El brillo del dinero robado a causa de la avaricia, la demesura...

Rodrigo Rato. / Twitter
Rodrigo Rato. / Twitter

Yo nunca había conocido una plaga de ladrones tan numerosa como la que vengo viendo desde hace tiempo. Me refiero a los malversadores, al robo con mayúscula.

El brillo del dinero robado a causa de la avaricia, la demesura...

Yo nunca había conocido una plaga de ladrones tan numerosa como la que vengo viendo desde hace tiempo. Me refiero a los malversadores, al robo con mayúscula.

El último y más reciente de los ladrones de guante blanco ha sido el llamado “caso Rato”. Fue Rodrigo Rato vicepresidente segundo del gobierno y ministro de Economía entre los años 1996 y 2004, durante el gobierno de José María Aznar. Ocupó el cargo de director gerente del Fondo Monetario Internacional... Y lo alzaron al gran reconocimiento público. Así las cosas, la gente de la calle se pregunta ahora: “¿intenta decirme que ese señor es el mismo que, a día de hoy, se halla sin pasaporte y que está obligado a presentarse semanalmente en el juzgado, hasta que finalmente se resuelva su caso? Sinceramente, si eso es así, a mí no me inspira sino repulsión”.

Y lo peor de todo es que no se trata de un caso aislado. Además, que en estos meses próximos a elecciones generales, son propicios para mover y remover entre partidos numerosos asuntos de corrupción. Y un buen periodo de tiempo para pescar corruptos. Aunque quien ya hoy es corrupto lo era también antes, sino que ahora es un pez ya pescado, a la espera seguramente de un futuro sombrío. Inicuo y despreciable, qué pena; sin una sola idea para la solidaridad, solo para robar dinero.  Cuando las cartas vienen bien dadas y hay mucho de qué tirar, es posible que, al menos durante algún tiempo, tengamos corrupción y corrupción. Entretanto, uno se debate entre el asco y el estupor, no comprendiendo del todo a tanta gentuza. 

¿Rodrigo Rato, quien obtuvo gran reconocimiento público, es el mismo señor que, a día de hoy, se halla sin pasaporte y que está obligado a presentarse semanalmente en el juzgado, hasta que finalmente se resuelva su caso?

 

Lo cierto es que la corrupción se halla instalada en muchas instituciones, y es ahora cuando, más que nunca, estamos asistiendo al cacareo de palabras como ‘robo’ ‘engaño’, ‘imputado´, ‘prevaricación’, ‘malversación’, etcétera. Por lo que es claro que no me estoy refiero a pequeñas cuantías de dinero sino a millones de euros, cuyos autores son los hijos del poder político. O empresarios. O gente que incluso antes ya era rica. Y ¿por qué este afán por el dinero si ya les sobra? Ah. El ansia. El poder. La avaricia. La desmesura…

Ícaro, con alas de cera y plumas que el sol quemó, murió al fin un día, igual que todos. Pues es un sinsentido, sin duda, que muchos pretendan imitar a los pájaros, cuando ellos ya lo eran, aunque sin las tan preciadas alas.

Sí; muchos siglos después, aún continúan apareciendo, en la geografía de España, por no entrar en el mundo globalizado, individuos que viven con la sola intención de ser poderosos, más poderosos si cabe que quien más; y todo, por la avaricia de caminar pisando las cabezas del resto de los mortales. Aunque no con alas de cera ni de plumas, pues ellos saben bien que se las quemaría el sol.

A personajillos chiquilicuatro, como estos, solo les mueve el desmesurado afán por la pasta. El brillo del dinero es todo su poder.

Y es que hay mucha mala gente a la que gusta de caminar por las cabezas de los pobres, tras desvalijarlos de sus cuatro monedas de mala muerte, guardadas con siete nudos, lo escasamente para ir subsistiendo; sin importarles un bledo que un día cualquiera se los puedan encontrar bajo un puente o, más grave y vergonzoso si cabe: muertos en una chata casucha abandonada. Pero eso no importa.

Esa caterva de “hombres importantes” sin escrúpulos, carroñeros de exquisiteces, a años luz del humanismo solidario, se mueven sobre todo por entre la clase política y el mundo empresarial. Hasta que un mal día nos enteramos que son ladrones de guante blanco, gentuza a quienes las monedas les importa bien poco, saben muy bien que la calderilla no hace rico a nadie. Sus amigos son los “paraísos fiscales”, y dondequiera que olfatean la posibilidad de dar un aromático mordisco, ¡zas! Y ves cómo se frotan las manos, porque saben que se trata de un negocio relativamente cómodo y rentable, edén donde se mueven como pez en el agua.

Yo nunca había conocido una plaga de ladrones tan numerosa como la que vengo viendo desde hace tiempo. Sabemos que el fósil más antiguo que se conoce tiene 395 millones de años, y creo que en ese tiempo ya había algunos de aquellos de la misma calaña que los nuestros. Me refiero a los malversadores, al robo con mayúscula. A la oscura corrupción de la mordida, a los de los millones de euros. Y todo, absolutamente fuera de toda legalidad, claro. solo que al final, con trajes de rayas acaban en la cárcel, barridos por la escoba del olvido.

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