¿Supone la llegada de Piñera una bocanada de aire fresco para la América Latina democrática?

Desayuno de Piñera con Bachelet al día siguiente de la elección.
Desayuno de Piñera con Bachelet al día siguiente de la elección.

La izquierda llegó fragmentada y dividida a la contienda electoral y se enfrentó a una centro-derecha sólida y cohesionada. Más allá de las diferencias políticas e ideológicas, en Chile se respetan las formas.

¿Supone la llegada de Piñera una bocanada de aire fresco para la América Latina democrática?

El domingo 19 de noviembre los chilenos eligieron consejeros regionales, renovaron la Cámara de Diputados y la mitad del Senado, además votaron —en primera vuelta— a los candidatos que competían por llegar a La Moneda. La elección de noviembre presentó novedades de forma: se implementó un nuevo sistema electoral [el sistema binominal (1989) fue sustituido por el sistema proporcional]; se aumentó el número de cupos al Congreso; se estableció una cuota que posibilitó el incremento en las candidaturas de mujeres (casi 33%); se reglamentaron y fijaron límites para la publicidad política y la financiación de las campañas y de los partidos políticos; y, se permitió que, por primera vez en la historia de Chile, los ciudadanos residentes en el exterior participaran de la elección presidencial. El voto dejó de ser obligatorio en Chile a partir de 2012 y, desde entonces, la participación electoral ha ido a la baja[1].

Las encuestas estuvieron lideradas —ampliamente— por el ex presidente Sebastián Piñera (2010-2014). No obstante, las encuestadoras tuvieron un desfase de casi 8 puntos respecto a los votos que obtuvo Piñera en la primera vuelta. Hubo —en los meses previos a la elección— un ambiente enrarecido, un clima de polarización y una ciudadanía desconfiada de la política, los políticos y los partidos políticos. La izquierda llegó fragmentada y dividida a la contienda electoral y se enfrentó a una centro-derecha sólida y cohesionada. En la primera vuelta compitieron los candidatos: Carolina Goic (Democracia Cristiana); José Antonio Kast (Partido Independiente); Sebastián Piñera (Chile Vamos); Alejandro Guillier (coalición oficialista Nueva Mayoría); Beatriz Sánchez (Frente Amplio); Marco Enríquez Ominami (Partido Progresista); Eduardo Artés (Unión Patriótica); y, Alejandro Navarro (MAS). Acudieron a las urnas 6.686.000 electores y 22.990 en el exterior —un 46% de la población apta para votar— cuando podían hacerlo 14.308.151 electores dentro de Chile y 39.137 en el exterior.

Piñera alcanzó 36,64% de los votos frente a Guillier que obtuvo 22,70%. Ninguno de los candidatos logró una mayoría contundente para imponerse en primera vuelta. El candidato del oficialismo y el de la centro-derecha tuvieron que enfrentarse nuevamente en las urnas el 17 de diciembre. El expresidente —rectificó el camino— le apostó a la clase media en su campaña, se comprometió a mejorar las cifras económicas, la seguridad, la salud, la educación, el transporte. El candidato oficialista, exconductor de TV, sociólogo y periodista que llegó a la política hace cuatro años, como senador independiente por Antofagasta, se comprometió a profundizar el legado Bachelet.

El 17 de diciembre, Sebastián Piñera logró la reelección con el respaldo de 3.795.896 chilenos, es decir un 54,5% de los votos. Piñera obtuvo el apoyo del candidato conservador José Antonio Kast y se convirtió en el presidente electo con mayor cantidad de votos desde 1993[2]. Derrotó a Guillier en 13 de las 15 regiones del país incluida Antofagasta. Guillier, por su parte, fue respaldado por 3.160.225 votantes lo que equivale a 45,43%. Se impuso en dos regiones: Aysén y Magallanes. El candidato obtuvo la votación más baja para la izquierda desde el retorno a la democracia.

Guillier reconoció la “dura derrota” y calificó la jornada como “dolorosa”, celebró la prolijidad del sistema electoral y afirmó que el país “goza de una democracia sólida”. Pronto felicitó a su oponente por un triunfo “impecable” y “contundente”. «Debo admitir que nuestro rival supo recoger muchas de nuestras banderas». Por su parte, el candidato de Chile Vamos llamó a los chilenos a la unidad para transformar el país y se comprometió a llevar una política de diálogo, consenso y acuerdos. Celebró el pluralismo y observó que las diferencias no deben llevar a la división del país ni a crear enemigos. «Queremos un país más libre, más solidario, más fraterno, y eso significa muchas cosas: crear muchos y buenos empleos, con buenos salarios y con buenas pensiones. Dar salud de calidad a nuestros enfermos y educación de calidad a nuestros niños y jóvenes. Combatir la delincuencia y el narcotráfico con verdadera voluntad, para devolverle a las familias chilenas lo que los delincuentes y los narcotraficantes nos han arrebatado, nuestro derecho a disfrutar los lugares públicos». Sebastián Piñera volverá a La Moneda el 11 de marzo de 2018[3].

Más allá de las diferencias políticas e ideológicas, en Chile se respetan las formas. Nótense las ostensibles diferencias respecto al país vecino (Argentina) y su última elección presidencial (2015). Piñera invitó a sus antecesores a reunirse con él para hablar del futuro de Chile[4]. La presidente Bachelet —afectada por la derrota de su candidato— felicitó con prontitud a quién la sucederá en pocos meses y aceptó su invitación a desayunar al día siguiente de la elección como parte de una “tradición republicana” para abordar todo lo relacionado con el traspaso de mando. Luego del encuentro, la presidente expresó su deseo para que el nuevo gobierno mantenga sus banderas.

Un 55% de los electores apoyó las reformas de Bachelet en la primera vuelta —aunque el candidato del oficialismo solo obtuvo 22,70% en la elección de noviembre— ¿Qué sucedió en el balotaje? Piñera fue hábil al interpretar el mensaje de los votantes. Se corrió hacia el centro y tranquilizó al elector de clase media. Conquistó a los votantes moderados. En cambio, Guillier se corrió más a la izquierda, en busca del apoyo de sectores de izquierda más radicales. «Piñera entendía bien cuál era el camino para ganar la segunda vuelta. Al salir a la conquista del voto moderado, definió la conquista del centro como su objetivo prioritario». El candidato de Chile Vamos logró organizar a la derecha y «demostró que era capaz de construir —pero también de liderar— una coalición pluralista y variopinta. A diferencia de Guillier, que se concentró en sumar apoyos, pero jamás demostró capacidad de liderar su coalición […] Guillier no será un líder de unidad para la oposición, como indirectamente lo fue Bachelet entre 2010-2014».

Ante la incapacidad de Guillier para convertirse en un líder de recambio para la Nueva Mayoría y, también, porque Bachelet no supo o no quiso coadyuvar en la construcción de liderazgos para su coalición —la mandataria— todavía hoy aparece como la principal ficha política de la izquierda para 2021. Ninguno de los aspirantes de izquierda —que compitieron en la elección de noviembre— alcanza la estatura y popularidad de Bachelet. Ella es la líder incuestionable de la izquierda chilena aunque sus dos gobiernos —diferentes el uno del otro— hayan culminado con las victorias de la derecha. «Aunque ella insista en hablar de proyectos colectivos y coaliciones amplias e inclusivas, Bachelet se comporta como un tradicional caudillo latinoamericano que, una vez que se convierten en líderes de su coalición, su sombra es tan grande que nadie es capaz de desafiarlos», argumentó Patricio Navia.

La derrota de la izquierda

Bachelet arribó a La Moneda por segunda vez tras vencer —en segunda vuelta electoral — y de forma contundente a su oponente Evelyn Matthei[5]. No obstante, pronto agotó su capital político y empezó a sentirse el agotamiento de un amplio sector de la ciudadanía chilena. La gestión estuvo inmersa en una profunda crisis y la imagen y la popularidad de la mandataria se vieron seriamente afectadas por escándalos de corrupción en su entorno. La presidente intentó convertir la reciente elección en un referéndum sobre sus reformas.

La elección de Guillier como candidato del oficialismo tampoco pareció ser la decisión más acertada de los partidos que conforman la Nueva Mayoría. Para Patricio Navia «la candidatura de Guillier fue el resultado de una mala planificación estratégica y un pésimo cálculo político». El analista observó que los partidos de la coalición de gobierno deberían asumir la responsabilidad que les corresponde por agruparse en torno al senador Guillier, un recién llegado a la política. Lo demás fue una seguidilla de errores —tanto de Guillier como de la Nueva Mayoría— que les llevó al peor resultado electoral desde el retorno a la democracia.

«Como el sistema electoral adoptado por la propia Nueva Mayoría premia a la coalición más votada, la coalición derechista Chile Vamos quedó en una posición inmejorable para cosechar el subsidio que da un sistema electoral diseñado por sus adversarios […] Los partidos de la Nueva Mayoría debieran asumir la responsabilidad de haber nominado a un candidato sin experiencia que recibió la votación más baja para una carta del sector en primera vuelta desde el retorno de la democracia y que perdió por paliza en la segunda vuelta».

La mayor inclinación de Guillier hacia la izquierda —de cara a la segunda vuelta— no fue una apuesta afortunada. El candidato del oficialismo afirmó que le metería “la mano en el bolsillo a quienes concentran el ingreso”, llegó a citar al Che Guevara y quiso hacer del balotaje un referéndum sobre Piñera. «El decisivo resultado […] parece dejar en claro que los chilenos quieren reformas, pero quieren que las diseñe e implemente Sebastián Piñera» apuntó Navia. Guillier no solo no logró el respaldo mayoritario del electorado tampoco obtuvo un apoyo contundente en sus propias filas ni en los otros grupos y candidatos de izquierda. Su soledad también corroboró su derrota.

Los nostálgicos del pasado y el desprecio a la clase media  

Héctor Schamis, profesor en la Universidad de Georgetown, observó el componente nostálgico en algunos sectores de izquierda y de derecha durante el proceso electoral. «La izquierda de la Nueva Mayoría y el Frente Amplio hizo campaña con romántica nostalgia por la Unidad Popular, siendo los más nostálgicos los que ni siquiera habían nacido. El problema es que no hay mucho para evocar del Chile de aquellos años. Un país ingobernable, la economía desquiciada y un conflicto ideológico de tal magnitud que dividió hasta las familias y derivó en el uso de la violencia como forma normal de la política […] Del otro lado, entre los vencedores de la elección, también hubo nostalgia. Tanto que algunos salieron a festejar la victoria de Piñera exhibiendo retratos de Pinochet. Tampoco es un[a] época que valga la pena desenterrar. Por la represión, las violaciones a los derechos humanos y los crímenes. Y porque los grandes milagros económicos que la derecha chilena siempre celebra ni siquiera fueron tales».

Carlos Franz observó que el candidato de Chile Vamos fue elegido por una mayoría de clase media que ha sido despreciada y (des) calificada por algunos elementos de la izquierda que denominan a estos electores: “fachos [fascistas] pobres”. En lenguaje marxista serían definidos como “proletarios alienados y desclasados”. Se trata de una clase media compuesta por familias, ciudadanos e individuos que se preocupan por sus necesidades inmediatas, a saber: seguridad, educación y salud de calidad, preservación y/o acceso a más y mejores servicios y a bienes materiales. Para Franz la izquierda perdió la elección porque perdió a esa clase media emergente que ha estado haciéndose en Chile durante los últimos treinta años, una clase media a la que le interesa alcanzar mayor estabilidad con reformas graduales en un país inclusivo y diverso antes que decantarse por opciones rupturistas que pretendan refundar el país y estén obsesionadas con satanizar el materialismo y el individualismo.

Los “fachos pobres” o ” fachos del pueblo” incluso han sido llamados “idiotas” en un acto de “iluminismo totalitario”. Carlos Peña se ocupó de las expresiones insultantes y de aquellos que las profieren desde una pose burguesa y escorada a la izquierda. El columnista permite inferir que la izquierda que dominó la escena política chilena estos cuatro años se ha encargado de apagar a la otra izquierda, a la izquierda que modernizó el país, nada menos. Los insultos —además de ofender y subestimar a una parte de la sociedad— develan la frustración y los graves prejuicios intelectuales de quienes desde posturas populistas, mesiánicas y paternalistas se creen llamados a redimir al pueblo. Quieren salvar al pueblo pero son incapaces de comprender el Chile actual. «Ese paternalismo —según el cual la gente necesita ser liberada de sí misma, de lo que siente y quiere— […] alimenta la incomprensión de la sociedad contemporánea que tanto mal le está haciendo a la izquierda, y que acaba, tarde o temprano, deteriorando la democracia».

Cristián Warnken le recordó a esa izquierda que no fue vencida por el candidato de derecha sino, justamente, por el electorado que dice representar y defender. «El pueblo no quiere escuchar nunca más “hasta la victoria siempre” […] Una izquierda sin sentido común es una izquierda sin destino. Una izquierda que desprecia a su propio pueblo con arrogancia y soberbia es una izquierda populista pero no popular». Y es que la izquierda ha pretendido disminuir su fracaso: «La derrota solo existe cuando hemos dejado de luchar». Sus representantes y exponentes asumieron que la derrota no fue política sino electoral. Para Warnken el país merece una mejor izquierda que la actual, una izquierda renovada, realista y consciente de las necesidades de los chilenos. Hay una sociedad cambiante que tiene demandas pero no desea aventurarse en un camino arriesgado e incierto. La izquierda chilena debe comprender —como la historia le ha demostrado— que «sin el centro termina en el aislamiento, la derrota y a veces en la tragedia».

El triunfo de la centro-derecha 

El vencedor de los comicios mostró, en palabras de Schamis, un tono realista y pragmático pese a las dificultades que le esperan cuando arribe a La Moneda: una economía estancada, una baja inversión y la caída de la productividad además de los desafíos políticos, de la composición del Congreso y de una sociedad desencantada con la política y con los partidos.

Navia destacó que la segunda vuelta le otorgó a Piñera el respaldo electoral más importante que ha obtenido la derecha desde el retorno a la democracia. «Piñera fue capaz de escuchar el mensaje de la gente y corregir rumbo […] Si bien no tendrá mayoría en el Congreso, Piñera cuenta con un mandato popular que le permitirá amplia libertad para trazar una hoja de ruta». Aunque la  “paliza electoral inapelable” constituye la mejor forma de iniciar un período presidencial —esa victoria contundente— no es sinónimo de “cheque en blanco firmado por el pueblo”. «Piñera cometerá errores, su coalición se dividirá y el Congreso le será hostil» pero tendrá oportunidades de avanzar. Dos elementos juegan en contra de la credibilidad del mandatario: por un lado, la sospecha popular de que «Piñera juega al filo de la ley y en el margen de la ética en la relación de los negocios y la política»; y, por el otro, «el elitismo que privilegió Piñera en su primer período […] no fue capaz de reflejar la diversidad de orígenes y experiencias que existen en la derecha y en el país». El presidente electo no solo tendrá que demostrar que aprendió de sus desaciertos sino que deberá evitar repetir errores y eso tendría que empezar a demostrarlo en la conformación de un gabinete que refleje tanto el pluralismo de su coalición como la diversidad de Chile, según el análisis de Navia.

Alejandra Bravo, presidente nacional del PRI, uno de los partidos de la coalición Chile Vamos afirmó que: «El triunfo del Presidente, Sebastián Piñera, puede llegar a ser trascendental en la “reconstrucción del centro político” chileno luego de un negativo avance que vivió el país, en un lapsus de cuatro años, con la instalación de un conglomerado (Nueva Mayoría) hegemonizado principalmente por posiciones ideológicas de una izquierda que como el Partido Comunista, no logran entender que las transformaciones sociales pueden y deben convivir también, con el progreso, desarrollo y crecimiento de nuestra economía. Asimismo, con la sana y moderna participación y vínculo del aporte público y privado en post de este desarrollo y modernidad al que nuestro país aspira permanentemente. Nuestra sociedad chilena, ha demostrado ser una sociedad demandante de legítimas reformas y transformaciones sociales, sin embargo, el resultado de esta elección presidencial donde nuestro candidato del conglomerado de Chile Vamos ganó por casi diez puntos, es una demostración que los chilenos quieren transformaciones sociales, pero transformaciones sociales con progreso, desarrollo y crecimiento de una economía en la que nuestra clase media y nuestra clase media popular participe de ella, con oportunidades reales de un Estado y de un Mercado activos frente a sus demandas»[6].

La presidente del PRI respondió enfáticamente a quienes en América Latina han calificado la elección de Sebastián Piñera como el triunfo de la “derecha dura”: «Esta afirmación es una falacia de la izquierda chilena y de la región, puesto que, el Presidente electo, Sebastián Piñera impone su liderazgo desde el conglomerado Chile Vamos, con una Primaria legal abierta y ciudadana, dónde todos los chilenos pudieron votar  libremente a diferencia de la izquierda que eligió a su candidato entre cuatro paredes. Decir además, que este mismo conglomerado está compuesto por cuatro partidos políticos que van desde el centro, que somos el PRI, de Renovación Nacional, que es un partido de centro derecha, Evopoli, que es un partido de la derecha liberal y la UDI, que es un partido de la derecha conservadora y que ha logrado confluir con partidos, que como el nuestro, luchó en la defensa de los DDHH en tiempos de la dictadura militar. El Presidente Piñera además, es genuinamente de centro, su padre fue un gran Demócrata Cristiano y el propio Piñera, votó por el NO en el plebiscito que determinaba si Chile continuaba con la dictadura militar o iniciábamos el camino hacia la recuperación de nuestra Democracia y esto implicaba decirle que NO a la dictadura (1988)».

«El hito político más importante que el Presidente Piñera marcó en su primer gobierno, fue haber cerrado el Penal Cordillera, que era una cárcel con totales privilegios, lugar en el que estaban recluidos los asesinos de la dictadura militar y los envió a una cárcel sin privilegios, y esto no lo hizo la izquierda durante sus 20 años de gobierno. Entonces, todos estos hechos hablan por sí solos.

En estas elecciones el Presidente Piñera obtuvo casi el 55% de los votos, la derecha en Chile históricamente tiene el 37% del electorado, la pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿De dónde sacó Piñera ese 17% restante? Pues bien, la respuesta es muy sencilla: ese electorado es del centro político que está ubicado principalmente en la clase media trabajadora y popular que quiere y reclama transformaciones y reformas sociales que puedan ir de la mano con el progreso, desarrollo y crecimiento del país. Por eso es que las voces que hablan de que aquí ganó la derecha dura, no quieren darse cuenta que fue el centro político el que le dio el triunfo a un Piñera que junto a Chile Vamos y a partidos como el PRI abrazamos la idea de un ‘desarrollo armónico” para nuestras regiones y para nuestra clase media popular. El Presidente Piñera encarna estos dos aspectos fundamentales. Por ello es que como PRI hemos iniciado una nueva etapa en la que estamos hablando de Federación de partidos, movimientos y expresiones sociales que puedan confluir en el centro político desde las regiones».

¿Qué impacto tendrá para la región el resultado electoral en Chile?

Carlos Malamud, investigador principal para América Latina en el Real Instituto Elcano sostuvo que «La elección de Sebastián Piñera consolida la nueva coyuntura política latinoamericana. Sin embargo, para hablar de giro o de un nuevo ciclo todavía es pronto dado el elevado número de países que tendrán elecciones en 2018 y 2019. Entre ellos destacan en el 18 Brasil, México y Colombia y en el 19 Argentina y Bolivia. Como se ha visto en Honduras muchos resultados futuros serán sumamente ajustados y muchas cosas son posibles. El origen de los cambios que están teniendo lugar tiene que ver con el fin del súper ciclo de las commodities y los menores ingresos fiscales de los gobiernos, que tienen menos para gastar en políticas públicas y prácticas clientelísticas. También se añade un cierto cansancio social ante gobiernos largos, algunos incluso muy largos, lo que explica la necesidad de cambio de la gente. Finalmente el tema de la corrupción, que en las próximas elecciones seguro tendrá un lugar relevante en las campañas».

Para el profesor de Georgetown «La llegada de Piñera es una bocanada de aire fresco para la América Latina democrática, es decir, aquella que practica la alternancia, observa la separación de poderes y garantiza las libertades y derechos constitucionales fundamentales». La victoria de la izquierda habría posibilitado el resurgimiento o la “restauración bolivariana” en la región. Schamis argumentó que los resultados electorales en Chile apuntan a la “división ideológica en la región” aunque el conflicto ideológico ya no se de entre la derecha y la izquierda como ocurrió durante la Guerra Fría. «La división es entre las democracias constitucionales y aquellos gobiernos que usan el método democrático para llegar al poder, pero que una vez allí lo ejercen de manera autoritaria, incluyendo su intención de perpetuarse en él». Frente a ese panorama, el mandatario chileno puede construir su capital político trascendiendo internacionalmente, es decir: «deberá adoptar una política exterior apegada a normas y principios, superadora de la timorata —sino insincera— política exterior de Bachelet en lo que hace a democracia y derechos humanos. Se trata de Venezuela y otros casos, lo cual le dará protagonismo y prestigio en América Latina».

Bachelet causa polémica a pocos meses de dejar su mandato

Michelle Bachelet entregará el mando a Sebastián Piñera el próximo 11 de marzo pero, antes de terminar su gestión, atenderá la invitación del dictador Raúl Castro para visitar Cuba en los primeros días de enero. Castro dejará el poder en abril aunque la democracia no llegará a Cuba. Bachelet ya había estado en La Habana (2009). En esa ocasión visitó a Fidel Castro pero no se reunió con la disidencia. Cuando murió el dictador, finalizando 2016, la mandataria expresó que Fidel Castro había sido el “líder de la dignidad y la justicia social”. Bachelet no hizo mención a los más de 3100 fusilamientos a opositores, tampoco notó la ausencia de elecciones libres en casi 60 años.

Ex embajadores chilenos opinaron que la presidente debería reunirse con la disidencia cubana y observaron que «Bachelet quiere cerrar su política exterior con la visita a la Meca de la izquierda internacional». Sobre el viaje sugirieron que —salvo que estuviera relacionado con una mediación chilena en Venezuela— no hay razones de Estado para la visita y esta se haría en función de intereses particulares y de un compromiso ideológico de la presidente. La política exterior chilena —durante el segundo gobierno Bachelet— ha tenido un fuerte sesgo ideológico alejándose del pragmatismo que ha caracterizado al país, cuestionaron los ex funcionarios. La mandataria viajará a El Salvador, a finales de enero, para participar en la III Cumbre CELAC-UE. @mundiario

Notas

[1] En las elecciones de 2013 la abstención fue del 50% en primera vuelta y del 58,21% en la segunda vuelta. Michelle Bachelet se impuso con el 62% de los votos frente al 37,8% de Evelyn Matthei. El resultado electoral propinó la “derrota más aplastante a la derecha desde el retorno a la democracia”. El Mostrador

[2] Eduardo Frei Ruiz-Tagle es, hasta el momento, el presidente más votado, superó los cuatro millones de votos. Por su parte, la presidente Michelle Bachelet ostenta la mayor votación porcentual con 62,17% en segunda vuelta electoral (2013) desde el retorno a la democracia. EMOL

[3] Según los datos del Servicio Electoral (Servel) con el 99,99% de las mesas escrutadas, Sebastián Piñera obtuvo el 54,57% de los votos y Alejandro Guillier el 45,43%. Hubo un 0,80% de votos nulos y un 0,29% de votos en blanco. Participaron de la elección 7.032.585 votantes en un padrón de 14.308.151 personas. El Mostrador

[4] Ricardo Lagos felicitó a Sebastián Piñera y le ofreció su colaboración como ex presidente de Chile. Instó al presidente electo a recuperar la unidad entre los chilenos.

[5] En las elecciones de noviembre de 2013, Evelyn Matthei obtuvo 1.645.271 votos y en el balotaje sumó 465.493 sufragios, con lo cual llegó a los 2.110.764 votos. Michelle Bachelet que había obtenido 3.070.012 votos sumó 397.502 imponiéndose ante Matthei con 3.467.514 votos. Sin embargo, en la segunda vuelta y respecto a la primera, casi un millón de electores se abstuvieron de votar. En noviembre habían concurrido a las urnas 6.689.000 sufragantes y en la segunda vuelta concurrieron 5.694.291 chilenos. Cooperativa.cl

[6] La presidente del Partido Regionalista Independiente (PRI) afirma que la colectividad a la que pertenece apoyó la candidatura de Sebastián Piñera porque -desde los postulados e ideas que defienden como partido de centro humanista-social-cristiano- consideran que: «El Estado debe avanzar a un Estado con apellido; hablamos de un Estado “Solidario”, es decir, un Estado que se compromete con el desarrollo integral de las familias y con un Mercado sano, que no abuse, y más bien sea generador de oportunidades sobre todo para el emprendimiento en nuevas formas de trabajo principalmente para nosotras las mujeres activas laboralmente y muy activas intelectualmente».

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