Bolsonaro y el sistema político brasilero

Presidencia de Brasil
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil. / RR SS

La asunción del nuevo presidente ha motivado una gran atención sobre sus posiciones políticas y promesas de campaña, muchas de las cuales supondrían un cambio de rumbo para el país. Pero ¿cómo se vehiculizarán ellas en su particular esquema institucional? Veamos la manera en que se articula el poder en este gran país sudamericano

 

Bolsonaro y el sistema político brasilero

Los anuncios previos y las primeras medidas del flamante gobierno brasileño han despertado gran expectación pero hay que considerar que ningún gobierno, programa o ideología se desenvuelve en el vacío. Actúa en un medio determinado, donde existen condiciones preexistentes y ciertos mecanismos asentados. El caso de Brasil es particular y puede llevar al observador extranjero a la confusión cuando considera el rol de sus instituciones políticas que difieren, en algunos casos notablemente, del que se les atribuye en otros escenarios.

Sobre ello Fernando Henrique Cardoso nos brinda un valioso testimonio en sus memorias políticas (“A arte da política”, 2006). Es que su experiencia política (con su desempeño como senador, ministro de Exteriores y de Hacienda y dos veces presidente); sus títulos académicos como sociólogo y su experiencia internacional a causa del exilio político y la vida académica, le dan una interesante perspectiva al mirar a su país.

 Los partidos políticos y el parlamento

Lo primero que debe señalarse es que, a diferencia de los paridos europeos nacidos mayoritariamente de una concepción ideológica o de clase (socialistas, conservadores, liberales, etc.) los brasileros nacen y conviven en ellos diferentes factores. El segundo aspecto es la fragmentación de la representación parlamentaria, en este sentido esta legislatura será récord: 30 partidos están representados en la Cámara baja y 21 en el Senado federal. A ello se añade que, dentro de los partidos, existen corrientes y posiciones políticas diversas y a veces contrapuestas, mientras alineamientos de tipo regional, sectorial (pro empresarial o de los trabajadores; en defensa de los derechos o intereses de funcionarios públicos, de los indígenas, población afrodescendiente o quilombolas, feminista, del sector agrario o de tipo confesional (la bancada evangélica tiene fuerza particular y apoya al actual gobierno, al igual que la de los productores agrarios) etc. son de carácter interpartidario e insumisas a la noción de disciplina partidaria.

Quizá los que más se alejan de esta característica sean los de izquierda como el PT (Partido de los Trabajadores) de Lula y Dilma Rousseff y el Comunista que conservan en mayor medida la identidad de clase o ideológica pero, al igual que los demás, deben aliarse con fuerzas tradicionales para gobernar. Porque ningún partido puede gobernar solo, sino que debe articular una extensa red de alianzas en el Congreso que amalgamen no sólo posiciones políticas sino también un cúmulo de factores e intereses diversos.

Otro aspecto de importancia es que, a título de compensación por el sistema presidencialista, la Constitución de 1998 y sus enmiendas otorgan al Congreso poderes de control sobre el Ejecutivo como comisiones investigadoras y la facultad de destitución (“impeachment”) materializada en dos presidentes en el actual ciclo democrático: Fernando Collor de Melo y Dilma Rousseff.

¿Un presidencialismo imperial?

Es así como se califica al Ejecutivo teniendo en cuenta las atribuciones que le otorga la Constitución vigente. Vista la descripción precedente sobre el juego parlamentario queda claro que el poder presidencial es una pieza, la más importante, del juego político pero no omnímoda y, como en el ajedrez, todo dependerá de cómo se mueva en relación a las demás piezas. De allí que se proponga más bien la definición de “presidencialismo de coalición” para reflejar el hecho de que dependerá de la red de alianzas que se tejan con los bloques parlamentarios y con los grupos de poder que se logrará la viabilidad y estabilidad (o no) de un gobierno. Es por ello que muchos politólogos consideran al sistema político brasileño como intrínsecamente inestable.

Es por eso que la conformación del gabinete ministerial (son 22 actualmente), en desarrollo por estas horas, dará una señal sobre las alianzas del nuevo presidente. Lo que ya queda claro es el papel que jugarán las Fuerzas Armadas (a las que pertenecen el vicepresidente y varios de los ministros ya designados) institución que retiene mayor presencia y prestigio luego del período dictatorial que la que ostenta en otros países de Latinoamérica. Sin mencionar el papel que juegan los grandes medios de comunicación y el Poder Judicial, ya que muchas de las medidas políticas tienen instancia de revisión en los tribunales y los juicios por corrupción afectan a un numeroso grupo de parlamentarios y actores políticos.

¿Qué resultará de todo ello? No lo sabemos, el tiempo dirá cómo se conjugan el programa de gobierno y los numerosos factores externos, pero en todo caso es útil considerar el punto de partida y los condicionamientos del sistema.

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