La campaña electoral catalana esquiva la realidad del país

Parlamento de Cataluña.
Parlamento de Cataluña.

Tras una década de parálisis institucional, la campaña electoral presenta a líderes alejados de la vida real, enfrascados en un metadebate identitario  y autorreferente.

La campaña electoral catalana esquiva la realidad del país

En su obra, “Si un persa viatgés a Catalunya”, Miquel Porta-Perales trataba de explicar, bajo el prisma de la ironía, el universo político catalán en el apogeo del pujolismo. El título remedaba el celebérrimo de Montesquieu, buscando explicar la realidad al supuesto visitante de otra cultura. Transcurridos quince años desde su publicación, la realidad política del país se ha convertido en algo aún más estrambótico para cualquier visitante.

No se trata sólo de la lista de 130 presidentes catalanes de la que presumen sus sucesores, a pesar de que sea una evidente mixtificación pues solamente los diez últimos merecen ese título, sino principalmente de la actuación al frente de las instituciones autonómicas y del discurso político, del debate cotidiano. Cuando se dice que es la década perdida de la política catalana se hace referencia al tiempo en el que la política catalana, institucional y parlamentaria, se ha evadido de la realidad para refugiarse en un mundo artificial construido con imágenes épicas, sueños y frustraciones.

La campaña electoral que se está desarrollando es una buena muestra. La realidad de la sociedad catalana, sufriendo la pandemia, con importantes restricciones, con miles de empresas en crisis y otras muchas fugadas fiscalmente, apenas es materia de campaña. La mayor pujanza del rival secular, Madrid, cuyo crecimiento económico ha superado al de Cataluña por primera vez, tampoco ha llevado a ninguna reflexión sobre lo que se debe hacer.

El partido de Puigdemont, por boca de su candidata Laura Borrás, enfoca la campaña como anuncio de un nuevo referéndum por la independencia y todo lo que le acompaña. Su rival y actual Vicepresidente, Pere Aragonés, aparece desdibujado y sin liderazgo. En el PSC, Salvador Illa toca todos los palos, un día promete llevar el Senado a Cataluña y al otro promete duplicar el gasto sanitario. Tan irreal y carente de sustancia es lo primero como lo segundo, si bien es cierto que el modelo sanitario catalán, como el modelo educativo, se encuentran fuertemente privatizados y con recursos insuficientes. Si eso dicen los partidos que aspiran realmente a gobernar, de los demás poco se puede subrayar.

Si el visitante se sorprende no es por la evidente artificiosidad del debate político, sino por el contraste con la realidad económica y social del país. Una sociedad próspera, creativa, abierta al exterior, con elevados niveles de formación, sede de muchas empresas de referencia, con un tejido económico formidable, con una base de investigación sobresaliente, abierta a la cultura como pocas, soporta un mundo político que lejos de ocuparse de sus problemas se dedica a querellas que emulan las bizantinas.

La prensa diaria arroja alguna luz. Los comentaristas, plurales, tienen una coincidencia frecuente: recordar que Madrid es el problema. Madrid funciona como una metonimia para aludir a los poderes económicos, políticos y mediáticos principalmente asentados en la capital, a los que se considera como un todo y que incluso a veces son reducidos al palco del Bernabeu. Es decir, existe un enemigo exterior confabulado para arrebatar el fruto de su esfuerzo a la sociedad catalana en beneficio de la España improductiva. En su día Pujol lo representaba gráficamente en los impuestos catalanes que sufragaban piscinas en Extremadura, pero el discurso es el mismo.

Los analistas más cultivados comienzan a señalar el revés de esa cómoda metonimia, esto es, lo que hace la sociedad catalana para incidir en el resto de España o si se quiere en Madrid, como hizo de forma muy notable durante décadas. La renuncia del Gobierno catalán durante la última década a ejercer sus competencias y a ocuparse de la realidad explica la pérdida de peso progresiva de la política catalana. Algo que todos los españoles podemos lamentar pues la política de bloques que preside la política nacional se vería aliviada con la aportación de sociedad catalana, tradicionalmente moderada y moderadora. A tenor de lo que se oye en la actual campaña, no hay riesgo de que ocurra en un futuro inmediato. @mundiario

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