La batalla política se gana en la calle

Movilización en defensa de la sanidad pública. / Mundiario
Movilización en defensa de la sanidad pública. / Mundiario

Cuando fallan la persuasión y la negociación para alcanzar el consenso político en las instituciones se recurre a las masas manifestándose en la calle.

 

La batalla política se gana en la calle

“La apelación es necesaria pero la batalla política se gana en la calle” afirmaba Chino Navarro en plena campaña electoral en Argentina. El objetivo era derrotar a Mauricio Macri,  independientemente del instrumento que se utilizase. La calle se usa como herramienta de contienda política para buscar apoyos y  también cuando no se resuelven los desacuerdos por medio de la persuasión y la negociación.

En este sentido funcionarios de sanidad y de justicia, mujeres y pensionistas han salido indignados “en defensa de la sanidad pública”, en contra de la “discriminación” a la justicia gallega, por la “igualdad de género” o reivindicando unas “pensiones dignas”. Mensajes simples y efectivos apoyados en los medios de comunicación y convenientemente repetidos en las redes sociales.

No se puede negar que las movilizaciones muestran la percepción que una parte de la sociedad tiene de los problemas y deben servir para hacer una adecuada valoración y diagnóstico. Más aún cuando el discurso que se hace es transversal a las ideologías como sucedió  con segmentos tan significativos como son el de los pensionistas o las mujeres.

Sin embargo, con frecuencia la calle es y ha sido un elemento de la batalla política usada como medida de presión y demostración de fuerza. La protesta en las calles además se muestra como una representación de toda la sociedad. Tomando la parte por el todo se argumenta que el gobierno, el que sea, va en contra de los deseos del pueblo. De todo el pueblo. Para terminar concluyendo que las decisiones políticas deberían plegarse a la parcialidad de quien las invoca en función de esa representación colectiva considerada única.

De ahí que, en la misma línea que el líder del Movimiento Evita, Luís Villares asegurase recientemente que la retirada de la Ley de Sanidade “se ganará en la calle”. No en el Parlamento. En la calle. Gente debidamente empujada por terceros para forzar aquello que no se ha sabido obtener en otros foros mediante la persuasión que recabe el consenso en cualquier asunto. Una renuncia al trabajo de negociación con los adversarios que se les presupone a los políticos dentro de las instituciones. Es la tácita aceptación de la derrota de las habilidades políticas en favor de la movilización de las masas.

Todos los partidos políticos han utilizado a las masas como ariete para derribar voluntades aún a pesar de la disputa dentro de Podemos sobre si debería primarse el debate en las instituciones o seguir delegándolo en el activismo y pese también a la alergia de la derecha a participar en acciones de protesta consideradas en el imaginario colectivo como patrimonio de la izquierda. Así, si el 15M reivindicaba “democracia real” y el independentismo movilizaba a su favor a cientos de miles de ciudadanos, otros cientos de miles de personas lo hacían en favor de la unidad de España. Sin olvidar tampoco multitudinarias manifestaciones en contra del terrorismo, de los “recortes”, los incendios, de la reforma educativa o las del movimiento “nunca máis”. Unos y otros, izquierda y derecha, también han invocado el clima de descontento en las calles para argumentar políticamente a favor de sus propuestas.

Las protestas descendieron hace dos años en un aparente cambio de ciclo, pero se revitalizaron en los últimos meses . Desde el pasado verano asistimos a una serie de movilizaciones aparentemente espontáneas que indican que, de nuevo, la batalla política está en la calle. Un fenómeno social que persiste aunque muchos piensen con Gramsci que la revolución no se hace en las calles sino en los medios culturales e informativos. @mundiario

Manifestación a favor de los ganaderos gallegos.

Manifestación a favor de los ganaderos gallegos./ RR SS

 

 

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