Bajo mi punto de vista

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Moción de censura.

Particularmente, uno quiere ser gobernado por lo que el pueblo soberano sentencie en libre decisión. Me guste o lo desprecie. Pero no por sentencias judiciales. Tengo entendido que a tal cosa se le llama Democracia. Si, eso creo.

Bajo mi punto de vista.

(censurable, por supuesto).

 

Podría escribir “under my viewpoint”, que igual quedaría más cheli y- quizá- más aséptico por aquello del inglés. Sin mojarme en demasía en tema tan preceptivo, de tan premiosa actualidad y que será implacablemente empalagoso.

Pero no. Prefiero el castellano sin duda alguna. Es más rico en matices y en términos que cualquier otro que uno conozca -todos los conocidos, como natural es en mi -.

Y además no estoy muy afanoso esta mañana, más bien perezoso (galbanoso, mejor); tanto por el tema como por el aburrimiento que me acarrea. Emulando a D. Francisco Page, articulista de un diario al que yo era muy adepto y publicador y en el que - por un quítame esas pajas - dejé de publicar y cuyo nombre no es conveniente escribir aquí. Hoy estoy gandulazo.  

Bajo mi punto de vista, repito, como ayer mismo se produjo un cambio de gobierno en este lindo país, petado de ideologías e intereses varios y revueltos en amasijo enrevesado que no termina de convencerme. Bueno, no termina porque nunca empezó el convencimiento, francamente.

Y es que a este seguro servidor, eso de que la « ocasión la pintan calva», aparte de no entender todavía qué tiene que ver la alopecia con el apego, pues no me ha parecido nunca ni medio regular. Eso de echar los perros hambrientos al caído en desgracia merecida (o no) me parece muy poco educado y falto total de estilismo incontestable. Por mucho merecimiento que tenga.

Y si es con aprovechamiento alevoso en pro de unos actos y circunstancias hartamente conocidos previamente, ya ni les cuento mi desprecio.

Si bien es cierto que no me tragué entera - ni siquiera media, ¡impetuoso tostón!- la moción de censura al señor Rajoy y su gobierno en pleno, si que atisbo que, basándose en una sentencia judicial que condena los actos y robos altamente cabreantes para todo quisqui que sea medio honrado, se amontonan las otras fuerzas parlamentarias,- desparejadas dónde las haya - para desalojar de sus funciones a tan horripilante personaje y todos sus secuaces de las sacrosantas funciones gubernamentales. “A la puta calle” que diría mi insuperable señor Antúnez en mi añorado “Camera café”, ese programa mediasético que por el arte de birlibirloque, me lo quitaron años ha.

No es que uno tenga santos a quien rendir devoción ni pleitesía, pero el presidente gubernamental defenestrado - hasta ayer- no hubiese sido uno de ellos, de tenerlos. Y sus acólitos tampoco, ni los presentes ni los pasados (El Catalán ese , a modo de ejemplo, siempre me pareció un cantamañanas, muy comedido y aburridamente insulso;  peor, para mi, que su predecesor en el ministerio).

Seguramente el señor Rajoy debió emplear látigo y penitencia a los que cometieron tantos desmanes gürtelianos mucho antes de la parafernalia actual. Y a los que callaron u omitieron también ¡Claro que si! Pero que mucho antes de permitir lo sucedido y ahítamente esperado por cualquiera con medio dedo de frente.

Pero de ahí a emplear tal desmán como detonante imperativo de una moción de censura inexcusable va un mundo.  O dos. O más...

Ningún refrán miente y todos hablan. Anda uno por ahí que viene a decir algo así como «cuando el río suena, agua lleva»; es decir, que -en mi opinión, ni decir tiene- también podrían haberla hecho mucho antes sin necesidad de sentencia judicial tan draconiana. ¡Vamos, digo yo!

De la manera que se ha hecho, solo me hace pensar que en este santo país, o lo dictaminan los jueces o no hay nada que rascar.

Abundando, si esa es la materia del conflicto, pues vale, derroquen al personaje e inmediatamente, pongan a disposición del pueblo soberano lo que soberanamente desee qué y quién lo dirija y gobierne.

Rivera ahí casi me convence. De veras. Solamente que podría ser que se hubiese venido arriba porque las encuestas y estadísticas le benefician según fuentes “incontestablemente incontestables”. Pobre iluso, no debe saber todavía que hay tres tipos de embustes: las mentiras, las grandes mentiras, y...¡las estadísticas!

Bajo mi punto de vista, censurable por supuesto: No pongan excusas para el derrocamiento a circunstancias y actos bien conocidos por el mero hecho de que los jueces hayan dictado sentencia severa.

Máxime que tengo entendido que ni utilizaron tarot, ni videncia, ni adivinanzas, ni profecía alguna para llegar a tal incontestable decisión.

¡Qué menos que preguntar antes a la ilustrisima señoría María Jesús García Pérez! Otro gallo cantaría a mi gusto y complacencia. Por seriedad y pura sensatez, claro está.

Particularmente, uno quiere ser gobernado por lo que el pueblo soberano sentencie en libre decisión. Me guste o lo desprecie.

Pero no por sentencias judiciales.

Tengo entendido que a tal cosa se le llama Democracia. Si, eso creo.

Y hagan ya el puñetero favor de dejar de hacer comparaciones entre este país tan nuestro y otros sistemas europeos. Que las comparaciones siempre fueron y serán odiosas.

Y cada uno va con su prestigio y su pellica a cuestas. @mundiario

 

 

 

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