Un Brexit que no dañe más la economía, el objetivo de Bruselas y Londres a última hora

Gran Premio del XV WPC - Boris Johnson - Frank Hoppmann, Alemania
Caricatura de Boris Johnson, de Frank Hoppmann (Alemania), Gran Premio del XV WPC.

Aunque la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no tira la toalla, Boris Johnson sigue resistiéndose a la firma de un tratado comercial antes de la salida definitiva del Reino Unido. Si un milagro a ultimísima hora no lo remedia, el divorcio sin acuerdo está servido.

Un Brexit que no dañe más la economía, el objetivo de Bruselas y Londres a última hora

El milagro del Brexit con acuerdo se esfuma cada día un poco más pero aún así Bruselas y Londres intentan evitar un Brexit dañino para la economía. Desde España, la ministra de Exteriores González Laya también alertó del daño a la economía si no hay acuerdo del Brexit.

Si bien la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no tira la toalla, el primer ministro británico Boris Johnson sigue resistiéndose a la firma de un tratado comercial antes de la salida definitiva del Reino Unido. Si un milagro a ultimísima hora no lo remedia, el divorcio sin acuerdo está servido. De momento toca esperar...

El sueño de un británico

En realidad, el sueño de un británico a favor del Brexit duro es conducir un coche alemán a un pub irlandés para beber una cerveza belga. De camino a casa, comprar una pizza italiana y una botella de Beaujolais Nouveau francés, sentarse en un sillón de fabricación sueca y poner en marcha una televisión Made in Países Bajos para ver una serie danesa. En verano, pasar sus vacaciones en España, y en invierno, esquiar en Austria. Tener un profesor de tenis checo, un fontanero polaco y una asistenta rumana. Pero romper con todas las cadenas que le atan a la Unión Europea.

La última parte del sueño se cumplirá el 1 de enero de 2021, si antes no se firma un acuerdo comercial. Con el resultado de predecibles pesadillas para todos los ciudadanos del Reino Unido: porque los precios de productos y servicios europeos subirán al otro lado del Canal, por aranceles, cuotas y otros costes, y las exportaciones de productos y servicios británicos al mercado único caerán, impulsando a muchas empresas a cerrar, con la consecuente repercusión en empleos y salarios.

El renombrado analista británico Timothy Garton Ash predice en El País que, “tardaremos por lo menos cinco años, seguramente diez, para ver un perfil claro de las nuevas relaciones entre las islas y el continente”. Los miedos resultantes del Brexit sin acuerdo llevan al decano de las encuestas británicas John Curtice a pronosticar en The Economist que un referéndum hoy daría una amplia mayoría de votos por la permanencia del Reino Unido en la UE. 

Asuntos en juego

Después de un año de negociaciones: ¿por qué sigue pues en el aire una brusca ruptura con consecuencias nefastas para ambas partes, pero en especial para el Reino Unido, que ni una cena a última hora entre Ursula von der Leyen y Boris Johnson el pasado miércoles en Bruselas ni las negociaciones posteriores han podido remediar? En mi opinión, por dos razones: 

La primera tiene que ver con los temas cruciales que los negociadores de ambos bandos habían dejado hasta el final. En ellos chocan dos puntos de vista divergentes: el de la Comisión, que no quiere aceptar al Reino Unido en el mercado común sin el cumplimiento de sus reglas de juego, y el del Reino Unido, que no quiere permitir obstáculos para recuperar su total soberanía en la toma de decisiones de toda índole. Son tres.

1- La definición de las cuotas de pesca europeas en los caladeros de las islas. De momento suponen más del 50% de las capturas anuales. Londres insiste en negociarlas de nuevo cada año, Bruselas propaga una solución a más largo plazo, para limitar la incertidumbre del sector pequero europeo. Aunque las diferencias de criterio en este punto se calculan en unos 500 millones de euros, el asunto tiene una gran carga emocional tanto en Francia, a cuya flota pesquera le corresponde un 30% del valor total de las capturas europeas, como en Bélgica, porque obtiene el 50% de su facturación en aguas británicas.

2. El alineamiento regulatorio del Reino Unido con la Unión Europea en cuestiones económicas, fiscales, laborales, medioambientales y de ayudas de Estado. Para Bruselas, una condición indispensable para seguir aceptando relaciones privilegiadas del Reino Unido en cuanto a la colocación de productos y servicios en el mercado europeo sin cuotas de exportación ni aranceles. Para Londres, un claro recorte una vez más de su soberanía.

3. El sistema de la gobernanza de los acuerdos, es decir, de la vigilancia de sus cumplimientos. Mientras que Bruselas insiste en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) como máxima autoridad para dirimir conflictos, Londres puja por un órgano de arbitraje internacional e independiente.

Posibles salidas

¿Hay compromisos posibles? ¿Por ejemplo, en el tema de la pesca acordando un plazo de una década para reducir gradualmente la cuota de las capturas europeas y después negociarlas cada año? ¿Por ejemplo, en el tema del alineamiento regulatorio aceptando ambas partes los estándares marcados por la UE para asegurar una competencia leal, pero con la opción para el Reino Unido de desmarcarse en casos excepcionales, a lo que la UE respondería levantando automáticamente aranceles sobre estos productos y servicios? ¿Por ejemplo, en el sistema de la gobernanza de los acuerdos proponiendo un Tribunal de arbitraje compuesto por el mismo número de representantes del TJUE por parte de la Unión Europea y del Tribunal Supremo por parte del Reino Unido, con un presidente consensuado como instancia final en caso de empate? Pienso que sí.

Pero aquí entra en juego la segunda razón que en mi opinión sigue impidiendo un acuerdo a última hora: Boris Johnson, 56, cuya máxima aspiración es seguir los pasos de gloria de su admirado Winston Churchill, sobre el cual escribió una excelente biografía. Pero cuya gestión en su primer año como primer ministro ha sido nefasta. Tanto en su ambición de recuperar para el Reino Unido un papel relevante a escala mundial como en su intento de solventar la crisis de la Covid-19, de acelerar la independencia económica a escala europea y de implementar un liderazgo nacional indiscutible. Después de la derrota de Donald Trump en las elecciones estadounidenses ha perdido a su aliado más cercano ideológicamente. Después de su pésima administración de la pandemia ha perdido gran parte de la confianza de sus conciudadanos. Después de su táctica de negociación tan errática en el Brexit ha perdido el respeto de la Unión Europea como socio fiable, así como de los gobiernos regionales de Gales y Escocia, éste último más que nunca a favor de que el Reino Unido siga en la Unión Europea. 

El balance tan negativo sobre el primer año de Johnson como primer ministro no ha sorprendido ni a colegas de partido que han seguido de cerca su carrera desde los años universitarios, periodísticos y políticos. En un artículo en The Guardian, el ex ministro conservador Dominic Grieve explicaba que las capacidades oratorias y de relaciones públicas de Johnson han ocultado desde siempre su poco interés de profundizar en temas importantes, de gestionar cada asunto con total conocimiento de causa y de seguir una línea marcada por el sentido común. Y Rory Steward, su rival en las últimas elecciones por la presidencia del Partido Conservador, caracterizaba al primer ministro como una “figura amoral” y “el mayor mentiroso” que jamás ha ocupado 10 Downing Street.

El papel de Carrie Symonds

Dado a propagar ideas populistas que le inculcaban asesores extravagantes, como el ideólogo del Brexit Dominic Cummings, desde hace poco a la que más escucha es a su novia Carrie Symonds, madre de su último vástago y culpable de la defenestración de Cummings. Con valores políticos más moderados, marcados probablemente por ser hija de uno de los fundadores del diario liberal The Independent. Con una conciencia ecológica que plasma en su proyecto Vibrant Oceans, comprometido con la supervivencia de las ballenas. Y con admiración por modelos políticos más cercanos a una mujer de 32 años: por ejemplo, Michelle Obama, cuyas memorias le impresionaron tanto que tuiteó: “Esto realmente merece petarlo. Me han encantado”.

¿Intentó Carrie Symonds convencer a Boris Johnson, antes de que éste se reuniera con Ursula von der Leyen en Bruselas, para que el primer ministro no se cerrase a ninguna fórmula mágica a ultimísima hora que evitara la ruptura definitiva de las deliberaciones del Brexit? Algún observador de la escena londinense cree que sí. ¿Es la responsable para que Londres haya decidido hoy seguir negociando? Si es así, ojalá consiga que Johnson dé, en estos momentos de la verdad, un pequeño paso para él, pero un gran salto para Europa: el visto bueno a un acuerdo comercial con la Unión Europea. 

En caso contrario, el semanario alemán Der Spiegel predice para el Reino Unido a partir del 1 de enero una “cojera” manifiesta hacia una “libertad” incierta y desilusionante. @mundiario

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