Balance del 2020: lo bueno y lo menos bueno

Parlamento de Galicia. / Mundiario
Parlamento de Galicia. / Mundiario
Políticos y parlamentarios han demostrado que solo se preocupan de querer aumentar “sus ventajas individuales”, criticando e insultando al contrario.
Balance del 2020: lo bueno y lo menos bueno

La pandemia de la Covid-19 y sus repercusiones quedarán en la historia por mucho tiempo. La cifra de muertes que produjo el virus, los daños personales y los efectos del confinamiento que ha sufrido la población son muy elevados y no se olvidarán. Los perjuicios sobre la economía han sido muy diversos y relevantes. Los principales y más visibles hacen referencia al aumento notable del desempleo, quiebras de sociedades, cierre de negocios, inactividad de empresas, incremento del déficit público, incremento de las deudas. Sus repercusiones tardarán varios años en ser subsanadas. Igualmente, se ha inoculado ciertas dosis de desánimo y de inquietud,  de incremento de incertidumbre y de inseguridad en bastantes capas de la sociedad.

En lo que respecta a España la pandemia ha puesto de relieve lo frágil de nuestra sociedad y economía. En primer lugar, buena parte de la estructura productiva ha quedado afectada. Al estar sustentada, preferentemente, por el sector turístico, el comercio, la construcción y algunas ramas pseudo-industriales, como bien apunta el profesor Cuadrado Roura, es fácil deducir los impactos de la vulnerabilidad y de sus debilidades. En segundo término, también ha quedada reflejada nuestra fragilidad en el mercado de trabajo, al ser poco estructurado y en el que predomina la precariedad y la temporalidad. Y, en tercer lugar, el hecho de contar con una estructura empresarial basada en microempresas y bastantes empresas zombies, hace que las  dificultades sean numerosas en caso de afrontar cualquier desafío.

La Administración del Estado, las comunidades autónomas y algunos ayuntamientos han reaccionado rápidamente, tratando de paliar varios de los efectos negativos de la pandemia. Frenaron, al comienzo, los problemas de la liquidez; atendieron hasta donde pudieron los derivados de la solvencia; y les está costando mucho revertir situaciones límites de ciertas empresas y sectores. Las razones son  varias y obvias. Las Administraciones Públicas todavía poseen una gran losa en lo que se refiere a su agilización, simplificación y capacidad de reacción. Y, en segundo lugar, porque todavía predomina la falta de lealtad institucional entre los distintos gobiernos (locales, autonómicos y nacionales). O sea, no predomina la idea de pensar “en todos” y actuar “para todos”; sino que sobresalen la defensa de sus propios y únicos intereses.

Pero la pandemia también nos aportó cosas positivas. Nos ha convencido de varias apuestas. Necesidad de mayor atención a las cuestiones sanitarias (hospitales y personal sanitario); mayor dedicación a los mayores (residencias de tercera edad); y mayor refuerzo a la investigación (apoyo a la formación, enseñanza y tecnología). Asimismo, nos ha permitido avanzar mucho en la digitalización (teletrabajo y atención a la enseñanza); en acortar la brecha entre lo rural y lo urbano; y, sobre todo, nos proporcionó fuerzas y energías para incrementar la solidaridad.

Sin duda alguna, la lección más aprendida es cómo enfocar y vigorizar la capacidad de resiliencia; esto es, la energía disponible para afrontar aquellos esfuerzos de cara a sobreponerse, afrontar y revertir situaciones negativas hasta enfocarlas de forma más eficiente y sostenible. Son los ejemplos de algunos empresarios, autónomos y familias. Buscaron nuevas salidas, alternativas y superaron situaciones negativas a través de los esfuerzos, sacrificios y capacidad innovadora.

La otra enseñanza aprendida es la referida al comportamiento de los políticos y parlamentarios. Han demostrado que solo se preocupan de querer aumentar “sus ventajas individuales”, criticando e insultando al contrario, más que de preocuparse por conocer y resolver lo que realmente inquieta al conjunto de la sociedad y a sus habitantes. Y eso, no se olvida. @mundiario

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