En Barcelona, cinco mil alborotadores desbordan a cientos de miles de manifestantes

Cinco personas cenan en la terraza ajenos a la violencia desatada en la Ronda de Sant Pere, en Barcelona. / Ferrán Nadeu en El Periódico
Cinco personas cenan en la terraza ajenos a la violencia desatada en la Ronda de Sant Pere, en Barcelona. / Ferrán Nadeu en El Periódico
El odio, ingrediente principal del fuego, está en los discursos, la gasolina la ponen los encapuchados, vástagos de los predicadores inflamados. Las sonrisas y buenas palabras por la mañana, la furia violenta por las noches. Se quiere la repercusión internacional y se está consiguiendo.
En Barcelona, cinco mil alborotadores desbordan a cientos de miles de manifestantes

No es necesario conocer la tesis de Karl Marx sobre la división social del trabajo para entender que lo ocurrido en Barcelona y en otras ciudades catalanas durante cinco noches de fuego y disturbios, forma parte del proceso independentista. Junto al éxito organizativo y de apoyo social que significa reunir a cientos de miles de seguidores que durante tres días han recorrido los caminos, intentando crear una imagen de plena parálisis de la actividad mediante los cortes continuos de carreteras, también está el relativo éxito para acosar noche tras noche a los cuerpos policiales.

Lo uno va con lo otro. Las sonrisas y buenas palabras por la mañana, la furia violenta por las noches. Como han demostrado Torra y Puigdemont con su silencio, lo que ocurre de noche es parte esencial del llamado “proceso”. A través de organizaciones antes satélites y ahora dirigentes, como CDR, ANC y de los nuevos inventos como Tsunami, se busca que la participación de los más jóvenes se encauce hacia el choque de legitimidades. 

De ahí el acoso a determinados lugares como la Jefatura Superior de Justicia de Barcelona, el Departamento de Interior o el Tribunal Superior de Justicia, así como la Delegación y Subdelegaciones del Gobierno. Se trata de acosar al poder considerado hostil cuando no invasor, el Estado y a quien se ponga de su lado, circunstancias mandan, como la Policía Autonómica. Sin olvidar que el acoso al aeropuerto, primer acto de esta lamentable semana, fue planificado en todos sus detalles, siguiendo el modelo de Hong-Kong. Se quiere la repercusión internacional y se está consiguiendo. 

Que a  los jóvenes activistas se sumen unos pocos centenares de los que solemos llamar antisistema, forma parte de la guerrilla urbana en todos los países del mundo siendo inevitable. Lo importante es determinar quién dirige la algarada para lo cual las imágenes así como el testimonio de los muchos periodistas desplegados en la calle no dejan lugar a dudas. El encomiable trabajo de las cadenas televisivas, ofreciendo cada noche varias horas continuadas de un espeluznante espectáculo, devuelve prestigio al medio. Probablemente es algo con lo que no contaban los gobiernos de Barcelona y Madrid pues ha conseguido que la noche tape al día, que la violencia oculte las sonrisas festivas y que la imagen de desgobierno se apodere de las conciencias. Veremos su efecto electoral.

Tras cinco noches de violencia programada y cuidadosamente organizada, las tensiones en el seno del Gobierno catalán han obligado a declaraciones de última hora, muy controladas en su contenido, en las que se adivina las tensiones para llegar a una redacción consensuada entre quienes están divididos pero no enfrentados. ERC quiere elecciones pronto porque las encuestas le favorecen pero tiene miedo, como siempre, a la ruptura con Torra y sus apoyos, que representan el nacionalismo de siempre, el de la alta burguesía.

La clase política catalana ha enmudecido. Quienes forman parte del bloque independentista porque nada pueden decir tras el órdago de Torra, un  nuevo referéndum de inmediato. La oposición porque cada vez pinta menos, vacía como está de ideas y de proyectos. Los gestos de bravura que prodigan Rivera o la portavoz popular, meritorios, no pasan de ser simples posados fotográficos cuando sus respectivas organizaciones carecen de la voluntad para encauzar el problema.

Sánchez, obligado a la firmeza, y Marlaska, amenazando con más policía y más Código Penal, saben que no pueden solucionar nada por esa vía pero carecen de instrumentos para otra distinta. Descartada una nueva suspensión de la autonomía, estamos en período electoral y los votos independentistas han sido hasta ahora imprescindibles para el Gobierno, con la Policía Autonómica cumpliendo con su función, el problema está en el Gobierno catalán, motor y principal activista del conflicto. Mientras no cambie, el Gobierno central nada puede hacer, pues carece de interlocutores con los que pactar una salida.

Se ha escrito que la violencia es la comadrona de la historia. Las dantescas noches barcelonesas aún no han logrado masa crítica suficiente pero están en el camino de hacerlo, si sus mayores persisten en alentarlos. El odio, ingrediente principal del fuego, está en los discursos, la gasolina la ponen los encapuchados, vástagos de los predicadores inflamados. @mundiario

Comentarios