, desde 1926 hasta su muerte en 1932, la escritora y periodista Carmen de Burgos “Colombine”, quien dedicó su obra a la modernización de España y a conquistar la igualdad social de la mujer”.

Su muerte tuvo eco en la prensa nacional e internacional. Llegaron condolencias que destacaban a la profesora e intelectual, que defendió la regenaración de España a través de la educación y  reformas que la aproximaran a las naciones más avanzadas de Europa. Su legado es inmenso: unas doscientas obras entre poemas, cuentos, novelas –muchas de ellas, cortas–, ensayos, traducciones, biografías, manuales de uso práctico, y miles de artículos, tras haber conseguido ser la primera redactora profesional y la primera corresponsal de guerra. Su voz se escuchó en tribunas europeas e hispanoamericanas contra la guerra y la pena de muerte, a favor del divorcio y la equiparación de derechos civiles, mercantiles y laborales entre el hombre y la mujer, injustamente tratada, además, por el Código Penal. Incomprensiblemente su  nombre desapareció durante décadas.

Tras la Guerra Civil, Carmen de Burgos fue incluida en la lista de autores prohibidos que no podían ser servidos en bibliotecas, vendidos en librerías ni ser reeditados. Sus obras fueron borradas de los textos de enseñanza en todo el territorio nacional. Incluso, diez años después de su muerte, las autoridades franquistas acentuaron la represión; en la década de los cuarenta iniciaron la persecución judicial  a ella, su única hija, María, y su hermana Catalina, que se prolongó hasta 1963. Los documentos de los expedientes salieron a la luz gracias a la Fundación Carmen de Burgos, cuya presidenta, María Serrano, me confió el valioso material.

Las  recientes conmemoraciones del Armisticio de la I Guerra Mundial me han recordado la carta que Carmen escribió al Gran Maestre de la Logia del Levante Español, Augusto Barcia, el 15 de julio de 1922.  Solicitaba su apoyo para el “mitin” pacifista que se iba a celebrar en el Teatro de la Comedia, con motivo del octavo aniversario del inicio de la Gran Guerra. La Sociedad Internacional No more war (No más guerra) le había pedido, como presidenta de la Cruzada de Mujeres Españolas, que se sumara a la manifestación mundial por la paz universal, los días 29 y 30 de julio.  

El 14 de junio de 1941, la Sección Político-Social de la Dirección General de Seguridad recibe el encargo de la Subsecretaría del Ministerio del Ejército de “informar de los antecedentes político-sociales que obren en su archivo relativos a doña Carmen de Burgos Seguí.”  Y el 8 de mayo de 1942, llega la denuncia. Se le acusa de pertenecer a la masonería y su nombre se incluye en el Archivo Masónico, en el que consta, por supuesto, que ha fallecido en octubre de 1932.

Los cargos que figuran en su expediente son la citada carta  y una segunda, en respuesta a la que recibió a vuelta de correo, agradeciéndo “la valiosa adhesión de ese Gran Oriente Español”.  Y hay una tercera: la dirigida, diez años más tarde, a los miembros de la masonería, comunicando el fallecimiento de Carmen de Burgos, presidenta de la Logia de Adopción Amor; una misiva muy elogiosa: “La hermana que acaba de fallecer era un espíritu cultivado y una trabajadora infatigable. En la prensa, en la tribuna y en el libro, Carmen de Burgos ha realizado una dilatada y admirable labor. Figura preminente del Magisterio Nacional, lo fue también en el periodismo, donde popularizó el pseudónimo de Colombine. Y de su obra periodística y literaria deja una huella indeleble”.

El 15 de febrero de 1944, el Juzgado nº 3, sito en el Paseo del Prado, 6, de Madrid, pone en conocimiento del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo que incoa sumario contra Carmen de Burgos. Y hasta 1947, se insiste en proseguir la ampliación de informes que se solicitan al Delegado Nacional de Servicios Documentales del Archivo de Salamanca. El resultado son dos documentos más. Entre la Documentación de la Sección de Propaganda aparece el folleto titulado Misión Social de la Mujer, conferencia que Carmen de Burgos pronunció en la sociedad bilbaína El Sitio, el 18 de febrero de 1911. El segundo documento es una carta que ha escrito al presidente del Partido Radical Revolucionario Socialista, Ángel Galarza, para rogarle una breve audiencia. Y se despide  como “su afectísima correligionaria y admiradora”.

Esta persecución coincide con la quema de libros, ordenada por el Gobierno Civil de Almería, a comienzos de los años cuarenta. Y “con razonada probabilidad, en el índice de títulos se incluyó su obra”, según la biografía sobre la autora de Antonio Sevillano y Anyes Segura, editada por el Instituto de Estudios Almerienses de la Diputación Provincial y la Facultad de Humanidades de la Universidad de Almería, en 2009.

Las indagaciones policiales sobre la feminista andaluza se hicieron paralelamente a los procesos iniciados contra su hija y su hermana, diez años menor que ella. Las tres habían ingresado juntas en la Logia Amor y de las tres se decía que no se habían retractado. María fue actriz de teatro y cine, medianamente conocida. Catalina, llamada en familia Ketty, estudió Magisterio y Taquimecanografía. Siempre discreta, en segundo plano, fue la fiel compañera y colaboradora de Carmen. Secretaria, administradora y colaboradora inseparable en lo personal y en lo profesional. Así podemos entender mejor la colosal capacidad de trabajo de la defensora de un nuevo modelo de mujer.

El 10 de noviembre de 1944, se dictó sentencia contra Catalina. Se la condenó a doce años y un día de reclusión menor; lo que implicaba, además, inhabilitación para trabajar en la Administración, solicitar subvenciones, etc. Al estallar la Guerra Civil, Ketty se marchó a Valencia con el Gobierno rojo, pues trabajaba en el Ministerio de Instrucción Pública, después a Barcelona, y de ahí, a Francia. En la sentencia se dictaba orden de caza y captura por haber sido declarada en situación de rebeldía, al no haberse presentado a las citaciones judiciales. El 16 de mayo de 1945, María Álvarez de Burgos fue condenada igualmente a doce años y un día de reclusión menor,en términos similares a los de su tía. Según la policía, en 1934 había huído a Argentina.

Evidentemente, Ketty regresó a España. En los años 60, la sección político-social de la Dirección General de Seguridad descubre que vive en un convento, en Madrid. El Juez de Instrucción del Juzgado nº 3 se dirigió a la Casa de San Luis Gonzaga, donde la habían acogido, para confirmar este extremo. Tras la información solicitada, la superiora escribe, lo siguiente: “Muy Señor mío: Contesto a su referencia número 113-44, afirmando que doña Catalina de Burgos Seguí, reside en esta casa desde hace ya casi cuatro años. Encomendándole a Dios, atentamente, Sor Cecilia Urrutia, Hija de la Caridad. Fuencarral, 14 de junio de 1962”.

Al año siguiente, el 29 de noviembre de 1963, el Juez, propone al Fiscal, el sobreseimiento provisional del caso, “considerando que las actividades desarrolladas por la encartada en la masonería así como el grado alcanzado, debido al poco tiempo de su permanencia en la misma, carecen de intensidad”. El juez también tenía en cuenta su edad avanzada, 85 años. En estas fechas, María seguía en paradero desconocido. Probablemente, cesó la persecución feroz contra tres mujeres por haber abrazado la solidaridad fraternal y el espíritu filantrópico de la masonería. Pero el inmenso legado innovador de Carmen recibió otra palada de represión en la fosa del olvido.

EL MAGISTERIO, TABLA DE SALVACIÓN

Carmen de Burgos y Seguí fue una de las cinco primeras asociadas en la Asociación de la Prensa de Madrid, que se había fundado en 1895. Ingresó en 1907, con domicilio en la calle Luchana, 20. Otro dato de su ficha: nació “el 2 de enero de 1878”. Me llamó la atención. Esa fecha no coincidía con la de su llegada al mundo, en Almería, el 10 de diciembre de 1867. En 2017 se había iniciado la celebración del 150 Aniversario de su nacimiento. Carmen se quitaba once años. Era un reflejo más de la discriminación que sufrían las mujeres, destinadas a casarse y procrear. Ella justificaba, además, la ocultación de su edad por su matrimonio desgraciado que le había hecho perder su juventud. En mi opinión, no la perdió del todo, porque ella era un ejemplo admirable de “hacer de la necesidad virtud”. Es decir, extraer algo positivo de la adversidad.

Llegó al periodismo, precisamente, por su tormentosa experiencia conyugal. Se había casado a los 16 años, contra la voluntad paterna, con el editor de Almería Cómica;  Arturo Álvarez Bustos era alcohólico y mujeriego. Y sus vicios no le dejaban tiempo para el trabajo y el hogar. Con el fin de ayudar a la economía familiar, su mujer empezó a trabajar de cajista. Y cuando algún texto no cuadraba, escribía unas líneas para componer los originales. Y así empezó “su entrenamiento periodístico”, como declaró, más tarde, en junio de 1922, a la revista La Esfera.

La muerte de tres de sus cuatro hijos – dos de ellos, recién nacidos- agravó más su tormento. Necesitaba libertad y autonomía económica. Por eso, compatibilizó trabajo y casa con los estudios de Magisterio. El esfuerzo mereció la pena. Obtuvo el título de Maestra de Enseñanza Elemental, en Granada, estando embarazada por cuarta vez. Y, luego, el de Enseñanza Superior, cuando ya había nacido una niña, María, la única que sobrevivió. La relación con el marido se hacía insostenible, al ser un secreto a voces sus amoríos con una artista de varietés. Carmen salió del hogar conyugal para trasladarse con su hija a casa de sus padres. Ya daba clases en un colegio para niñas pobres. Y siguió estudiando. Quería salir de allí. El escándalo en la ciudad de provincias crecía junto a las mofas del marido en su propio periódico. En 1901, obtuvo la plaza de profesora numeraria de la Sección de Letras en la Escuela Normal de Maestras de Guadalajara. Y en agosto, se marchó a Madrid con María y Ketty.

De su trabajo en la revista mordaz de su marido, aprende técnicas del oficio y también conocimientos en el sector. Logra escribir artículos en La España Artística, gaceta de teatro, literatura y nobles artes, que se editaba en Madrid. De sus estudios y lecturas, nace la clara vocación literaria. Y en esos años de calvario logra publicar su primer libro que se imprime en la imprenta de su suegro, un señor ilustrado y respetable. Prepara las maletas y no se olvida de Ensayos literarios, que así se llama su opera prima, con dedicatoria a su tío “el Senador del Reino, don Agustín de Burgos Cañizares”. Guarda también unos poemas, “cantares”, en los que refleja el maltrato y el desamor. Una vez en Madrid, los publicará como Notas del alma, dedicadas a la Infanta Doña Isabel, conocida popularmente por La Chata, a quien Carmen designa “Protectora de las Artes y las Letras”. Ha llegado a la capital con un incipiente pero considerable curriculum, y lo sabe aprovechar bien.

Al principio se aloja en casa de su tío, pero los intentos de sobrepasarse con la sobrina, provocan la mudanza de Carmen. No obstante, la posición del Senador favorece que se le abran las primeras puertas.  Aunque ha conseguido el puesto en Guadalajara, quiere estar en Madrid porque sabe que le ofrece más posibilidades para su vocación literaria. Obtiene, en comisión de servicios, una plaza para ampliar conocimientos en el Colegio Nacional de Sordomudos y Ciegos de Madrid; lo que le permitirá iniciar otra de sus fecundas carreras; la de traductora. En 1904, publica Historia de mi vida, de Hellen Keller; la alumna sordomuda y ciega de Ana Sullivan, cuyo nombre se hizo famoso con la película norteamericana El milagro de Ana Sullivan.

PRIMERA REDACTORA Y CORRESPONSAL DE GUERRA

Tras firmar un contrato de redactora, se convierte en la primera periodista española profesional. El director del Diario Universal, Augusto Suárez de Figueroa, le ofreció una columna fija, Lecturas para mujeres, en el periódico que acababa de nacer. Carmen de Burgos es pragmática. Va a contar con un ingreso adicional; el sueldo de maestra no es alto. Pero sobre todo, va a contar con un medio de difusión en el que, poco a poco, irá introduciendo sus ideas en defensa de la mujer y noticias del extranjero que supongan avances para el feminismo. Pasó de las recetas de cocina y los consejos de belleza a la reivindicación del divorcio y el voto femenino.  

El director le asignó también el pseudónimo Colombine. Y lo acepta. Colombina es la protagonista más espabilada en la Comedia dell´Arte del siglo XVIII. Musa, confidente, cómplice, seductora, frívola…Años más tarde, publicó el libro de entrevistas Confesiones de artistas. El prólogo de Ramón Gómez de la Serna explica la aparente contradicción entre  la sobria Carmen de Burgos y la pizpireta Colombine:

“Carmen, a través del tiempo y de la asiduidad con Colombine, la ha educado […], conservando su gracia y generosidad y el buen corazón que tenía en el fondo el nombre de Colombine: ella ha hecho que el frívolo nombre aclarase la vida en vez de complicarla con su coquetería y liviandad, y ha hecho que él imponga, desde lo alto, un buen ejemplo de libertad y de valor”.

Además de explicar la convivencia de Carmen de Burgos con Colombine, el joven escritor muestra admiración y respeto por su pareja. Ramón era veinte años menor que Carmen y mantuvieron, durante dos décadas, una relación especial, centrada en la creación literaria y alejada de convencionalismos.

Otro hito en la carrera periodística se produce en el Heraldo de Madrid, cuando se convierte en la primera corresponsal de guerra. En julio de 1909, rebeldes del Norte de Africa habían atacado a trabajadores españoles del ferrocarril y las minas de hierro del Rif; la movilización de reservistas hacia Melilla causó gran malestar en todo el país, especialmente en Barcelona, cuyos actos de protesta desembocaron en la Semana Trágica.

Concepción Núñez Rey, en su magnífica obra, Carmen de Burgos, Colombine, en la Edad de Plata de la Literatura Española, publicada en 2005 por la Fundación José Manuel Lara, explica la rápida reacción de la periodista ante hechos trascendentales. En agosto, Carmen se desplazó a Málaga para conectar con el centro operativo de la Cruz Roja. En sus crónicas destacaba la labor filantrópica de la organización, criticaba la escasez de recursos en España e igualmente las necesidades de los soldados. No dudo en trasladarse a Almería, porque sabía que en su tierra podría mejorar sus posibilidades de llegar a Melilla. Desde Málaga, le estaba vetado. De repente, su firma desapareció del Heraldo. Y a los pocos días figuró en primera página: “Colombine, en Melilla”. De Almería, había dado el salto a la ciudad española, en el vaporcito del correo. Es posible que el director del diario desconociera los objetivos finales de Carmen. Pero ella lo había logrado.

Hasta finales de septiembre, recorrió destacamentos militares y aldeas musulmanas y habló con sus mujeres. Carmen escribió sobre el espíritu patriótico de los españoles y la gran labor de médicos, enfermeras y monjas. Hasta ella misma ayudó en esas tareas.  Lo cuenta en la novela corta titulada En la guerra, Episodios de Melilla, que se publicó al mes siguiente, en la revista El Cuento Semanal. Y empieza así: “Lector: he escrito esta novela en el campamento, con el mismo brazo que acababa de curar heridas de verdad…Por eso hay un temblor raro en ella. Impresionada por las desgarraduras y crudezas de la guerra vista frente a frente, sin telégrafo ni censura por medio, necesitaba una sangría que me aliviara de todo el exceso de sangre que bebieron mis ojos.”

En la siguiente edición, editada en Valencia por Sempere, se incluía un artículo de La Correspondencia militar, del 17 de agoto de 1910, titulado: Colombine, la recompensa debida. En una columna sin firmar, se alaban sus artículos: “Merced a ellos hubo ciertas mejoras en la asistencia del soldado y acudieron donativos para agasajarlo”. También se destaca la información que Carmen de Burgos proporcionaba de los soldados: “…por lo que su nombre es bendecido, desde entonces, en multitud de hogares españoles”. Y por último, se echa en falta que no haya sido condecorada como sí lo habían sido otros periodistas. El artículo recomienda al ministro de la Guerra que se subsane esta preterición. Al parecer no se subsanó, pues nunca mencionó la condecoración. En la novela se aprecia el antibelicismo de la autora: “El horror de la lucha se olvidaba entre la embriaguez del triunfo”. La experiencia melillense despertó su espíritu pacifista . Años más tarde, lamentablemente, vivió otra confrontración cruenta: el estallido de la Gran Guerra, en julio de 1914.  

VIAJERA EUROPEÍSTA

Quería colmar la sed de sabiduría de su espíritu erudito. Y recorrió casi toda Europa para apreciar naturaleza, ciudades y conocer a sus habitantes. Defendió que la regeneración de España, demandanda por Joaquín Costa, y la modernización anhelada por la Generación del 98 necesitaba la europeización de nuestro país.  

En 1905, había obtenido una beca de la Junta para Ampliación de Estudios con el fin de profundizar sus conocimientos sobre sistemas de enseñanza en países europeos. Sobre esta interesante experiencia, Carmen elaboró los informes preceptivos que fueron bien valorados por el Ministerio de Instrucción Pública. También la aprovechó para reflejar sus impresiones en columnas periodísiticas y en tres libros. ¡Cuántas veces en sus escritos menciona debates sobre la importancia de la educación, la libertad religiosa, leyes que no discriminan a las mujeres, o que protejen a los trabajadores! Carmen aprecia el confort, la impresión de bienestar que siente, cuando conoce la calidad de los servicios públicos o los planes de pensiones. Admira que la mujer en Dinamarca pueda votar y ser elegida, y la vida sana de los noruegos por la práctica del deporte al aire libre.

Mas la fascinación se torna en horror. En julio de 1914, ha disfrutado con su hija, en el Finisterre de Europa, del Sol de Medianoche. La Gran Guerra estalla. En agosto están en la ciudad noruega de Bergen, casi en una ratonera. Los planes de viajar a Rusia se truncan. Y emprenden el regreso en tren por Alemania, a pesar del riesgo. Cuando llegan a Rostock viven un angustioso trance. En el andén son agredidas porque las toman por espías rusas. En su libro Mis viajes por Europa, de Sanz Calleja Editores, Madrid, 1917, Carmen describe así el dramatismo de la agresión: “La multitud de agrupa en torno mío; se alzan bastones, una mano arranca mi velo, y otra se lleva mi sombrero; mi hija llora, tendiéndome los brazos desde el vagón; hago un esfuerzo supremo y logro subir en el estribo; desde arriba tira de mí una mano […] El tren parte.”

Es acusada de espionaje y apuntada por las bayonetas. Su determinación y la acción de las legaciones diplomáticas españolas logran salvarla de un posible fusilamiento. El regreso a España es una sucesión de amenazas y obstáculos. Su alegato contra los nacionalismos y a favor de la paz se acentua en esta obra: “No retengo una exclamación dolorosa, y siento el alma invadida de una gran piedad; compadezco la suerte de los vencidos, sin que influya para nada la nacionalidad, y noto como un sentimiento de hostilidad en el que me no me fijo.”

Es impresionante su capacidad para la descripción de los hechos y la profundización en el análisis. Y también impresiona la fecundidad de sus crónicas y el don y la rapidez para redactar. Su primera estancia en países del Viejo Continente, la plasmó en el libro Por Europa. Sus visitas a Bélgica, Luxemburgo y los Países Bajos las describió en género epistolar en Cartas sin destinatario, Impresiones de un viaje, editado por Sempere en Valencia, en 1911. Tras repetir sus periplos europeos, reeditó Mis viajes por Europa con el título de Peregrinaciones, con una novedad: el epílogo de Ramón de la Serna.

CARMEN Y RAMÓN, UNIDOS POR LARRA

Se habían conocido en 1908, en casa de Colombine, en su Tertulia Literaria de los miércoles. Ramón, como así gustaba que le llamaran, tenía 19 años. Y a él, escritor precoz que ya había publicado a los 16, le impresiona conocer a una mujer, extraordinariamente culta, libre, independiente, cuyo objetivo no es el matrimonio.

En 1909, se celebraba el primer centenario del nacimiento de Mariano José de Larra. Carmen de Burgos sentía devoción por él. Cuando llegó a Madrid, lo primero que hizo fue visitar su tumba. Años más tarde, escribió su ambiciosa biografía sobre Fígaro, que sigue siendo un referente para los especialistas en el escritor y periodista romántico. Consiguió e interpretó documentos y testimonios inéditos en la obra  publicada en 1919, esencial para los “larristas”, según la revista ARBOR del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en el número monográfico de junio de 2010, dedicado a Carmen de Burgos.

Fue precisamente en el homenaje a Larra, organizado en Prometeo, la publicación que Ramón había heredado de su familia, cuando sintieron la comunión amorosa. Cada uno era el eco del otro. En  Automoribundia, la autobiografía que el autor de las greguerías escribió en 1948, en Buenos Aires, describía así sus horas con la escritora almeriense: “Ella de un lado y yo del otro de una mesa estrecha, escribíamos y escribíamos largas horas y nos leíamos capítulos, crónicas, cuentos, poemas en prosa”.

La pareja llegó a compartir el piso que alquilaron en Nápoles, con vistas a un bello jardín. Allí, Carmen se embriagó de Giacomo Leopardi y escribió el ensayo dedicado a su vida y sus obras, en el que invitó a participar a grandes poetas como Juan Ramón Jiménez. Y más tarde,  los enamorados construyeron juntos la casa El Ventanal, en el bello Estoril. Los recuerdos más felices de la vida de Carmen trancurren en Portugal; vinculada, además, a “su segunda patria” desde niña, cuando su padre era Vicecónsul del país hermano y, posteriormente por sus relaciones con intelectuales portugueses, entre ellos su mejor amiga, Ana de Castro Osorio.

Pero ya al inició de la relación, el escándalo llegó. Y el padre de Ramón, Javier Gómez de la Serna, jurista con cargos destacados en la Administración, le buscó un trabajo en París para alejarlos. Así se produjo el segundo viaje de Carmen a la capital francesa. Era la Navidad de 1910 y evocó las fiestas entrañables de su infancia.

INOLVIDABLE RODALQUILAR

Había nacido en una familia de buena posición. Era afortunada porque pudo recibir educación. Sin embargo, no consta dónde cursó los primeros estudios. Según la biografía citada de la Diputación Provincial de Almería, su formación se desarrolló en el ámbito doméstico, en el valle almeriense de Rodalquilar. Su madre, Nicasia Seguí Nieto, había heredado allí el cortijo de La Unión. Carmen de Burgos describe su infancia en la Autobiografía que escribió en Prometeo, en 1909. Se la había pedido Ramón: “Me crie en un lindo valle andaluz, oculto en las últimas estribaciones de Sierra Nevada, a la orilla del mar, frente a la costa africana. En esa tierra mora, en mi inolvidable Rodalquilar, se formó libremente mi espíritu y se desarrolló mi cuerpo. Nadie me habló de Dios ni de leyes…”

El regreso a la ciudad, por el contrario, lo recuerda con desencanto. Lo cuenta Paloma Castañeda, autora de la biografía, publicada por la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, en 1994. Los primeros años de Carmen coincidieron con inestabilidad y revueltas. En 1868 triunfó La Gloriosa, revolución tras la que Isabel II se marchó al exilio parisino. Persistía la sociedad dividida en clases, especialmente visible en Andalucía. La suya pertenecía a la minoritaria de propietarios, funcionarios o profesiones liberales. El resto, jornaleros, pequeños tenderos y obreros.

Su abuelo paterno se había enriquecido con las minas, el comercio y el contrabando con Gibraltar. Por rencillas del tráfico ilegal, fue asesinado cerca de la Catedral, doce años antes del nacimiento de Carmen. Este hecho conmocionó a la familia y a la ciudad. En 1918, sirvió de inspiración a otro de sus libros, El último contrabandista. Los hechos ocurren en el ambiente rural de Rodalquilar. El protagonista es el terrateniente, que se dedica al contrabando, y es aficionado a la caza de la perdiz, como lo era su abuelo. Empieza así: “Era como el humo de una gran hoguera aquel celaje gris y tenue que tocaba la cima del monte y se tendía a lo largo del cielo, como si el viento le hiciese ondear y lo rompiese en jirones. Estaba casi siempre allí, aquella neblina amenazadora, sobre la punta del cerro que se interna en el mar, formando el Cabo de Gata. Aquella tarde de Ánimas, frente a la soledad del campo, se sentía la infinita melancolía del otoño…”  

SEÑAS AUTOBIOGRÁFICAS

Sus novelas están llenas de referencias a hechos de su vida, a personajes que ha conocido o a lugares que ha recorrido. La protagonistas, por lo general, son mujeres. Podemos decir que, junto a una prosa realista, rica en metáforas, utiliza técnica periodística: dotes de observación y escribir sobre lo que se conoce o busca con buenas fuentes y documentación.

En Autobiografía, la vemos como una trabajadora incansable, siempre con su sentido social. Va a visitar el barrio de familias gitanas, en casuchas bajas, al sur de Madrid, junto al Manzanares. También quiere disfrutar de los espectáculos de la capital. En cualquier caso, con jornadas que se prolongan hasta la madrugada:

“Un día me pongo el mantón[…] para ir a enterarme de cómo viven los gitanos del barrio de las Cambroneras. Otro día tomo un palco del Real y escandalizo a mis amigos que no saben de dónde saco el lujo (podían ver que son las cuatro de la mañana y aún arde mi lámpara de trabajo).”  

Muy importantes son también sus opiniones sobre la educación. Refiriéndose a su vida como profesora e influida por la Institución Libre de Enseñanza, decía: “En todo caben ensueños. Pienso en las almas de mujer que con una frase puedo liberar del oscurantismo…pienso en los corazones en los que despierto el amor al arte...y en abrir todos los años la puerta de las aulas a una multitud de jovencillas[…] “Cuando las veo delante de mí reflexiono en que deben amar y ser amadas; en que hace sol y ellas están encerradas en el aula sombría”. Y concluye: “Las amo y quisiera gritarles: huid de esta parodia de ciencia… Sed libres”.

Estas pinceladas de su Autobiografía nos llevan a otra de las grandes batallas de nuestra española por descubrir.

PIONERA DEL FEMINISMO MODERNO

En 1927, apareció el ensayo La Mujer moderna y sus derechos, considerado “la Biblia del feminismo español”, según Mercedes Gomez-Blesa, editora y presentadora de la reedición de Huso, de 2018. El ideario de Carmen evolucionó en tres fases, a través de trabajos que empieza a difundir en 1906, bien a través de conferencias o de publicaciones. De un feminismo tibio,  hasta llegar a una verdadera conciencia feminista. En efecto,  sabe que tiene que ser prudente. Se mueve en territorios dominados por los hombres e, incluso, la mentalidad conservadora predomina en muchas féminas.

La mujer en España es el título de la conferencia que pronunció en la Asociación de la Prensa de Roma, el 28 de abril de 1906, en ese primer viaje por Europa que tanto influyó en la autora. No era partidaria de lo que considera “feminismo exagerado” pues cree que el radicalismo puede perjudicar las exigencias de la mujer. Reivindica la necesidad de educar a la mujer campesina y apunta la conveniencia de crear Escuelas de Agricultura, siguiendo el ejemplo de Inglaterra. Respecto a las obreras, quiere también mejorar su formación y establecer asociaciones que defiendan sus derechos. Pero aún se muestra reticente al trabajo femenino fuera del hogar. Cito una de sus frases: “En una sociedad perfecta, donde exista la buena distribución del trabajo, a la mujer le estaría solo encomendado el de la guarda del hogar, no el de las oficinas o las fábricas”.

Es probable que pensara así porque no había protección a la maternidad. Y la defiende, especialmente, para la mujer trabajadora y las madres solteras que viven situaciones muy desgraciadas. Más tarde, se inspira en estas tragedias para una de sus novelas, El abogado, que ha sido, junto a sus aportaciones al feminismo, objeto de la tesis doctoral de la profesora de la Universidad de Shefield, Anja Louise, y su posterior publicación, en 2005.

La misión social de la mujer,  incluida en el mencionado Archivo Masónico, marca otro paso importante. En Bilbao, en 1911, rechaza totalmente las tesis del alemán Paul Moebius, que en 1900 escribió su ensayo, o más bien panfleto, La inferioridad mental de la mujer. Carmen de Burgos argumenta que no se le puede negar la formación superior, alegando su ineptitud intelectual, pues la supuesta inferioridad, si existiera, tendría su origen, no en una base biológica o genética, sino en una educación deficiente. Reclama mayores derechos para la mujeres, entre ellos los políticos. Y argumenta así: “Es verdaderamente absurdo que tengan derecho a emitir el sufragio los ignorantes solo por ser hombres, y que se niegue ese derecho a las mujeres cultas solo por ser mujeres”.

Y llegamos a la tercera fase de su ideario feminista: La mujer moderna y sus derechos, el ensayo publicado en 1927 por el editor valenciano Sempere. Muy importante, por cierto, en la trayectoria de Carmen, y en la amistad con Blasco Ibañez que influyó en su anticlericalismo e ideas republicanas. Es un tratado de catorce capítulos que mantiene su total vigencia y ha sido fundamental para el desarrollo del feminismo a lo largo de este siglo. Lo dedicó a su “gran amiga” mexicana, Elena Arizmendi, fundadora de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, que Carmen de Burgos presidió desde 1923.

Dos décadas antes de las tesis defendidas por Simone de Beauvoir, afirma que las diferencias biológicas no legitiman la falta de derechos civiles, políticos y laborales de las mujeres. En esta obra de referencia, de Burgos se libera de convencionalismos y apuesta por una clara defensa de la igualdad de géneros. Se erige en defensora del sufragio femenino, desmintiendo prejuicios que niegan el derecho al voto a las mujeres. Asimismo, rinde un sentido homenaje a las sufragistas inglesas por su lucha heroica en defensa de los derechos de la mujer. En esta obra, también revisó artículos de los Códigos Civil, Mercantil y Penal. Con este título poco atractivo, El Artículo 438, Carmen denunció la injusticia que sufría la mujer. Y escribió una novelita que publicó en 1921, en La Novela Semanal, una de las revistas que estaban muy de moda en esa época. Como es lógico, este trágico relato empieza con la lectura del 438:

“El marido que, sorprendiendo en adulterio a su mujer, matase en el acto a ésta o al adúltero o les causara algunas de las lesiones graves, será castigado con la pena de  destierro. Si les causara lesiones de segunda clase, quedará libre de pena. Estas reglas son aplicables a los padres en iguales circunstancias, respecto de sus hijas menores de 23 años y sus corruptores, mientras aquellas viviesen en la casa paterna.”

Para librarse de esta cruel tiranía, que parecía dar cierta cobertura al parricidio, Carmen había iniciado ya, en 1904, una campaña a favor del divorcio. Desde las páginas del Diario Universal, lanzó una encuesta en la que solicitaba la opinión a personalidades de la política y la cultura. Escribía una carta y después, en su columna, comentaba las respuestas. Pero voces escandalizadas hicieron necesaria la interrupción de esta consulta. No cejó en su empeño y siguió recopilando el valioso material que luego publicó en el libro El divorcio en España, ese mismo año. El resultado fue espectacular: 1462 votos a favor del divorcio, 320 en contra. La obra despertó la reacción airada de la Iglesia católica y la prensa conservadora. Carmen de Burgos alcanzó gran notoriedad pero también fue objeto de críticas y dardos, cuyos detractores le lanzaban llamándola despectivamente “la divorciadora” o “la dama roja”.

Dos años más tarde, emprendió de nuevo una campaña similar a favor del sufragio femenino. Esta vez desde el Heraldo de Madrid. De sus contactos en Europa con escritores y periodistas feministas, traía el ánimo renovado. Sin embargo, el resultado de la encuesta fue desfavorable a que la mujer pudiera ser elegida y electora. La propia Carmen había evolucionado. El debate radicaba en si el sugragio debía limitarse a mujeres con determinada formación; desgraciadamente, arrastraban retraso secular respecto a los hombres.

EXPOLIO EN TOLEDO

Las polémicas motivaron su traslado a la Escuela Normal de Toledo, cuando ya desempeñaba una cátedra en la Escuela de Artes e Industria de Madrid. Se sentía “desterrada”. Su espíritu crítico no tardó en constatar el expolio que sufría la ciudad imperial, convertida, lamentablemente, en almoneda, en la que ni al Greco se respetaba. Denunció en sus columnas la venta de dos de sus cuadros, de la Capilla de San José. La prensa local, las autoridades eclesiásticas y educativas comenzaron una campaña contra ella. Tampoco dejó pasar esa oportunidad para escribir otro libro, Los anticuarios, en 1918, una de sus novelas más influyentes. Según la primera catedrática universitaria de Literatura Española, la prestigiosa profesora Pilar Palomo, “Carmen de Burgos contribuyó a un nuevo descubrimiento de El Greco”.   

El único consuelo que tuvo en Toledo fue reencontrar a Dolores Cebrián, catedrática de Física, y conocer al entonces profesor de Filosofía, Julián Besteiro. Probablemente, la afinidad cívico-republicana que sintió con la pareja la llevó afiliarse al PSOE, en 1910 , y a participar en la Agrupación Socialista Femenina. Las diferencias con su partido respecto al voto de la mujer, la llevaron a salir, diez años después. Más tarde, ingresó en el Partido Republicano Radical Socialista. Carmen quería luchar por los derechos de la mujer y no tanto por la lucha de clases.

Otra gran novedad para la época, en 1921, fue la marcha que organizó con la Cruzada de Mujeres Españolas, ante del Congreso de los Diputados, para presentar sus reivindicaciones, entre las que figuraba la ”igualdad completa de ambos sexos en cuanto a derechos civiles y políticos”. El gobierno provisional de la Segunda República, en mayo de 1931, concedió a las mujeres, solo el derecho a ser elegidas. Clara Campoamor salió diputada por Madrid en las elecciones de junio. En octubre logró que el voto femenino se aprobara. Carmen de Burgos sintió que sus aspiraciones, largamente defendidas, se hacían realidad. Lamentablemente, no llegó a ejercerlo.

RUPTURA Y HERIDA

Su corazón estaba herido. Física y emocionalmente. Las dos décadas con Ramón se habían truncado de la manera más cruel. En invierno de 1929, Ramón escribe la obra de teatro, Los medios seres; un encargo al autor innovador, vanguardista y de gran éxito. María es actriz para conseguir el aplauso y la fama, aunque le falta la disciplina de la madre para perseverar en un oficio inestable.

Carmen había manifestado siempre “mi hija es mi mejor obra”; la ha educado en los mejores centros, la ha llevado en sus viajes por el mundo, María habla varios idiomas… Pero sufre por su carácter voluble. María, seductora a sus 34 años, quiere tener un papel en la obra de Ramón. Y lo consigue. La cercanía de los ensayos hace el resto. Ramón y María se enredan en un idilio fugaz de algo más de tres semanas. Las suficientes para destrozar el corazón de Carmen y romper en añicos los maravillosos años compartidos.

Tras el pérfido desenlace, perpetrado por los seres que más quiere, el corazón de Carmen, enfermo desde hace tiempo, sufre una embestida. Ramón huye a París. Pero de nuevo, la generosidad de Carmen, que sabrá perdonar, y su pasión política y literaria la salvan del hundimiento. Siguió escribiendo y participando en campañas contra la pena de muerte y a favor de los Derechos Humanos. Su brillante trayectoria y su papel pionero queda reflejado en las entrevistas que le hacen. José Montero Alonso escribe, en Nuevo Mundo, en 1931: “Carmen de Burgos fue la autora de la primera encuesta periodística en torno al divorcio”. Y la califica de “Precursora de los triunfos posteriores de las realidades ya incorporadas a la nueva estructura política española”.

Ese mismo año, publica su última novela sobre su añorado Rodalquilar: Puñal de claveles, una obra de tintes lorquianos que deja la puerta abierta a la esperanza. Los dos enamorados superan el trágico final al que les sometía el inmovilismo rural y logran escapar. Bienvenida sea Carmen de Burgos, que nos dio una lección de amor a la vida,  la cultura, la belleza y la ética. @mundiario

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