Aviso: el confinamiento está durando demasiado

Confinamiento. / Pixabay
Confinamiento. / Stan Madoré. / Pixabay
Las consecuencias invisibles de la reclusión masiva pueden resultar fatales. Es necesario cambiar la dinámica de gestión de esta gran crisis. 
Aviso: el confinamiento está durando demasiado

Las múltiples teorías de decisión en contextos de incertidumbre existentes suelen coincidir, al menos, en dos elementos: por un lado, la importancia en el uso de la probabilidad de los sucesos; por otro lado, en la trascendencia de elegir correctamente los objetivos a cumplir. La gestión de la crisis de la Covid-19 está siendo un mal ejemplo de aplicación de ambos principios.

¿Por qué no está permitido dar una vuelta en bicicleta desde el 15 de Marzo en España? ¿O salir a correr un rato? O incluso a dar un paseo individualmente y manteniendo las distancias. Me da la impresión de que la respuesta descansa en una mala estimación de probabilidades. Hay quien afirma que tales actividades no están permitidas, al contrario que en la mayoría de países del mundo, para facilitar el control de las personas a las Fuerzas de Seguridad del Estado. Prefiero pensar que no es así; estaríamos considerando que la comodidad del trabajo policial se sitúa por encima de los derechos de los ciudadanos.

¿Cuál es la probabilidad de que alguien se contagie o sea contagiado durante un trayecto en bicicleta? ¿O de una carrera al ritmo de cada cual? ¿O de una caminata en solitario a lo largo de un paseo marítimo o de un boulevard? Si aplicamos esa misma probabilidad a, por ejemplo, los accidentes potenciales en un paisaje litoral, tendríamos que vallar cada acantilado no fuera a ser que alguien se nos cayese al vacío en un descuido o en una tarde de niebla espesa.

¿Y cuál es el objetivo en la gestión de la Covid-19 en estos momentos? No hablo de hace tres o cuatro semanas, cuando afrontábamos un alto riesgo sobre la población y la amenaza de colapso de los sistemas sanitarios. Digo a día de hoy en que la situación se ha regularizado en buena parte del país. ¿Cuál es el objetivo: mostrarnos ante Europa como los campeones en la aplicación de medidas draconianas o garantizar el equilibrio entre la preservación de la salud y unas condiciones de vida aceptables?

Pensemos en el tráfico. Un buen día, un nuevo director de tráfico decide que el objetivo de su gestión será reducir los accidentes a cero. ¿Qué medida le parecería adecuada? Prohibir la circulación de vehículos y obligar al confinamiento de los automóviles en sus garajes con excepción de ambulancias y coches oficiales; algo así. Habría conseguido el objetivo de cero accidentes. Pero habría causado un problema enorme en una sociedad para la cual el desplazamiento de las personas resulta crucial.

Permítanme contar un caso personal: conozco (mucho) a una mujer residente en un centro de mayores. Lleva seis semanas confinada, sin recibir visitas de sus familiares ni poder abandonar el edificio donde reside. Pasó la Covid-19 asintomática. Sufre un cierto deterioro cognitivo, que se agudizó de forma notable durante este tiempo. Seguramente por entretenerse en algo, debió de ponerse a jugar con su audífono hasta que perdió una de las piezas. Desde entonces, no puede comunicarse con nadie. Las múltiples gestiones realizadas para reponer la pieza extraviada se han viso enormemente dificultadas porque las ópticas están cerradas, los servicios de atención telefónica y online se encuentran colapsados, los distribuidores funcionan en modo de servicios mínimos y el transporte ofrece plazos de distribución inasumibles. Esto con el objetivo de reducir las probabilidades de contagio a cero.

La mayor amenaza para esta mujer a la que conozco mucho, son las condiciones de extrema dureza del confinamiento vigente a día de hoy en España. Según lo que uno puede leer, la intención parece ser que esto siga más o menos igual hasta, al menos, el once de mayo, con el horizonte abierto a la prolongación más allá de esa fecha. ¿Es que no son capaces de arbitrar soluciones alternativas al implacable encierro masivo? Si seguimos así, el confinamiento podría llegar a provocar tantas víctimas –invisibles e indirectas– como el propio virus.

Añadamos el efecto de la reclusión colectiva sobre la economía. En contra de lo que algunos proclaman, economía no es sinónimo de números en un cuadro macroeconómico. No. Es el sueldo de los funcionarios, la nómina de los trabajadores, el  ingreso de los autónomos, los pagos de la hipoteca, el recibo de la luz, el coste del aprendizaje, las ventas de un comercio, las entradas a un espectáculo… Economía es Vida, básicamente. Cargarse la economía, es apostar por la defunción de una sociedad que tiene muchas ganas de seguir peleando.

Cambien la dinámica. Claro que estamos preocupados por la evolución de la enfermedad. Sabemos que es imprescindible su control. No queremos que se precipiten. Pero tampoco podemos enterrarnos en un pozo sin salida visible al exterior. Hay soluciones intermedias. Y ejemplos de países que están conteniendo el bicho con políticas bastante más sutiles. Existe algo que se llama tecnología. Pongan en funcionamiento sistemas de geolocalización (si hemos renunciado a nuestros más elementales derechos, estaremos dispuestos a ceder algo de privacidad temporalmente), aplicaciones para gestionar la prestación de servicios, protocolos de actuación en cada entorno… Establezcan capacidades, dimensionen, fijen turnos… En resumen, gestionen con finura e inteligencia. Porque esta cuerda está a punto de romperse. @mundiario

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