Apuntes ante un indulto

Pedro Sánchez. / Borja Puig de la Bellacasa
Pedro Sánchez. / Borja Puig de la Bellacasa
En España los llamamientos a la concordia y la solidaridad siempre fueron recibidos por los extremos de forma huraña.

La política española contemporánea se acomoda en una acertada frase de don Mario Benedetti: “Cuando pensábamos que teníamos todas las respuestas, la vida cambió las preguntas”. Algo muy incómodo, porque exige revisar certidumbres y encontrar nuevas respuestas.

Respuestas que en su momento fueron útiles para transitar en circunstancias muy comprometidas y no sin frustraciones, no por ello deben hipotecar las encaminadas a enfrentar realidades no menos complejas en un tiempo político muy distinto. Sobrevalorar el pasado en detrimento del presente es ignorar los requerimientos  de un escenario diferente con una dinámica distinta. Un esfuerzo baldío que si llevaría a la melancolía orteguiana.  

Mirar el pasado cabe hacerlo con ojos de enmienda. Mirar al futuro ha de hacerse con espíritu crítico y constructivo, evitando caer en un maniqueísmo estéril. Los dos últimos siglos son una suma de relatos complejos, en ocasiones muy dolorosos, que convergen en la mochila de la historia. Hay un lastre constante, el poco éxito y falta de decisión al abordar el modelo territorial y su armonización.

Cuando los odios andan sueltos atizados por los que de ellos hacen negocio y en su espacio habitan cómodos, se hace necesario acomodar las diferencias y asumir desafíos que rompan el enfrentamiento de la sociedad. Afrontando con gallardía política el costo de las actuaciones de los que pretenden prolongarlo a medida de sus ensoñaciones o antojos, indiferentes al daño colectivo que con ello provocan.

Dialogar, explorar caminos, y siempre recurrir al estoicismo y la pedagogía ante las incontinencias de los “hunos y los otros”. Diferentes banderas que se funden estridentes en su extremismo dogmático. Ante ello es loable el esfuerzo por conciliar una sociedad dividida de forma irresponsable. Buscando reencontrar el sentido común y la tolerancia con un practica que marca la diferente altura moral. Evitando la trampa de  visceralidad frívola de las derechas extremas de ambos lados. Construyendo puentes con la política y la palabra frente a los que intentan dinamitarlos con sectarismo.

Así lo entienden amplios sectores de la sociedad civil real, una ciudadanía ya fatigada de fuegos de artificio. Importantes ámbitos del empresariado, sectores del clero, el mundo del trabajo, una gran mayoría del Congreso de los Diputados, colectivos intelectuales y de la cultura… Que evidencian la ingrata soledad de un conductor suicida que aborda la autopista en dirección contraria, denunciando que todos los demás están equivocados.

Hay un grave déficit de credibilidad en los actores políticos, que abrazan más ser lo primero que lo segundo. Se plaga el escenario de imágenes impostadas. Un mosén vocacional predicando una Arcadia feliz en permanente pirueta sinuosa. Un fugado que en la opulencia interpreta el martirio del exilio. Un bufo rosario de peregrinos al santuario donde Bonaparte en su ocaso perdió el tricornio y la cazurrería halló trono. Como sombras chinescas, togas al viento barren la escena aventadas casi  siempre desde el mismo cuadrante… Tal es la cancha donde juega el partido el equipo gubernamental. Embarrada, hooligans vociferando, un arbitraje mediático dudoso, juego bronco, zancadillas y “leñazos” en los tobillos… Y no habrá complicación adicional por mezquina que sea que no se sume animosa…  Es lo que hay…

El desgaste al gobierno de coalición progresista al que se somete con ferocidad inusitada por los extremos que se unen en ello. La resilencia del Presidente del Gobierno. Su gestión y la de sus socios… Quizás haya que esperar unos años para que sea  valorada como merece. El tiempo quitará y dará razones. Seguramente enfrente a sus actos a quienes sumieron una comunidad pujante y puntera durante una larga década en la irrelevancia y en un  estado de grave  deterioro tras el alocado abandono de la gestión cotidiana. A los que siguen aferrados al “a por ellos”. Que grotescos mudan la política por mesas petitorias. Empuñando el obstruccionismo institucional y constitucional como arma, el lenguaje rufianesco como expresión, y los recursos al Supremo y la bronca callejera como relleno de su vacuidad.

En España los llamamientos a la concordia y la solidaridad siempre fueron recibidos por los extremos de forma huraña. Un problema añadido a la gestión de este gobierno que se afianza en ellas para afrontar los severos retos que tiene ante sí. 

Quizás a esta coalición de gobierno progresista, a su presidente, quepa hacerle más de una consideración. Lo contrario sería raro. Pero de lo que no cabe duda es que han sido agraciados con la peor y más desleal de las oposiciones conocidas. Que al contemplarla produce escalofríos  pensar que en estos momentos la Nación hubiese estado en sus manos. @mundiario

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