La caída de Constantinopla y el APRA

Mapa de la ciudad de Constantinopla, data del siglo XV.
Mapa de la ciudad de Constantinopla, data del siglo XV.
La caída de Constantinopla es de tremenda importancia por dos razones:representa el final de la Edad Media como el comienzo de la Edad  Moderna. Y representa el corto definitivo de la llamada Ruta de la Seda.
La caída de Constantinopla y el APRA

Un día, como hoy, en el año 1453, los turcos otomanos tomaron la ciudad de Constantinopla, capital y último reducto del Imperio Bizantino o Imperio Romano de Oriente.

Volviendo con el asedio de Constantinopla, éste comenzó el 7 de abril de 1453. El emperador era Constantino XI, de la Dinastía de los Paleólogo, que consideraba sucesor, nada menos, de los emperadores romanos o Césares. Es válido recordar que el Imperio Bizantino, jamás se llamó así por sus habitantes ni emperadores, era el Imperio Romano de Oriente debido a que el último emperador o césar Teodosio partió el Imperio Romano (año 395) en dos: Para su hijo Honorio le correspondió el Imperio Romano de Occidente, con capital en Roma y para su hijo Arcadio, le correspondió el Imperio Romano de Oriente, con capital en Constantinopla, pero con el pasar de los siglos, el Imperio Bizantino quedó reducido a su ciudad capital Constantinopla, pero a pesar de esa reducción territorial, Constantinopla representaba una gran civilización con grandes riquezas.

Por ejemplo, en arquitectura su mayor obra fue la otrora iglesia Santa Sofía construida por el emperador Justiniano, en las letras destacaron el monje Teodoro Pródomo, el novelista Nicetas Eugeniano, el gran historiador Procopio de Cesárea –secretario del general Belisario-, el poeta Jorge de Pisidia, la monja poetisa Casia, entre otros intelectuales bizantinos, el alfabeto cirílico –creado en el 940- sigue siendo utilizado en idiomas vigentes como el búlgaro, el serbio y el ruso, otra gran obra intelectual fue la creación de la Universidad de Constantinopla fundada por el emperador Teodosio II en el año 425. Es decir, el Imperio Romano de Oriente representaba todo lo positivo de una cultura civilizadora y faro de la intelectualidad que alumbró por más de mil años el oriente europeo.

Volviendo con la caída de Constantinopla, el 29 de mayo de 1453, con más de un mes de asedio, mueren defendiendo Constantinopla, su último emperador Constantino XI y más de 4, 000 soldados bizantinos. Fue un acto heroico porque el asedio era implacable desde mar y tierra. Los turcos otomanos, comandados por su sultán Mohamed II, entran a Constantinopla, saquean la ciudad, le cambian de nombre por Estambul, la iglesia Santa Sofía se vuelve en mezquita y se convierte en capital del imperio otomano. Es decir, había ganado la barbarie sobre los herederos orientales de la civilización romana. Fue el triunfo de lo más negro sobre la luz del faro grecorromano que aún alumbra a la civilización occidental.

Al leer el título, un acucioso lector se preguntará ¿qué relación tiene el APRA con Constantinopla?.Obviamente, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alan García, Luis Alberto Sánchez, Armando Villanueva, Ramiro Prialé, Carlos Manuel Cox, Manuel Seoane y otros líderes apristas no tienen una obvia relación con el Imperio Bizantino, pero el último asedio que padeció Constantinopla me sirve de paralelismo como reflexión a la actual situación del APRA, el partido político peruano más longevo de nuestra endeble democracia. Actualmente, el APRA no tiene representación parlamentaria, ni gobierno regional, ni regidores en Lima –la capital del Perú- sumado a que debe tener una pequeña cantidad de alcaldes distritales, sumado al resultado de la elección parlamentaria de enero del 2020, el APRA está reducido en su mínima expresión.

Desde la fundación del APRA, en el año 1930, sufre un asedio por parte del principal grupo mediático oligárquico, los mismos que convivieron con los chilenos tras la ocupación de Lima en la infausta guerra del Pacífico, aún levantan banderas de división y odios entre los peruanos mientras cohabitaron con el principal enemigo que tuvo la Nación peruana, en sus horas más sombrías.

Antes se podía soportar el asedio de los enemigos de la prensa, más los asesinatos y prisiones ordenadas por las dictaduras militares y el frontal enfrentamiento con los comunistas, que se acrecentó desde el triunfo de Fidel Castro en Cuba que dio impulsó a toda la izquierda socialista o no democrática, porque se contaba con una pléyade de intelectuales que eran apristas como Luis Alberto Sánchez, el peruano que ha escrito más libros en el pasado siglo.

Antes se entendía que la batalla cultural era fundamental para mantener una importancia presencia social por décadas. Considero que esa batalla cultural se perdió tras la muerte de Luis Alberto Sánchez y sumado al momento, que los castrochavistas peruanos, entendieron que la lucha de clases nunca funcionaría sino la hegemonía cultural. Por éso, cuando un castrochavista peruano publica una novela o poemario, es aplaudido por todas sus camaradas, aunque ese poemario sea mediocre.

No les cabe ningún sentimiento de mezquindad porque saben que a través del mundo de la academia, de las letras y del arte se dominará sobre la sociedad, cosa que es cierto, pero que no todos entienden porque no leyeron al comunista italiano Antonio Gramsci.

Hoy que las redes sociales tienen una importancia radical, vemos que los castrochavistas peruanos se organizan bien, al nivel que si uno es insultado, salen a defenderlos cientos, por no decirlos, miles de sus camaradas chavistas. Traslado estas dos situaciones al aprismo actual: ¿Cuándo un aprista publica un libro, un grupo organizado de apristas sale a respaldarlo? o ¿cuándo un aprista es atacado, en redes sociales, por no decir un ámbito laboral o profesional, sale en su defensa miles de apristas? No necesito escribir la respuesta, por lo menos, no escribo para mentir a nadie.

Volviendo con el APRA, el aprismo representa el primer y único momento de civismo y formalidad política peruana, en un país sumido a la mayor informalidad desde la Independencia. ¿Por qué? Nuestros gobernantes, en el primer siglo de la República, no debieron ser dictadores ni militares sino civiles profesionales como siempre lo fue en las potencias occidentales.

Aquí, nuestra mediocre élite permitió que los militares gobernasen, con total impunidad, en lugar de ganar guerras, que casi todas las perdimos por nuestros mediocres generales que, hasta hoy, son políticos como un impresentable pega esposa que fue congresista y autor de la actual ley universitaria, cuando la anterior fue redactada por el intelectual aprista Luis Alberto Sánchez, y otro general en retiro, acusado de asesinato y violación, es actual congresista, electo con medio millón de votos.

En conclusión, el APRA no merece tener el final de Constantinopla. Es la hora de rectificar, por ejemplo: Recuperar espacios perdidos en la batalla cultural como entender que la unidad es fundamental en momentos de crisis porque más debemos mirar que nos une que circunstanciales pequeñas diferencias.

El APRA, por su martirologio de dos décadas y su ideología que nació para responder la realidad indoamericana,  es la luz del faro que alumbra a otros partidos indoamericanos como el PRI mexicano, el Partido de Liberación Nacional costarricense, Acción Democrática de Venezuela, entre otros partidos constitucionalistas y democráticos, de nuestro continente. ¡No lo olviden!. @mundiario

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