El aprobado general es injusto y puede traer aún más problemas a la educación

Un examen. / Pexels.
Un examen. / Mundiario

El Gobierno acordó con las autonomías el aprobado general, salvo casos excepcionales, si bien la mayoría de profesores rechaza el aprobado general.

El aprobado general es injusto y puede traer aún más problemas a la educación

La educación, acción o efecto de educar según la RAE, es objeto de debate un mes después del cierre de los centros educativos y de que 10 millones de estudiantes estén confinados en sus casas. Este miércoles hemos sabido que el Gobierno acordó con las comunidades autónomas el aprobado general, salvo casos excepcionales, si bien la mayoría de profesores rechaza el aprobado general. De este modo, todos los alumnos de infantil, primaria, secundaria y primero de bachillerato serán evaluados y, en caso de repetición, los centros necesitarán la autorización de la Administración. Todos pasarán de curso, pero no con la misma nota.

Tras un primer momento de desconcierto se abrió paso un esfuerzo titánico por parte de maestros y profesores, alumnos y padres para continuar con la docencia online hasta regresar a las aulas y rematar el curso de manera ordinaria. A estas alturas parece que este objetivo queda lejos y, si se asume la realidad, la vuelta al cole, de producirse, será extraordinaria y corta. Surge aquí el problema de la evaluación y de cómo se va a cerrar el curso 2019-2020. Entonces se abre la veda y todos opinan.

En educación cada uno tiene su modelo y, al igual que ocurre en otros campos esenciales de la vida, osa a opinar como de fútbol en la barra de un bar, cada cual según su rol o visión particular, perdiendo de vista la amplia y compleja realidad. Llegados a este punto cabe preguntarse, si en medicina se consulta a los expertos, ¿por qué en educación no? No es cuestión de aprobado general, no  hay nada más injusto que eso e igualar por abajo, como los mediocres; ni tampoco de democratizar la decisión para que sean los padres o las madres los que decidan. La educación, como cimiento de la sociedad, merece respeto, también por parte de los políticos que lanzan globos sonda con soluciones hipotéticas antes de que se adopten o que juegan al populismo con el aprobado general.

¿Qué debería hacerse con la evaluación en este curso? La respuesta no debería de ser única ni sencilla porque la realidad es compleja y diferencia, al menos, tres tipos de problemáticas diferentes según se hable de la educación pública, privada o concertada. Su realidad no es homogénea, tampoco las soluciones pueden serlo, aunque sí han de consensuarse, de igual modo que en los diferentes niveles educativos. La Ley Orgánica 2/2006, de educación estableció la Educación Infantil, la Educación Primaria, la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y la Educación Secundaria Postobligatoria como enseñanzas no universitarias, a las que hay que añadir las universitarias. Problemas distintos que requieren respuestas diferentes.

En la universidad los alumnos han podido seguir la docencia online de manera aceptable, por  lo que no cabe duda de que la evaluación puede realizarse bajo los criterios de justicia e igualdad que se requieren. Las modalidades son variadas y pueden fijarse de acuerdo a la realidad de cada comunidad universitaria. En Europa muchas universidades han optado en el nivel de máster o doctorado, también en algunos grados, por la cualificación de apto o no apto, con la posibilidad de pruebas específicas para aquellos alumnos que soliciten mayor nota. En las universidades españolas todavía está por decidir, pero si se actúa con flexibilidad a la hora de adoptar los métodos de evaluación y se garantiza que el estudiantado pueda participar en las pruebas programadas, podrá cerrarse el curso sin problema.

Otra realidad distinta es la que viven los alumnos que cursan 2º de bachillerato, que han de someterse a la EBAU. Evidentemente, han de ser evaluados por sus profesores para poder presentarse con garantía y sin frustración a la prueba de acceso a la universidad. Del mismo modo debería de procederse con los alumnos que pasan de la Educación Secundaria Obligatoria a la Educación Secundaria Postobligatoria, pues un acceso sin filtro está abocado al fracaso colectivo el próximo curso, con el riesgo de que parte del alumnado se pierda en el camino.  Mención aparte merece la educación primaria, que presenta menos problemas desde el punto de vista de la evaluación, no así del aprendizaje. Los conceptos no adquiridos por los alumnos de primaria en esta etapa final del curso podrán recuperarse con una mayor intensidad en el próximo, lo mismo que sucede con los alumnos de infantil.

Eso sí, todo este esquema será válido siempre y cuando las autoridades educativas y gubernamentales articulen mecanismos capaces de atender y reforzar a aquellos alumnos con necesidades especiales y con menos recursos. Para ello se requiere, además de respeto, inversión sí, inversión en educación. @mundiario

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