La batalla sobre los títulos de los políticos solo embarra el campo sin cambiar nada

Congreso de los Diputados. / RR SS
Congreso de los Diputados. / RR SS

Lo que está ocurriendo no es un intento de devolver prestigio a la formación, sino simplemente un episodio más en el proceso de destrucción de liderazgos. Esperar que se debata seriamente sobre los presupuestos, la reforma fiscal o las pensiones, es inútil.

La batalla sobre los títulos de los políticos solo embarra el campo sin cambiar nada

La última semana ha sido especialmente destructiva para la imagen de la política y de quienes la representan, los dirigentes políticos. Tras la destrucción de la imagen de la Presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, primero a cuenta de sus acreditaciones académicas y luego con humillantes imágenes  y de un intento, todavía en marcha, para hacer lo mismo con quien hoy dirige el Partido Popular, era previsible que el foco se situase sobre los dirigentes socialistas. Tras algunos incidentes que  afectaron a políticos del segundo nivel, la ministra de Sanidad fue la siguiente víctima. Era el ensayo del ataque directo al Presidente del Gobierno.

Que todos los casos descritos giren alrededor de las titulaciones académicas sólo se explica por el tradicional desprecio hacia la meritocracia que ha exhibido el mundo político. Desprecio que ha llevado a inflar el curriculum de muchos dirigentes, que “cursaron estudios de” o tenían  títulos rimbombantes que encubrían escasa formación. Algo en lo que colaboraron indirectamente las universidades con la inflación de titulaciones y diplomas, a veces más relacionados con la tesorería que con la formación.

Lo que está ocurriendo no es un intento de devolver prestigio a la formación, sino simplemente un episodio más en el proceso de destrucción de liderazgos. Porque con independencia de la valoración académica que merezcan los presuntos plagios o tratos de favor, el daño a la imagen queda consolidado. Si es excesivo, como en el caso de Cifuentes o Montón, tienen que irse, si es controlable, como en los casos de Casado o Sánchez, pueden aguantar. En realidad lo más sorprendente de estos casos es la irresponsabilidad del mundo político, que debería ser más consciente de sus propias debilidades y evitar denunciar la paja en el ojo ajeno para no cargar con la viga en el propio. Si el requisito para seleccionar dirigentes o representantes públicos es la confianza exclusivamente y no la capacidad o la experiencia, no cabe luego el llanto jeremíaco.

En la sociedad de la información los datos más personales están al alcance de un clic. Utilizarlos como argumento político es deteriorar la calidad de las instituciones. No ocurre sólo en España pues en otros países, Estados Unidos desde hace tiempo, son moneda habitual. Infracciones menores de tráfico, relaciones afectivas o sociales, actitudes públicas pueden ser utilizadas muchos años más tarde y fuera de contexto para abrir una causa moral contra quienes han sido elegidos por los electores. En ese camino estamos. Que los propios políticos colaboren a incrementar ese ruido sensacionalista no beneficia en nada a los ciudadanos.

También las instituciones que publicitan sin control alguno las declaraciones de intereses de sus miembros podían contrastarlas y depurarlas, pero están controladas precisamente por quienes no desean hacerlo, en contra de sus propios intereses.

Pedro Sánchez seguirá y probablemente Casado también. Tendrán materia para echarse en cara el resto de sus vidas políticas y cada vez que lo hagan su prestigio minorará un poco más. Es probable que no les importe. La pasada semana han cubierto objetivos y la próxima deparará algún otro tema, quizás una historia del franquismo o de la emigración, que han sido los temas dominantes durante los últimos tres meses. Esperar que se debata seriamente sobre los presupuestos, la reforma fiscal o las pensiones, es inútil. Los tres temas, más que relevantes, han sido pospuestos sine die pues exigirían pactos o acuerdos que nadie está dispuesto a suscribir por más que diga lo contrario.

Rivera ha tenido un día de gloria al encontrar un motivo de censura que engloba al PSOE y al PP. Al día siguiente debió rectificar su propio curriculum, en una nueva demostración de cuanto venimos afirmando.

Si esos debates son los que dominan el mundo político, podríamos consolarnos pensando que la vida real no debe de ofrecer otras preocupaciones. Sin embargo, cuando se cumple una década del comienzo de la crisis económica, todos los expertos están avisando de nuevas amenazas. Pero en la vida política las palabras preferidas son: “y tú más”. @mundiario

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