Beiras, el político que no está dispuesto a que el poder narcotice a la ciudadanía

Xosé Manuel Beiras, líder de AGE.
Xosé Manuel Beiras, líder de AGE.
La cuestión de fondo que subyace del comportamiento de Beiras no es otra que evidenciar como los partidos mayoritarios PP-PSOE han actuado como sucursales de Madrid: Génova y Ferraz, respectivamente.
Beiras, el político que no está dispuesto a que el poder narcotice a la ciudadanía

Ante la ausencia de argumentos, nada mejor que manipular un dato objetivo para armarlo con el engranaje idóneo y convertirlo en objetivo de justificación injustificada. En el caso que nos atañe, le ha tocado estar en el punto de mira jurisdiccional al portavoz parlamentario por AGE Xosé Manuel Beiras, como inductor material de hacer insostenible el ambiente en el Parlamento gallego en las últimas semanas. Su comportamiento se rotula, en negrita y mayúsculas, de no ser nada favorable – algunos llegan a etiquetarlo de bochornoso, deplorable y violento – para dinamizar el estado de punto muerto en el que se encuentra el diálogo entre el grupo parlamentario; tan sumamente necesario para llegar a acuerdos sobre materias de interés para la sociedad gallega que llevan hacinadas, “in saecula saeculorum”, en el cajón desastre de expedientes sin resolver.

La violencia a la ciudadanía, si hemos de sopesarla, no debe quedar limitada a dar un golpe en el escaño del presidente de la Xunta de Galicia Alberto Núñez Feijóo; por tanto y cuanto el Parlamento debe ser una cámara de representación popular viva y de escucha activa. La cuestión de fondo que subyace del comportamiento de Beiras no es otra que evidenciar como los partidos mayoritarios PP-PSOE han actuado como sucursales de Madrid – Génova y Ferraz, respectivamente – boicoteando a sectores que conforman el tuétano de la economía gallega, tales como naval, pesca, lácteo y preferentes. En palabras de Beiras, “no estoy dispuesto a aguantar que nadie utilice el poder para narcotizar a la ciudadanía”.

La economía gallega, que pasa por momentos de profundo debilitamiento, debe conquistar a través del voto gallego como expresión de su voluntad, un gabinete fuerte, de marcado carácter galleguista que, a la hora de llevar a cabo pactos de negociación, como son la consolidación de la mayoría en el gobierno central, tenga la necesaria fuerza negociadora para velar por los intereses de Galicia, en lugar de significar un canal para hacer carrera política rumbo a Madrid, como el señor Feijóo, o enlatarnos en listas políticos fosilizados, como el diputado José Blanco, o el fallecido Fraga que, no haciendo uso de uno de sus mayores activos como presidente fundador del PP, tiró por el retrete cuatro legislaturas consecutivas con mayoría absoluta; tiempo y condición a su favor, para transformar un proyecto cortoplacista en rentable a largo plazo para los intereses del pueblo gallego. El por qué no se ha conseguido tal objetivo se resume muy bien en palabras del propio Beiras: “Sois unos muñecos del ventrílocuo”. Por tanto, cabe preguntarse si la actitud de Beiras se debe a un movimiento de denuncia contra la desactivación de la estructura productiva de Galicia que, en el transcurso de los últimos 20 años, ha quedado totalmente desértica en lo que atañe a dinámicas propias de reactivación ciñéndose, de manera exclusiva, a algo meramente territorial.

En regresión es la característica clave que marca el ritmo de evolución en el potencial gallego. Pensemos en hechos que así lo demuestran: 1. El sector lácteo gallego que reclama no seguir produciendo bajo mínimos, rozando la época de la esclavitud, para continuar favoreciendo a la producción gala como líder de cuota de mercado, 2. El astillero de Astano continúa con el culo al aire, dejando sin comer a 2315 familias gallegas, para llenar la taza de los astilleros de Cádiz tras la fuerte presión del socialismo andaluz ante la ejecutiva de Ferraz, 3. El desarme de la pesca del bonito con la reforma política pesquera comunitaria, 4. La maniobra de expolio a pequeños ahorradores gallegos con la operación fraudulenta de las preferentes, 5. El despilfarro del haber de las arcas públicas con la creación de la Ciudad de la Cultura de Galicia que, iniciada con Fraga, continuada con el bipartito PSOE-BNG y, ahora de nuevo el PP, lleva consumidos 400 millones de euros – 4 veces más de lo previsto inicialmente – y que supone un coste de mantenimiento para la ciudadanía gallega de 9000 € al día (si aun hubiese sido una inversión como el festival de Sitges o San Sebastián valdría la pena para exportar la marca Galicia) y 6. Por si éramos pocos y parió la abuela, la Xunta de Galicia recurriendo, como nos tiene acostumbrados, al discurso demagógico de creación de empleo, da luz verde al proyecto de Corcoesto para auspiciar a las multinacionales de la minería de capital canadiense, en contra de los efectos de emisión de arsénico para el medio ambiente de la zona y periferia.

El progreso de Galicia depende del hombre como individuo – no de los políticos – y para despertar a la ciudadanía gallega de la actual situación de adormecimiento en la que vive sumida, es necesario y saludable contar en el parlamento gallego con un diputado de gran espíritu galleguista que logre revolucionar la mentalidad de los gallegos y gallegas para defender su identidad. En palabras de Voltaire, “me rebelo, luego existo”. Por tanto el pueblo gallego también existe, ¿o hay alguien que todavía lo duda? Rosalía de Castro jamás lo dudaría.

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