Del baúl de la Piquer a la enigmática maleta de Mercedes Alaya

La juez Alaya / josecarlosvillanueva.wordpress.com
La juez Alaya tira de su maleta / josecarlosvillanueva.wordpress.com

Los nuevos señoritos andaluces, los partidos políticos transformados en cortijos, los eficaces capataces como Valderas y la cobardía de los políticos españolas aforados. ¡Olé mi España cañí!

Del baúl de la Piquer a la enigmática maleta de Mercedes Alaya

Por la jueza Mercedes Alaya no me sale un artículo, sino la letra de una copla. Cada vez que la veo por la tele haciendo el paseíllo de ninguna parte a los juzgados y de los juzgados a ninguna parte, oye, de verdad, me invaden los espíritus de los maestros Quintero, León y Quiroga y me brota en un susurro, como un disco rayado, una parte de su inmortal estribillo interpretado por distintas y distantes señoras de la tonadilla: romance de valentía, teñio con luna blanca y sangre de Andalucía.

Erguida como una faraona, estática y estética como un torbellino de colores interiores, avanza todos los días hacia el juzgado de instrucción número 6 de Sevilla, miradla, moviendo conciencias como volantes de faralaes mecidos por los vientos de esa utopía española a la que llamamos justicia. De nuevo una mujer andaluza, una chica de Andujar, “¿qué tiene la Zarzamora?”, padece el intento de acoso y derribo de los nuevos señoritos andaluces, los Chaves, los Griñanes, los nuevos terratenientes del poder, del presupuesto, del dinero público y de la cosa democrática, que han descubierto a tipos como Valderas como eficaces capataces. Es la historia interminable del sur español al que, su historia, como una triste letra plagiada  de coplas lacrimógenas, le ha dado tan pocas oportunidades para cantar por alegrías. 

Ahí tienes a sindicalistas, socialistas, trileros de la calle Sierpes de traje y corbata que se han colado en coches oficiales con el intermitente permanentemente a la izquierda, mostrando todavía las cabelleras de los viejos señoritos andaluces como trofeos de guerra ideológicos. ¿Cómo se puede tener tanta cara? Resulta que no querían aniquilar aquella especie de infausto recuerdo, sino sustituirla. Que han acabado con la indecente impunidad de los señores de los cortijos propiamente dichos, de acuerdo, pero han impuesto la repulsiva impunidad de los señores de los cortijos ideológicos, ¿idioqué?, a los que llamamos partidos políticos. Con un agravante en esta peculiar faceta de la evolución de las especies: que han desarrollado la concha legal e inexpugnable del “aforamiento” como paradigma  de la miseria humana, de la cobardía y del privilegio de pertenecer a un club, con derecho de admisión reservado, en el que sus socios saben que “el que la hace casi nunca la paga”

 Cuando yo era pequeño, mi abuelo me dejaba extasiado con las leyendas del baúl de la Piquer relleno de manojos de suspiros de España. Ahora que me he hecho mayor, ya sé de lo que les hablaré a mis nietos: de la legendaria maleta de mano de la jueza Alaya. Esa que lleva todos los días de casa al juzgado, del juzgado a casa, rellena de delirios de una España que aspira a la justicia para todos. Lejos de mi la funesta manía de los jueces/zas estrella, oye. Pero conmigo que no cuenten los “indefensos” Chaves, Griñanes, je, neoseñoritos andaluces de esos (incluidos los de derechas, claro), para contribuir a que Mercedes Alaya, ¡tantas Alayas!, entre en la nómina de jueces/zas estrellados. 

España en tan peculiar, que clama por la justicia para todos, pero luego permite que un juez, una jueza, una Mercedes Alaya, ¡ay pena, penita, pena!, acabe intentando impartir justicia sola contra todos.

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