Cataluña, suma de mentiras: el arancel como realidad

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Protesta independentista en una playa.

Desde los Borbones a Franco, Cataluña ha sido la más protegida de España a través del arancel que cegó el comercio exterior para el resto del país al impedir el librecambio.

Cataluña, suma de mentiras: el arancel como realidad

Veamos qué dicen dos catalanes ilustres, para empezar:

> "El catalanismo no debería prescindir de España, porque los catalanes fabrican muchos calzoncillos, pero no tienen tantos culos". Josep Pla (1897-1981), Pla escribe en catalán y castellano...y era de Palafrugel.

>  “El desescombro de privilegios y fueros benefició insospechadamente a Cataluña, no sólo porque obligó a los catalanes a mirar hacia el porvenir, sino porque les brindó las mismas posibilidades que a Castilla en el seno de la común monarquía”. Jaume Vicens Vives: Aproximación a la historia de España, páginas 131-132. Vicens Vives era gerundense).

A estas alturas aburre tener que recordar cada 11 de septiembre las mentiras y patrañas sobre las que descansa el “hecho diferencial catalán” o el repetido “memorial de agravios”, cíclicamente presentado por la burguesía mercaderil en creciente grado según sea débil o componedor el Gobierno de Madrid.

El paradigma de la política proteccionista que todos los gobiernos fueron otorgando a Cataluña a costa del desarrollo económico de otras regiones de España, a las que se les cegó la posibilidad de exportar a otros mercados, cerrados en correspondencia a los aranceles que protegían a los textiles de aquella región, tres veces más caros y de peor calidad que los ingleses. O sea, que los agraviados serían en todo caso, el resto de los españoles.

Madrid protegiendo a Cataluña siempre

Dentro del desarrollo industrial de Europa, Cataluña, protegida desde Madrid participó bien pronto en ese crecimiento gracias al abaratamiento de los costos de producción por la introducción del algodón como materia prima más barata que seda o lana, lo que a su vez provocó el nacimiento de un denso proletariado urbano, la emigración de otras regiones y la consolidación de una burguesía que fue españolista o catalanista, según el caso.

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Una imagen de la independencia.

No deja de ser curioso el patriotismo catalán ante la pérdida de las colonias postreras de España que eran uno de sus mejores mercados. En un documentado estudio al respecto, José Alberto Cepas Palanca escribe:

“El comercio colonial de la Monarquía Hispánica, especialmente Cataluña y que abarcaba toda Hispanoamérica, islas Filipinas, Marianas, Carolinas, Guam, Palao y otras de menor entidad, permitió entrar en una etapa de crecimiento basado en las ventas a Ultramar de vinos, aguardientes y textiles. Antes de 1820 el azúcar cubano se convirtió en el flete de retorno de los barcos catalanes (la piratería hacía desaconsejable repatriar oro y monedas) y de aquí se pasó al comercio de esclavos que sobrevivió hasta 1860, mucho después de que se declarase ilegal el tráfico negrero”.

Pero es que aparte de todo esto, el sistema de protección de la industria catalana mediante la política arancelaria repercutió a lo largo de los siglos XIX y XX en la marcha económica del país y perjudicó la posibilidad de que otras regiones exportaran sus productos a mercados, como el británico, cerrados a nuestros envíos como era, por otra parte, perfectamente lógico.

Ramón Tamames ha sido uno de los autores más valientemente críticos con el privilegio catalán que, en la región beneficiaria, se oculta con el habitual cinismo y victimismo. Los tres siglos de opresión española fueron en realidad tres siglos de privilegios a favor de una burguesía muy patriótica, en su momento, ante la pérdida del mercado cubano. Y he ahí la gran paradoja: los añorados derechos medievales de tiempo de los Austrias fueron compensados con creces por la política de los Borbones hasta nuestros días.

Paños caros y peores

Para la burguesía catalana fue un premio la desaparición de las fronteras interiores lo que, unido al arancel obligó a los españoles a comprar los paños catalanes, tres veces más caros y de peor calidad que los ingleses. Cataluña crecía y hacía rica, mientras el resto de España y la opresora Castilla se quedaba con el escaso valor añadido de su meseta cerealista.

Y como los géneros catalanes no podían competir con las manufacturas inglesas, francesas, alemanas o belgas producían géneros de mayor calidad a mejor precio, había que apremiar al gobierno, mediante repetidos memoriales de agravios, un sistema de barreras que al tiempo que impedía o gravaba la entrada de productos extranjeros, mejores y más baratos.  Nadie, como el mismísimo Franco ha protegido tanto a Cataluña,

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Cartel de la Diada.

Al resurgir el nacionalismo catalán, antecedente del “España nos roba”, nadie reflejó la situación del país que Wencerlao Fernández Flórez, cuando escribe “Barcelona es la única metrópoli del mundo que quiere independizarse de sus colonias”.

El resto de España seguía  anclada en un ruralismo medieval, sin posibilidad de generar capitales, como en Cataluña, capaces de desarrollar ámbitos industriales. España exportaba vino y materias primas a un mercado cerrado y limitado. Antes de que Ramón Tamames hiciera su sólido análisis al estudiar la historia económica de España y como el privilegio catalán perjudicó a las demás regiones, Joaquín Costa lo explicaba así:

Los industriales [catalanes] beben nuestro vino, no ya al precio a que lo da la Naturaleza, sino más barato, porque nos cierran los mercados extranjeros, y, por tanto, restringen la demanda, en cambio nos obligan a vestirnos de sus telas, no ya al precio a que pueden producirse, sino más caras, porque cierran nuestro mercado a los tejidos extranjeros, que aumentarán la oferta; por manera que los agricultores pagamos impuestos que no satisfacen los industriales, sea al Estado, en forma de derechos de aduanas, sea al fabricante español, en forma de sobreprecio, sea a los contrabandistas o a las sociedades de seguros de contrabando, en forma de prima.

Los proteccionistas catalanes ganaron la batalla a los librecambistas e impusieron en Madrid los aranceles que los beneficiaban. Y desde Cánavas a Franco, pasado por el mismísimo Cambó, esa ha sido la clave de una parte esencial de la historia económica de España. Es curioso que el arancel se modera con un ministro catalán, Figuerola. Pero ese periodo apenas duró 14 años ya en el último tercio del siglo XIX, hasta que los fabricantes catalanes recuperaron sus privilegios.

El patriotismo catalán

No deja de ser curioso que fuera Cataluña la región más decididamente patriótica en contra de la independencia de Cuba. Y cuando se perdió este y otros mercados, siempre victimista, se agarraron al arancel para mantener cautivo el mercado nacional.

Como subraya José Alberto Cepas Palanca, Cataluña siempre obtuvo un trato favorable para la comercialización de sus productos en el mercado interior. Desde 1737, se dotó a las hilaturas catalanas de un régimen de monopolio en cuanto al aprovechamiento del mercado español. Este mercado abarcaba toda Hispanoamérica y Filipinas, aparte de las restantes islas del Pacífico.

Y añade:

¡Y todo era un mercado exclusivamente para los industriales catalanes! Fue precisamente la pérdida de este mercado ultramarino, de cuyo monopolio textil disfrutaban los tejedores catalanes, lo que produjo la irritación en el empresariado catalán, por la anulación de un enorme porcentaje de su producción que ahora habrían de reducir forzosamente ¿Cómo? apoyando el envío de tropas para intentar retrasar como fuera el independentismo colonial, generalmente por la fuerza, por lo que los catalanes favorecieron el envío de soldados de reemplazo mediante el sistema de “cuotas” (que permitía librarse de servir en el ejército a los que pudieran pagar la “Redención a metálico y sustitución”).

Para patriotas ellos; según el caso, claro. @mundiario

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