El apoltronamiento en los cargos públicos no tiene más que inconvenientes
Siempre será saludable abrir puertas y ventanas para renovar la ilusión y, si huele mal, resultará imprescindible para purificar el ambiente.
Aunque Bernard Shaw decía que políticos y pañales debían cambiarse con frecuencia, no es justo generalizar, pues son muchos los que deciden dedicar su vida al noble servicio público.
Cada día se habla de transparencia, regeneración -¡cómo reiría el león de Graus!-, comisiones de investigación, declaraciones de bienes e intereses, incompatibilidades, puertas giratorias y bla, bla, bla. Pero ¿han observado que no se habla de limitar temporalmente los mandatos? En esto, todos de acuerdo, porque gavelas, sillón, halagos, influencia y otras prebendas, una vez que se acostumbran a ellas, deberían ser eternas.
Ahí está la diputada de Podemos, jueza –lo recuerdo-, que se negó a mostrar su DNI a un guardia civil y en otra ocasión manifestó su derecho a usar la sala de autoridades por su condición de diputada. Otros, en su época activista, acosaban a políticos adversarios ante sus casas o en edificios públicos, pero, ahora, cuando tienen cargo, les desagrada que ese mismo se dirija a ellos para ponerles colorados por sus promesas incumplidas.
¡Y están recién llegados!; qué pronto han aprendido que el cargo engorda el ego y cubre vergüenzas y carencias, si se sabe utilizar con descaro, insolencia y, sobre todo, convencidos de lo que ellos mismos criticaron.
Los cargos sin limitación de tiempo producen olvido sobre el origen de cado uno y adocenamiento, agostan las iniciativas, matan la ilusión, hasta llegar a creer que el cortijo es suyo y confundir lo público con lo privado; y de aquí a la corrupción el trecho es muy corto. No es cuestión de partidos, es cuestión de personas, de espíritu de servicio, de honradez, de saber dónde estoy, de dónde vengo y para qué vengo.
Con la limitación temporal de mandatos pasa lo mismo que con la fusión de ayuntamientos y la desaparición de diputaciones: una vez que uno ha llegado, el campo es mío.
La temporalidad en la política es muy sana, hablen también de este asunto cuando se refieran a la corrupción.