Brasil anticipa un bochorno político en la inauguración de las Olimpiadas

Dilma Rousseff y Michel Temer. / lopezdoriga.com
Dilma Rousseff y Michel Temer. / lopezdoriga.com

Arrinconada y sin esperanza, Dilma Rousseff ha abierto aun más el frente que sostiene con Michel Temer y se ha renegado a asistir a la ceremonia de este viernes. 

Brasil anticipa un bochorno político en la inauguración de las Olimpiadas

El conflicto interpersonal que mantienen Dilma Rousseff y Michel Temer desde el 12 de mayo amenaza con sonrojar la inauguración de los Juegos Olímpicos, cuya ceremonia será hoy a partir de las 20:00 horas en tiempo local. Rousseff, removida de su puesto como presidenta del Gobierno Federal desde la fecha ya indicada, se había pronunciado vehementemente en las últimas semanas por no haber sido invitada a la ceremonia de apertura del evento. En una maniobra de imagen pública su sustituto, Temer, le extendió una invitación formal, pero quien fuera su colega y compañera de partido hace algunos años la declinó. Así, el presidente interino aseguró que tuvo en su momento la intención de intentar otro acercamiento, pero la arrogancia de aquélla le desmotivó. Aunque lo cierto es que la destituida presidenta tampoco estará de ánimos para fiestas.

Desde que tuviera que abandonar su despacho en el Palacio de Planalto, sede administrativa del Gobierno, Rousseff se ha refugiado en la residencia presidencial en el palacio de la Alborada, planeando minuciosamente su defensa por el juicio político al que fue remitida por el Senado en mayo de este año. El horizonte se vislumbra demasiado nublado. Esta misma semana la comisión especial creada para el impeachment dio su aprobación al informe negativo del ponente con 14 votos contra 5 el día miércoles. Dicho documento acusa a Rousseff de manipular las cuentas públicas y se volverá a someter a votación en una plenaria de la semana entrante. Si se llega a aprobar, que en la capital del país se da como hecho, la líder socialista quedará imputada por todas las vías legales y esperará únicamente la última ronda de sesiones plenarias que empezarán el 25 o 26 de este mes y terminarán apenas días después. Una vez terminado ese proceso, Rousseff abandonará de manera definitiva la titularidad del Gobierno Federal de Brasil. 

Los últimos meses la revolucionaria política se ha mantenido en un interminable periplo por todo el país, concediendo entrevistas a medios de comunicación extranjeros y acusando por todas partes a Michel Temer de traidor y golpista. Como ha podido, también ha intentado reinvindicar su imagen y su gestión.

Su última estrategia ha sido advertir de que está considerando seriamente el emitir una carta abierta a sus compatriotas y proponer un plebiscito en todo el país a fin de que se convoquen a unas nuevas elecciones. Y lo cierto es que este emprendimiento tiene sendas bases: el 53% de los brasileños ve con buenos ojos el acudir a las urnas de forma anticipada. "Quien tiene que decidir lo que yo tengo que hacer no es el Congreso ni las encuestas ni cualquier otra cosa, sino el conjunto de los brasileños", se quejó frente a las cámaras de la BBC.

La exmandataria se sabe acorralada. Sus posibilidades de salvarse de la destitución definitiva y de ir al juicio son prácticamente nulas. Tan sólo le queda aferrarse a la idea de que aquellos legisladores que votaron en su contra en julio, cambien de opinión y le apoyen. Los analistas y especialistas advierten de lo disparatada de la alternativa.

A estas alturas hasta el Partido de los Trabajadores (PT) parece haberle dado la espalda a su guía espiritual. Ante los rumores de que el PT ya no quiere saber nada de Rousseff, el presidente de la organización Rui Falcao comunicó que repudiaba de manera contundente las noticias que aseguraban que el partido no impediría la marcha de su integrante a la guillotina.

La prensa brasileña ha corrido el rumor de que en los despachos del partido ya están "hartos" de defenderla. Su última fuente de cariño, la gente, ha regresado a sus casas, cansada de manifestaciones y enfrentamientos, dejando las calles limpias de banderas rojas, que era lo que se esperaba cuando Rousseff fue apartada momentáneamente de su posición. Si bien el domingo una multitud de unos cuantos miles salió a las principales vías públicas a apoyarla, lo cierto es que eran una insignificante masa si se le compara con las cientos de miles que salieron para repudiar su figura o incluso los 80,000 que en su día apoyaron la detención del padrino de Rousseff, Lula da Silva.

Rousseff está sola. Su popularidad está por los suelos y se protege del dolor arrinconada en las cuatro paredes de su residencia presidencial, mientras puede. Los Juegos Olímpicos se inauguran este día y ella, si los ve, lo hará por la televisión.  @hmorales_gt

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