Los atajos de Feijóo

Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Utiliza Galicia como plataforma para brillar en el resto del Estado, aunque tenga abandonados o mal resueltos los propios asuntos de Galicia.

En política el oportunismo es un distintivo de quienes están más pendientes de acrecentar su poder o de fortalecer su propia carrera, que viene a ser lo mismo, que del servicio a la sociedad. Muchos pertenecen a esa categoría, aunque sólo unos pocos demuestran en ello verdadera destreza y hasta maestría. Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia, es uno de ellos. Experto en desviar la atención de los problemas que no resuelve, o que crea, sabe además sacar partido propio a los inventos que genera para ese desvío de atención.

Acaba de anunciar que va a presentar, vía Parlamento Gallego, una ley orgánica de Salud Pública, que promete resolver todos los inconvenientes que la lucha contra la Covid-19 va encontrando por el camino. Y pretende con ello contrarrestar la oferta del presidente del Gobierno de apoyar los estados de alarma que propongan los presidentes de comunidades autónomas. Suena bien, porque cualquier esfuerzo para ordenar, estructurar, coordinar y pormenorizar las acciones en favor de la Salud Pública, siempre son positivos. Pero las propuestas de esos maestros en sacar partido a las oportunidades, como Feijóo,  siempre hay que leerlas dos veces. Suena bien la música, pero hay que leer bien la letra de la realidad que hay en el fondo de esa iniciativa.

Y la realidad es que Feijóo -como otras muchas veces- está tirando por elevación. Y lo hace en sentido estricto: pasando por encima de las situaciones concretas, quiere alcanzar sus propios objetivos, que a continuación detallaremos.

Los expertos (médicos de atención primaria, Asociación Gallega en Defensa de la Sanidad Pública y otros colectivos gallegos de la Salud) están denunciando que la Sanidad gallega carece de los recursos que necesitaría, y llegan a poner el ejemplo de que, si Galicia tuviera un nivel de contagios como Madrid, proporcionado a su propia población, la atención sanitaria saltaría por los aires o colapsaría. Y ojo, que en el presente el número de contagios crece a un ritmo nada tranquilizador.

Está bien preocuparse por una ley orgánica de salud pública. Lo que no está bien es enredarse en elaborarla, cuando tienes tu propia casa por barrer. Ya hemos reseñado la falta de recursos que denuncian diversos colectivos. Pero podríamos fijarnos en dos datos muy concretos, que parece que son elementales para atajar los contagios, que es lo fundamental en una epidemia.

Los rastreadores: La Xunta de Galicia contrató 20 rastreadores con dedicación a su tarea, y los expertos, y colectivos incluidos como tales en los cómputos posteriores de Feijóo, denuncian los anuncios de la Xunta de que dispone de ¡6.108! rastreadores (en ningún sitio aparecen vestigios de que se haya formado a tanta gente). Y todavía ayer él mismo estaba recabando un cupo de los 2.000 militares habilitados que el presidente de Gobierno ofrecía para la labor de rastreo: prueba de que sus números mienten. Según las cifras de Feijóo habría en Galicia más de tres rastreadores por contagiado. Lo cual se contradice con el incremento de contagios.

Y en la táctica de hacer la guerra por su cuenta, la Xunta de Feijóo no se ha sumado a la aplicación Radar Covid 19, que el Gobierno ha puesto a disposición de las comunidades autónomas para una acción coordinada, y que -según los expertos- puede reducir en un 30% los contagios. Y no parece tener intención de sumarse al común, porque Feijóo quiere seguir haciendo creer que brilla por sí mismo, y al margen de todos.

La casa por barrer

¿Qué puede pretender, entonces Feijóo con semejante iniciativa, que además por mucho que se agilice no estará a punto antes de cuatro meses? Aventuremos dos hipótesis que forman parte de una misma táctica:

> Ante las incoherentes tentativas del líder de su propio partido, Pablo Casado, Feijóo pretende dar una imagen de capacidad de liderazgo, y descollar ante sus correligionarios como alternativa, al plazo que sea, para dirigir el PP. 

> Y en el mismo viaje, trata de presentarse como alternativa al presidente de Gobierno, exhibiendo con esa anunciada ley orgánica una enmienda a la totalidad, y hasta su propia capacidad para liderar una posible futura moción de censura.

Vuelve a las andadas: utiliza Galicia como plataforma para brillar en el resto del Estado, aunque tenga abandonados o mal resueltos los propios asuntos de Galicia. Y puentea -aprovechando los resquicios que le deja la normativa institucional- a los aparatos organizativos y políticos de su partido, en una demostración de habilidad y de fuerza: sustituye al grupo parlamentario del PP con su propia mayoría en el Parlamento gallego. @mundiario

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